Sumergido en la tristeza inexplicable, atribuida al reciente estreno como sexagenario, Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, lo deja gobernar a Marcos Peña, El Pibe de Oro. En una consolidada alianza de conveniencia recíproca. De beneficios mutuos.
La renovada señora Elisa Carrió confluye con la permanente estabilidad de Peña.
Se ha formado, en el Tercer Gobierno Radical, la nueva dupla dominante. Ante la pesadez existencial del Ángel, cada día más adicto al descanso. Gran domador de reposeras salvajes.
De pronto Carrió, La Demoledora, se pone a construir. Poder, precisamente.
La dama aspira a conformar un bloque de por lo menos 20 diputados. Se dispone a dar arbitrariamente apoyos. A los amigos que decidan postularse como gobernadores. Como Mario Negri, El Zorro gris, en Córdoba, que procura perder con dignidad con Juan Schiaretti, Vuelve Juan.
O brinda su sostén al radical José Corral, en Santa Fe, una vez que Barletta, Leónidas, el preferido, decidió no postularse.
Carrió aprovecha también la toma territorial de distancia de la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
Condecorada por las encuestas, María Eugenia porta una avanzada adicción al sacrificio. La llaman Sor Vidal. Se dispone a pregonar las bondades inventadas de Cambiemos por la Tercera Sección Electoral. Es donde se estructuran concursos de coros, en las esquinas, para insultar al Ángel. Con variaciones rítmicas.
Se proyecta Carrió por la entrega fervorosa a la reelección, en el Maxi Quiosco de la Ciudad Autónoma, de su amigo Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol.
Lo moviliza -al Geniol- el rigor obsesivo de evitar que algún Lousteau, con el pelo al viento, se le interponga entre los adoquines. U oculto en el obrador de las cientos de miles de obras que paralizan el tráfico en la ciudad cerrada.
Por si no bastara, la dupla Peña-Carrió aprovecha la derrota personal de los funcionarios resignados.
Los que oportunamente se agotaron, y se encuentran como la Teresa Batista de la novela de Jorge Amado. “Cansados de guerra”. Hartos de pugnar, sin suerte, por extender la base de sustentación política de lo políticamente insustentable.
Son personajes literarios virtualmente desplazados que arrojaron la toalla. De la magnitud de Emilio Monzó, El Diseñador, y Rogelio Frigerio, El Tapir.
Ambos cada mes vienen más reducidos, apartados. Como en la novela de Rodolfo Rabanal. Al extremo de dejarle hacer a la dupla, en adelante, lo que les parezca. Sin contradecirlos.
Por lo tanto Monzó, El Diseñador de Cambiemos -el que tejió para que Macri lo venciera a Massa, Titular de la Franja, en la Convención Radical de Gualeguaychú- está frontalmente decidido a dejar de inmediato la presidencia de los Diputados e instalarse, la semana próxima, a más tardar, en Madrid.
Para reinventarse como un señor embajador y suceder al peronista cultural Ramón Puerta, Tengo Mil Novias.
Puerta se encuentra personalmente impresionado por el colectivo gorilismo que se apoderó del TGR, que preside su amigo Mauricio. Al que inició en la política, a fines del siglo anterior, en Misiones. Y hasta lo preparó con linimento para ser presidente en un frente con peronistas.
Para serlo después, en un acierto, con los radicales.
Al Tapir Frigerio, en cambio, se lo arregla con el caramelo de otra embajada. En Washington. La dirección del BID, Banco Interamericano de Desarrollo. Cucarda acordada con Donald Trump, El Perro Altivo, durante las jornadas memorables del G-20, que suelen evocarse con incierta melancolía. Y ganas, incluso, de volver a llorar, como en el Teatro Colón.
Por el “mismo loco afán” de que el tiempo pase rápido, ya ni Monzó ni Frigerio le discuten a Peña la menor posición. “Todo tuyo, Pibe”.
Como dista de ser tonto, triunfador pero en soledad, El Pibe de Oro buscó una espalda lo suficientemente sólida dónde apoyarse. A los efectos de gobernar en paz.
La encontró en Carrió, que estaba corrida hacia el costado de los trastos. Pero con severa abstinencia y deseos lícitos de volver al primer plano. Como al que calificaba “el mejor funcionario”. El expiatorio que había tenido que irse.
Mario Quintana, Luz de Mis Ojos I, se fue precisamente para que no se fuera Peña. Al que Monzó y Frigerio se quisieron, en un embale, cargar. Acompañados, por supuesto, por Sor Vidal. Y por la legión de funcionarios cansados del estilo de Peña, que sin embargo mantenía un solo aprobador. El Ángel. Suficiente.
Trasciende que Peña visitó a Carrió en diciembre en el Fuerte de Exaltación de la Cruz. Por donde también supo peregrinar el doctor Torello, El Chapa. Es quien estampa la garantía de fidelidad al Presidente.
Si Torello la visitaba, aunque fuera para su cumpleaños, significaba que el Ángel la había perdonado. Cuánta ternura.
Con la lección aprendida, Carrió decidió ponerse a babucha el Tercer Gobierno Radical. Para erigirse, otra vez, en la defensora más capacitada del Ángel Exterminador, a quien le aporta, hasta hoy, el tergiversado insumo de la transparencia.
La Demoledora salió a bancar lo que tallara. A jugarse y dar la vida, incluso, por el Fiscal Carlos Stornelli, El Girado, al que apodaban La Gritona, cuando era el ministro de Seguridad del Líder de la Línea Aire y Sol. Scioli.
La Demoledora le puso el pecho a La Gritona, que atravesaba su peor momento, repentinamente enchastrado por la astucia nociva de la mitomanía. Los manejos del personaje literario digno de Javier Marías, que supo empaquetar a los muñecos más inadmisibles de la picaresca televisiva.
Entonces Carrió se largó a comandar. A dictar instrucciones firmes para sus dos sicarias, las más temibles. Mujeres de punta que suelen acusar, a canilla libre, a todo aquel que intente raspar el prestigio alicaído del Ángel Exterminador.
Y volvió Carrió a bajarle línea a la nutrida División de Periodistas que le responde. Sin siquiera ser rociados con el fluido de los sobres. Se conforman con el privilegio de hablar con ella. Hasta de ser invitados, como el Chapa Torello, al Fuerte de Exaltación, más allá de la zanja de Alsina.
El renacimiento de Carrió impulsa también el regreso anunciado de Quintana. Con las pilas cargadas de su linterna.
Como si Carrió lo condujera a Quintana de la mano hacia el colegio.
Pero Quintana vuelve con ambiciones protagónicas, espiritualmente estimuladas en sus viajes a la India. Para ser, por lo bajo, jefe de la campaña que Marquitos comanda apenas intelectualmente.
Como el Mano Santa de Olmedo, El Pibe de Oro no toca el dinero, ni sabe decidir nada relativo con la efectividad que Nicolás Caputo, El Co, siempre supo con destreza manejar.
Aunque el verdadero jefe de campaña real siempre fue Rodríguez Larreta. El Geniol de las Remeritas Juveniles.
Debe constatarse el dato de la tristeza del Ángel sexagenario. Llegó para quedarse.
Influye en el análisis político, por la tesis del portal que indica que el macrismo se agota en Macri.
Si no se cuida al máximo insumo, el único, puede desmoronarse la arquitectura trucha con una celeridad extraordinaria.
El factor Macri, “más frágil que el cristal”, obliga a escanear los mensajes que el Ángel pueda recibir.
En adelante debe pasar solo quien transmita señales positivas. Balances auspiciosos de la actualidad. Constructivos. Porque ya comienza la recuperación económica.
Se debe impedir que le hablen al Ángel triste de los cierres diarios de comercios. De la decepción de los empresarios que lo maldicen en arameo. Y que ni se lamenten por el cierre del restaurante Clo Clo, donde Colunga y Maffioli, por pedido de Franco, lo llevaron a ensayar con la merluza negra.
Dueña del gobierno, Carrió lo fortalece a Peña, que le teme. Pero Peña se apoya en ella para desesperación del pensador Durán Barba, El Teñido.
Ante el paso al costado de Garavano, El Ministro Peruano. Y el anhelo de complacerla de Dante Sica, Poderoso El Chiquitín, que para que no se le enoje se esmera en juntarle miles de pymes. De las que se precipitan en fundirse.
Al cierre del despacho, la única que se resiste un poco al dominio de Carrió es la señora Patricia Bullrich, La Piba, ahora llamada La Pato.
Otro tiro al aire que puede decirle lo que se le ocurra. Carrió prefiere recluirla en su oficina, para que se aplaquen sus arrebatos de Bolsonaro. Aquí en abierta complicidad con Peña. La Pato lo excede.
El Pibe de Oro debe evitar que el Ángel escoja, en su banda, a La Piba como compañera de fórmula.
Pero tampoco Peña aprueba que la vice del Ángel sea la señora Carolina Stanley, La Ministra del Pelo Mojado.
A La Caro prefiere postergarla porque la facturan, juntos, la dupla, a la cuenta de la gobernadora María Eugenia.
Por ser esposa, La Caro, de Federico Salvai, El Peña de Sor Vidal.
La parábola de Peña sorprende a los distraídos. Ahora, para vice del Ángel, prefiere la continuidad de la señora Gabriela Michetti, La Novicia Rebelde. Ya que carece, La Gaby, de capacidad de daño.