Del goteo de dólares de las reservas del Banco Central se pasó a una pérdida perceptible, aunque el agua aún está lejos de arruinar los cimientos. Dos factores clave del ADN kirchnerista, consumo y equilibrio de las cuentas públicas, entraron en colisión hace años. El panorama no alarma, sí preocupa. El frente externo y otros factores locales podrían complicarse, pero a la vez, no hay un iceberg inminente capaz de afectar la base de la nave económica.
Ni el cepo cambiario, ni el ingreso de los sojadólares, ni las restricciones para importar lograron lo que para el Gobierno era una de las metas económicas más importantes del año: la recomposición de las reservas en el Banco Central, que están en su nivel más bajo desde hace más de seis años. Lejos todavía de una situación dramática, la preocupación recorre oficinas públicas y privadas.
La memoria de 2001 supo marcar el paso de muchas de las decisiones del ciclo kirchnerista; una de ellas, acumular dólares en el Central. El hecho es que pese (o debido a) las medidas implementadas, no sólo no se frenó la caída, sino que se acentuó el proceso. En lo que va del año, ya se perdieron casi tantos dólares de las reservas como en todo 2011.
Los economistas intentan no subirle el volumen a la alarma y coinciden en que aún no se puede considerar ni prever una situación crítica para el Banco Central. Pero esa elusión del pesimismo no evita tener que corregir las proyecciones de sus consultoras, que muestran que hacia fin de año las reservas cerrarían en un nivel cercano a 36.000 millones de dólares (casi u$s 10.000 menos que hace 12 meses).
Lo que sucede con las reservas internacionales -que hoy rondan los 38 mil millones de dólares- puede explicarse por diferentes factores. Por un lado, hay que aclarar que la acentuada caída que se registra no es solamente responsabilidad de políticas oficiales, aunque lo sea en gran medida. Uno de los factores que impactó negativamente está vinculado al campo. Sucede que, finalmente, la cosecha es menor que la proyectada (casi un 15% inferior a lo que se estimó en 2012) y, por lo tanto, los dólares que liquidan los exportadores son menos que los que se esperaba que ingresen. Pero aun así, la liquidación que se llevó adelante hasta ahora no parece haber sido baja. En el primer semestre de este año fue 72 millones de dólares superior a la registrada en el mismo período del año pasado. Lo que efectivamente es mucho menor es la intervención que se registró en el mercado a partir de esas liquidaciones. Mientras que en el primer semestre del año pasado se absorbieron u$s 7.362 millones (61% de las liquidaciones de ese período), este año, la intervención fue de u$s 1.073 millones, equivalente al 9% de lo liquidado, señaló a VIERNES Soledad Pérez Duhalde, coordinadora de análisis macroeconómico de Abeceb. Este dato demuestra las dificultades que tiene la entidad presidida por Mercedes Marcó del Pont para hacerse de dólares que le permitan realizar más movimientos, en un contexto de restricciones cambiarias.
No es un dato menor. Hay que tener en cuenta que el segundo trimestre del año debería haber sido el trimestre de oro para las reservas, por la estacionalidad que tiene la liquidación de divisas de la cosecha. Sin embargo, no alcanzó y la situación se vio exacerbada con el pago al Banco de Basilea y de Francia (el último prestamista que le quedaba al BCRA), reconoció a este suplemento la economista Marina Dal Poggetto, del estudio Bein & Asociados. Esa consultora proyecta que este año las reservas no superarán los 37.000 millones de dólares y en 2014, la caída las llevaría hasta los 34.500 millones de dólares.
Otro factor externo que perjudicó este año a las reservas es la caída del valor del oro (uno de los activos en los que invierte el Central, que representa cerca del 7% del total). Junto con un retroceso del euro, las pérdidas que generaron ambas cotizaciones superan los u$s 300 millones. Es importante distinguir esta caída de otras. El Banco Central nos acostumbró a medir como ganancias las alzas en la cotización del oro y el euro, y como pérdida la situación inversa. Es como si la casa donde vivimos se revaloriza, entonces nos creemos más ricos, y si después, por alguna razón, cae su precio nos consideramos pobres. Las caídas por la cotización del oro no pueden compararse con las que se registran por pagos de deuda, razonó junto a VIERNES Eduardo Levy Yeyati, director de Elypsis.
Por último, independientemente de los pagos de deuda y el financiamiento al Tesoro, es determinante este año la mayor necesidad de importar energía. Algunas consultoras calculan que el monto a erogar será del doble que el año pasado y alcanzará los 7.000 millones de dólares. Con estas compras al exterior, la balanza comercial mostrará peores resultados que el año pasado.
Aún con todos estos datos, Levy Yeyati resume el problema de fondo que define hoy a las reservas. El economista dijo que la situación en la que están es el síntoma del alejamiento del ahorrista del peso y de los activos argentinos, la falta de alternativas para competirle al dólar como moneda de ahorro.
Levy Yeyati aclara que es muy difícil ponerle un número al nivel de reservas a partir del que puede comenzar a hablarse de una crisis inminente. Pero reconoce que la situación argentina será más delicada en 2015, cuando las necesidades financieras se acrecentarán en gran medida. Se refiere en particular al pago del Boden XV, aquel bono que en 2007 se le colocó a Venezuela y que cuando se pague duplicará los desembolsos que se harán este año en materia de deuda. A saber, esos pagos provendrán de las reservas. Además, la realidad de una decisión económica al menos cuestionable potencia la posibilidad de que deba pagarse el cupón PBI, que se dispara cuando el crecimiento de la economía supera el 3,2%, lo cual podría pasar ese año. En opinión de Levy Yeyati, se intentará controlar la sobrestimación que hace el INDEC sobre este indicador para que ese desembolso, de cerca de u$s 2.700 millones, no erosione aún más una caja que les dio mucho aire a los gobiernos kirchneristas. Por su lado, Pérez Duhalde recuerda que el año pasado se pagó el cupón PBI y, sin embargo, las reservas cayeron 3.100 millones de dólares, probablemente la mitad de lo que lo harán este año.
RIESGOS
Resignado, el director de Elypsis recordó que un país con acceso al crédito internacional no vive pendiente de las reservas. Esto nos pasa a nosotros porque tenemos ese canal muy restringido.
En la misma línea opinó el economista Julio Nogués, docente de la Universidad Di Tella, que dijo a VIERNES que continuamente los países sufren alteraciones en su nivel de reservas, pero también tienen instrumentos para amortiguar esas fluctuaciones a través de un tipo de cambio administrado o cerrando las brechas temporales con préstamos. Este Gobierno muestra al cepo como única medida para frenar la caída. Según su visión, cuanto mayor es la caída, más restrictivas han sido las autorizaciones para el uso de divisas. Lo preocupante en la Argentina no es la caída de reservas, sino que el cepo no ha dado resultados en ese sentido a pesar de lo cual el Gobierno insiste, lo que muy probablemente acentúe la recesión.
Desde 2005, las reservas internacionales fueron un tema central de discusión por los cambios que se realizaron en las normas que regulan su uso para poder destinarlas a las necesidades financieras del Tesoro. Desde entonces, un monto que es superior al stock actual de reservas se usó con ese fin. En 2005 se introdujo el concepto de reservas de libre disponibilidad, las cuales podrían ser utilizadas para pagar deuda con organismos internacionales. El año siguiente se abonaron por adelantado 9.530 millones de dólares al FMI, un monto que se recuperó en menos de un año. A partir de 2008, en paralelo con la modificación de la carta orgánica del BCRA que amplió los pagos con reservas a otras obligaciones, el nivel apenas osciló en torno a 50.000 millones de dólares, pero el comienzo de la crisis internacional hizo que no continuaran aumentando. El panorama se modificó a fines de 2011, cuando se produjo una fuga de capitales que provocó que cayeran unos 6.000 millones de dólares y que disparó el cepo cambiario. Esta medida, que pese al costo de la relación del Gobierno con los sectores medios altos, una porción minoritaria de los cuales le guardó fidelidad electoral, parecía efectiva mientras las reservas se mantuvieron cerca de los 45.000 millones de dólares. El esquema comenzó un año después a mostrar sus fisuras.
Los próximos meses comienzan a ser determinantes para las reservas, tanto positiva como negativamente. En septiembre se producirá el golpe más importante del año, cuando se pague el Bonar VII. Serán 2.000 millones de dólares que surgirán de las reservas, en paralelo a la caída que representa la fuga de divisas a través del dólar turista y los préstamos financieros. La salida vía turismo -hoy prácticamente la única puerta de escape para ahorristas locales- superó ya con creces el monto que se pagará por el bono. El Gobierno tiene la esperanza de que algunos de esos huecos cercanos a 2.000 millones de dólares que se contabilizarán como faltantes sean compensados por el blanqueo de capitales, una visión que no es compartida por el mercado. Los dólares que ingresen del blanqueo serán entregados cuando se cobren los CEDIN aplicados. Entonces, parece que los objetivos de reactivar la construcción y atraer dólares a las reservas son contrapuestos, dijo Levy Yeyati.
Dal Poggetto también cree que el blanqueo de capitales tendrá un efecto limitado. Sobre este régimen tenemos que esperar a ver cuál será el impacto y cuánto durará. Por ahora, parece que será de corto plazo, dijo.
La economista también recordó la importancia que puede tener la posibilidad de que ingresen los DGS (Derechos Especiales de Giro del FMI), que deberían haber llegado en el segundo semestre, pero finalmente se habría postergado la entrega para el año próximo. Todo indica que el Banco Central mantendrá una política prudente en lo que queda del año, igual que con el ritmo de expansión, aventuró Dal Poggetto. Pérez Duhalde tampoco puso altas expectativas en el blanqueo de capitales, pero aclaró que de ninguna manera se puede decir que atravesamos un momento de crisis, al menos en términos de vencimientos.
El riesgo crucial es contar con reservas que respaldan cada vez un menor porcentaje de los pasivos monetarios, en un contexto de mayor emisión y con pocas opciones para enfrentar crisis. Los economistas consultados no ven que el Gobierno esté anotando los cambios necesarios para revertir la situación en el cuaderno de materias pendientes y urgentes. Sin excepción aseguran que si tienen que elegir entre cumplir con los compromisos externos o preservar las reservas, no hay dudas de que el Ejecutivo optará por la primera medida. Pero la perspectiva es más complicada en los próximos años, que promete llegar con un contexto internacional aún más complejo, dadas previsibles tasas que duplicarán su nivel actual, un deterioro en el valor de la soja y una depreciación de las monedas emergentes. La situación no es tan distinta para otros países de la región, con la diferencia de que esos sí cuentan con la posibilidad de acceder a créditos externos o tienen un mercado doméstico confiado en su moneda.
Las estadísticas muestran que las reservas argentinas fueron las únicas que cayeron entre los países más importantes de la región, aun cuando el resultado de las reservas como porcentaje de las importaciones ubique al país en una mejor posición que Chile y México. Brasil hoy cuenta con 371,1 mil millones de dólares de reservas, una cifra incomparable a la Argentina por su escala económica. Pero sus reservas como porcentaje de las importaciones anuales son del 161%, mientras que para nuestro país, del 54%. Un país mucho más chico como Uruguay también tiene un buen resultado en esa medición, con un 138% se acerca más a la situación brasileña que a la Argentina.
Muchos le asignan al estilo kirchnerista un mérito proveniente desde sus administraciones en Santa Cruz. Algunos lo ponen en boca del fallecido exmandatario Néstor Kirchner: Sentarse arriba de la caja y que vengan a negociar. De alguna manera, esta máxima funcionó durante la acelerada acumulación de reservas hasta que el panorama externo se complicó, combinado con dificultades que también surgieron del ADN patagónico. Aún hoy, pese al persistente goteo de reservas, combinado con desequilibrios fiscales, aquel capital acumulado, en su doble sentido, le permite cierto juego a la Casa Rosada. La fuga de billetes verdes y el trauma en la consciencia de los argentinos (el que depositó dólares, recibirá dólares es un zumbido inolvidable para muchos depositantes) constituyen un paradójico alivio mientras baja la cuenta del Central. Los economistas, aun los más escépticos, coinciden en que hay dólares de sobra para responder una eventual corrida cambiaria de los depositantes en moneda norteamericana. Otro capítulo es la imposibilidad de responder a la demanda espontánea de dólares colchón. Tan amenazante es ese frente que el Gobierno asumió implementar el engorroso y poco claro cepo. El problema es que, por lo visto, no alcanza, aunque el iceberg recién comienza a asomar y todos lo ven.
Fuente: Ambito