Los argentinos tienen cuatro días por delante para celebrar el Bicentenario de la revolución que dio paso a la independencia del país, pero, sin dejar de disfrutar de este largo puente, están más pendientes de sus problemas cotidianos, como la inseguridad o la inflación, que de los festejos patrios.Conciertos, espectáculos de luz y sonido, desfiles, exposiciones y hasta un partido de fútbol, Argentina-Canadá, figuran en el programa de fiestas, que se abrió anoche y se prolongará hasta el próximo día 25.El evento más llamativo, la reapertura del teatro Colón, el próximo lunes, ha quedado empañado por el enfrentamiento entre el gobierno nacional y el ayuntamiento de Buenos Aires, enzarzados en un cruce de acusaciones después de que la presidenta, Cristina Fernández, anunciara su ausencia a la gala especial en respuesta a las críticas del alcalde, el conservador Mauricio Macri.Ajenos a la polémica política, los argentinos aprovechan este largo puente para viajar o sumarse a las "fiestas patrias".La ocupación hotelera en las zonas turísticas ha llegado al 80 por ciento, según datos del sector, y las principales estaciones de trenes y autobuses de Buenos Aires han colgado el cartel de no hay billetes.Muchos son también los que han decidido quedarse en estos días en sus ciudades y sumarse a las celebraciones, aunque sin olvidarse de sus problemas cotidianos.Como Liliana Díaz, empresaria farmacéutica de 50 años, residente en Buenos Aires, para quien los innumerables preparativos de las fiestas del Bicentenario son un "despropósito" cuando la sociedad argentina necesita un "montón de cosas más importantes"."Esto suena a burla. No hay absolutamente nada que celebrar", asegura frente al Paseo del Bicentenario, la gigantesca instalación que sirve de escenario para la mayoría de los eventos programados y que ocupa cerca de un kilómetro en la avenida 9 de Julio, la más ancha de Buenos Aires.Díaz considera que hay una gran diferencia entre estas celebraciones y los festejos del Centenario, en 1910, porque "el país estaba creciendo, en cambio ahora decae" y denuncia las deficiencias de los servicios públicos de salud, transporte y educación, y la "permanente" corrupción política.En el mismo tono se expresa Luis, un jubilado de 75 años, quien admite que los escenarios de los festejos lucen "grandiosos" pero sostiene que "el alma del país es otra"."Argentina y especialmente Buenos Aires sufren numerosos problemas, como la falta de trabajo o las manifestaciones que cortan continuamente el tráfico, que deslucen esta celebración y la hacen incompatible con la realidad", resume con contundencia.Por el contrario Mónica Gardin, una estudiante de biología de 21 años, ve las celebraciones como una "buena oportunidad" para "unir" a la sociedad argentina, dejando de lado las diferencias para encarar un "futuro común".Sin embargo, advierte que el gasto en los festejos será un "total desperdicio" si no se acompaña de una transformación del país."Cada argentino debe decidir qué valor se merece el Bicentenario", reflexiona.Para Ariel, un docente de 33 años, Argentina debe de afrontar los 200 años de la Revolución de Mayo con "mayor optimismo" porque "estamos en condiciones inmejorables después de muchos años de dictaduras y crisis. Creo que tenemos mucho que celebrar".Marcelo Osman, un empresario turístico de 50 años, habría optado por un estilo "más austero" para la celebración porque, opina, se ha "sobredimensionado", con una inversión "injustificable" ante la situación "crítica" del país y de la economía mundial.Al igual que muchos otros argentinos, este empresario se pregunta por qué la conmemoración del Bicentenario se concentra en la avenida 9 de Julio, una calle que no tuvo nada que ver con la revolución que culminó el 25 de Mayo de 1810 en la actual plaza de Mayo y dio paso a la independencia del país seis años después.Quizá Osman no se haya enterado de que, una vez más, el enfrentamiento entre el gobierno nacional y el ayuntamiento ha influido en la distribución de los festejos.El gobierno de Cristina Fernández eligió la avenida 9 de Julio, la más importante de la ciudad, mientras que el gobierno de la ciudad se quedó con la Avenida de Mayo, que desemboca en la plaza del mismo nombre.
EFE
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