Dónde cumple la prisión domiciliaria. Enojo con Cristina Kirchner y obsesión con el expediente Vialidad. Su novia contra su ex. TikTok, salud y películas chinas.
Era un secreto bien guardado hasta ahora. El paradero de Lázaro Báez, el hombre señalado como supuesto testaferro de los Kirchner y el que hoy protagoniza junto a la vicepresidenta el electrizante juicio por la Causa Vialidad, se mantiene oculto desde que hace dos años le otorgaron el beneficio de la prisión domiciliaria. Nadie sabía dónde está. Y los que sí sabían -unos pocos- preferían callar. Pero ya no.
En una investigación que llevó varias semanas, NOTICIAS pudo determinar dónde y cómo vive hoy el empresario de la construcción cuyo veloz enriquecimiento mantiene en la mira de la Justicia a Cristina Kirchner. Báez habita una cómoda casa en el municipio de San Vicente, en la zona sur del Gran Buenos Aires, a unos 70 kilómetros de la Capital. La propiedad está construida sobre un lote de 900 metros cuadrados rodeado de muros. Hay un amplio parque, piscina y varias dependencias además de la casa principal de dos plantas.
No se publica la dirección porque la Justicia quiere mantenerla en reserva para evitar escraches como el que Báez ya sufrió cuando quiso mudarse a una propiedad que tiene en el country Ayres de Pilar, en septiembre del 2020, y tuvo que desistir por la hostilidad de los vecinos.
Cuatro fuentes de su más íntimo entorno confirmaron a NOTICIAS dónde vive el empresario. Uno es un amigo de la familia y los otros tres, colaboradores que lo visitan con frecuencia en su refugio. Los informantes aseguran que está ansioso por el juicio en el que el fiscal Diego Luciani lo acusa de haber integrado una asociación ilícita junto a CFK y parte de sus funcionarios. Y que sigue molesto con la vicepresidenta porque, jura, ella nunca le tendió una mano en sus años de prisión. Báez es acaso la persona que más incomoda a Cristina porque detrás de su fortuna, según la tesis de la Justicia, se escondería la de la familia Kirchner. Por eso, mantenerlo fuera del radar mediático era algo indispensable.
Vida secreta. Antes de mudarse a San Vicente, el raid de Lázaro incluyó cuatro años de prisión preventiva, sin condena firme, en el penal de Ezeiza. Cuando obtuvo la domiciliaria, y después del escrache en el country Ayres del Pilar, pidió ayuda a un colaborador de Mario Ishii, el intendente de José C. Paz, quien le consiguió una casa prestada en Canning, en el partido de Ezeiza, no muy lejos de la penitenciaría. Allí estuvo casi un año, hasta que decidió trasladarse adonde está ahora.
¿De quién es la casa de San Vicente? En los registros de la Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires (ARBA) figura como un baldío, pero las fuentes de su entorno íntimo aseguran que sería propiedad de Ariel Heine, otrora guardaespaldas de un ex intendente de San Vicente, Daniel Di Sabatino. Heine sí tiene a su nombre, o sea, en regla, la propiedad que queda enfrente a la que habita Lázaro, y donde durante algún tiempo se hospedó Martín Báez, el hijo del empresario, también con domiciliaria por la causa de lavado que condenó a casi toda la familia en febero del 2021. ¿Por qué la otra propiedad, la que habita Lázaro, figura como baldío? Podría deberse a un atraso en los registros de ARBA -la construcción luce bastante nueva- y no a la expertise de Heine, que estuvo preso por presunta estafa y usurpación de terrenos.
La primera vez que NOTICIAS visitó el lugar, la hija de Heine, Ivana, confirmó que ambas propiedades pertenecen a su familia. Y agregó que su padre y Báez se habían conocido en la cárcel. Pero sobre el paradero de Lázaro no soltó prenda. Que el empresario ahora haya tenido que recurrir a los oficios de otro preso, y no de su ex madrina, habla de su soledad política.
¿Qué hace Báez en su refugio? Los que lo visitan casi a diario se sorprenden con su nueva afición, los videos de TikTok. También están las películas chinas. Clásicos como “La linterna roja”, “¡Vivir!” y “El camino a casa” figuran entre sus predilectas. Además, la cinta de correr lo ayuda a despejarse y mantener la línea, aunque la rutina sea algo incómoda con la tobillera electrónica que lo acompaña a toda hora. Cuando sale el sol, a veces aprovecha para distenderse al aire libre, corta el césped y riega las plantas. Eso sí, la pileta no la usa nunca, ni siquiera en verano.
Báez vive con su novia, Claudia Insaurralde, y dos hijos pequeños de ella. No estaba acostumbrado al bullicio de los chicos y le costó aceptarlo en los primeros tiempos, después de pasar años en soledad en una celda de tres metros por tres. Pero, con el paso de los meses, el Lázaro huraño y reconcentrado en sí mismo aprendió a disfrutar de las nuevas compañías. Con los que interactúa poco es con los agentes de la PSA, a los que les preparó el garage para que pasen sus horas ahí.
La historia de su pareja, Claudia, es bastante particular. Ella tiene 40 años y es sobrina de un ex intendente de Río Turbio, en Santa Cruz, que estuvo preso en Ezeiza por el supuesto desvío de fondos en la construcción de una ruta. Sus caminos se tenían que cruzar. Mientras Claudia visitaba a su tío Anastasio Pérez Osuna en la cárcel, conoció a Lázaro. Están juntos desde abril del 2019.
Báez recibe algunas visitas como la de Mario Ishii y la de amigos del Sur, como el empresario Néstor Agullo. También van sus hijos: las chicas, Melina y Luciana, lo ven cada tanto, y Leandro, el menor, se quedó a dormir hace un mes. Los tres fueron condenados junto a su padre en la causa por lavado por la que a él le dieron 12 años, y pudieron permanecer en libertad porque sus penas son menores y excarcelables. Pero la peor parte le tocó a Martín, el hijo mayor, quien recibió 8 años y, como se dijo, estuvo preso con domiciliaria justo enfrente a lo de Lázaro.
En junio del 2021, Martín solicitó permiso a la Justicia para cruzar la calle y pasar el Día del Padre con el empresario. Pero se lo denegaron. Para Báez fue una sensación de lo más extraña vivir a metros de su hijo sin poder verlo. Desde hace unos meses, el joven elige cumplir su condena en Río Gallegos, en la famosa chacra de su padre en la que se lo acusó de tener una bóveda.
Lázaro está intoxicado con la Causa Vialidad en la que comparte cartel con CFK. Pidió una computadora para estudiar a fondo el expediente, suele releer los testimonios de testigos que lo inculpan y participa de los zoom del juicio. “Está obsesionado, se convirtió en un experto en el tema”, dice uno de sus abogados, que pide reserva de su nombre. Las reuniones de Báez con sus colaboradores y otros visitantes son siempre en la cocina, nunca en el espacioso living. Dicen que le gustan los ambientes cerrados y herméticos, como su carácter.
Uno de los desafíos del empresario es mantener el privilegio de la prisión domiciliaria, al que accedió, tras varios intentos fallidos, por tratarse de un paciente de riesgo frente al Covid. Tiene 65 años, diabetes y presión alta, y sufre de arritmia. ¿Podría volver a una cárcel común ahora que pasó la pandemia? Los abogados consultados sostienen que es poco probable. Ricardo Monner Sans, el letrado experto en temas de corrupción, explica: “Si se aplicara la teoría de la norma previa más benigna, la domicilaria pasaría a ser como un derecho adquirido. No me gusta nada lo que estoy diciendo, pero lamentablemente es así”.
La jefa. Báez está furioso con Cristina. Sostiene que nunca se preocupó por su suerte judicial y que le soltó la mano desde que a él lo apresaron en abril del 2016 por la causa de la Ruta del Dinero K. El silencio de CFK hizo que incluso Leandro, el hijo menor, la ametrallara con esta frase: “¿Cómo obtuvo Lázaro el dinero? No se sabe cuál es el delito precedente. Y en ese delito está ella”. Ella es la vicepresidenta. Y cuando Oscar Parrilli intentó poner paños fríos y adujo que a Baéz “lo condenan porque es morocho”, el hijo volvió a disparar: “Qué raro que salgan a hablar ahora”. Corría febrero del 2021 y a Lázaro acababan de darle 12 años por lavado.
Ahora, la investigación de la Causa Vialidad del fiscal Diego Luciani comprobó que Báez y un directivo de su constructora Austral tuvieron contactos telefónicos con José López, el entonces secretario de Obras Públicas, en las últimas semanas del gobierno de CFK en el 2015. Allí hablaban de órdenes dadas por “la señora” para “limpiar todo”: cobrar las obras adeudadas por la administración cristinista, cerrar la constructora y desaparecer de escena. “Solo que no hay que dar sensación de fuga”, alertaba López en esas conversaciones.
Austral, la constructora que en Santa Cruz se benefició como nadie con la millonaria obra pública del kirchnerismo, fue abierta solo 12 días antes de la asunción de Néstor. Y había que “limpiar todo” a días de que abandonara el poder Cristina. Todo muy explícito.
A pesar de lo que sugieren esas comunicaciones, la entonces presidenta saliente no se habría reunido con Báez en la Quinta de Olivos, y los despidos en su empresa, supuestamente consensuados con ella, se llevaron a cabo de todos modos. “Ni siquiera se dignó a recibirme”, se queja él en la intimidad de San Vicente.
Si Báez hasta ahora no apuntó hacia arriba es por dos motivos. El que le repite a los más ingenuos: su lealtad eterna hacia Kirchner, el hombre que lo transformó de empleado bancario a magnate de la construcción, además de ser su socio comercial en diversos proyectos del pago chico. Y la razón de fondo: ya preso y con una buena parte de la pena purgada, cree que hablar solo empeoraría su situación.
Báez les recuerda a los suyos la historia de los supuestos aprietes que recibió de parte de agentes de la AFI macrista en el 2019, cuando, en medio de un control oftalmológico en la sala médica de la cárcel, se le acercaron desconocidos que le hablaron de recuperar la libertad y los bienes embargados si inciminaba a Cristina y decía que es su testaferro. Él se mantuvo mudo.
Lázaro tiene un patrimonio que la Justicia calculó en 205 millones de dólares. Fueron embargados la mayoría de sus bienes. Entre el 2010 y el 2013, los investigadores determinaron que lavó US$ 55 millones con la compra complusiva de más de 1400 bienes en ocho provincias y también en el exterior. La gran pregunta, como planteó su hijo Leandro, es de dónde salió todo ese dinero. Esa es la parte que hoy investiga Luciani y apunta contra CFK, quien desde el Estado le hizo ganar millones al empresario.
Frente interno. La ex esposa de Báez, Norma Calismonte, también se pregunta por su fortuna. El arreglo de divorcio al que arribaron años atrás -la división de 85 propiedades por 1600 millones de pesos- ahora ya no la convence, porque cree que hay emprendimientos y ganancias que quedaron fuera del embargo y que su ex le estaría ocultando. Por ejemplo, tiempo atrás Calismonte le envió una carta documento a la actual novia de Báez, Claudia Insaurralde, porque se enteró de que estaba administrando un complejo de cabañas en Santa Cruz. También se interesó por los alquileres de dos estaciones de servicio en Río Gallegos, galpones, maquinarias y estacionamientos en varias provincias, y casas de verano como las de Pinamar. No hace falta decir que la ex esposa no está entre quienes visitan San Vicente.
Lázaro afronta su presente judicial y por estos días sus abogados deben empezar a defenderlo ante Luciani. En esos alegatos, cada frase, cada referencia al gobierno K, cada insinuación sobre una posible complicidad entre él y los Kirchner será leída con lupa desde el poder.
Báez no lo ignora y usa ese poder de fuego para defenderse. Quiere dejar de ser un fantasma. Ahora ya se sabe dónde está.
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