Desde abril, ocho países latinoamericanos colocaron bonos de largo plazo a una tasa promedio del 4% por el derrame de liquidez global generado por la pandemia. Para el Gobierno, es una oportunidad para que las provincias y las empresas tomen deuda y la economía se recupere antes, si arregla con los bonistas
La codicia empezó a vencer al pánico. El argumento del Gobierno de que el mundo tal como se lo conocía antes de la pandemia se terminó, se choca con la rápida recuperación financiera que muestran casi todos los países de la región y que debería ayudar a lograr un mejor acuerdo con los bonistas.
Así lo reflejan las emisiones soberanas que realizaron ocho países de América latina desde principios de abril a una tasa promedio del 3,9 por ciento, porque los inversores creen que, dada la impresionante inyección de liquidez en los países desarrollados, lo peor de la crisis económica estaría quedando atrás.
El caso más reciente es Brasil, que todos los días sale en las noticias por noticias complejas a nivel sanitario y político, pero que esta semana colocó USD 3.500 millones en dos bonos, a 11 y 31 años, al 3,1 y 4,2%, respectivamente.
Pero en la lista también aparecen Chile (con una tasa del 2,5% y un bono que vence en 2031); Perú (2,5% y 2031, respectivamente); Panamá (4,5% y 2056); Guatemala (5,4% y 2056); México (4,8% y 2051); Paraguay (5% y 2031) y Colombia (4,2& y 2051).
Pese a que prestigiosos economistas académicos y funcionarios de organismos multilaterales pronosticaban una ola de default en los mercados emergentes, al menos en el corto plazo, lo que manda es la alta liquidez, con un derrame en la región, salvo en la Argentina.
Nadie canta victoria por la tremenda recesión que se espera a nivel global, pero, al parecer -y a menos que haya una recaída fuerte- lo peor ya pasó a nivel global.
Hubo ocho emisiones de deuda soberana en la región desde abril, a una tasa promedio del 3,9%
El país podría beneficiarse en forma indirecta por esta mejora en el precio de los activos, que ha llevado al índice S&P a uno de sus picos más altos, tal como se observó en el precio de los bonos argentinos en las últimas semanas.
Aunque algunos analistas afirmaron que esta suba se debe a la posibilidad de que el Gobierno llegue a un rápido acuerdo con los bonistas, otros destacan que se han beneficiado por esta mejora global.
Un fenómeno similar ocurrió cuando la Argentina renegoció su deuda en el gobierno de Néstor Kirchner: cuando presentó la oferta en Dubai en 2003, los bonos estaban muy castigados por el default del 2001 y asumían una quita mayor al 70 por ciento. Solo por la mejora en los mercados externos, ésta se redujo en más de 15 puntos cuando el gobierno hizo el canje en 2005.
En términos globales, los fundamentos no cambiaron desde la explosión de la pandemia. Pero el optimismo está superando al pesimismo en el plano financiero, explicó Luis Palma Cané.
“Sabemos que estamos en una clara recesión y cuanto mayor sea la vulnerabilidad del país, mayor será el choque. Hay pocos casos donde hubo una crisis con un boom financiero simultáneo, en el que la bolsa recuperó casi todo lo que había perdido al principio, pese a la fuerte crisis macro, con caída del PBI, más desempleo y menos comercio internacional”, explicó.
La respuesta a esta presunta incongruencia es “la creciente esperanza de que la situación se va solucionando en la mayor parte del mundo, porque la economía se está empezando a abrir y, en particular, porque China ya recuperó casi todo el volumen de exportaciones que había perdido”.
El segundo factor es que “los principales bancos centrales y gobiernos han aprendido a dar un rápido impulso fiscal y monetario”, con liquidez ilimitada e instrumentos fiscales para suavizar la caída de los ingresos a través de créditos y transferencias directas.
Pero esta recuperación preliminar, aclaró, está atada a que no aparezca un nuevo “cisne negro” y será mucho más lenta en los países en desarrollo que en los centrales. Para más adelante, concluyó, quedará pendiente la posibilidad de un rebrote inflacionario global, que pueda revertir el flujo de tasas bajas.
José Echagüe, de Consultatio, dijo que esta mejora financiera “no sólo se ve en el ajuste de los precios, sino también en las nuevas emisiones, por lo que estamos muy lejos de ese escenario apocalíptico de la pospandemia que muchos imaginaban”.
Por el contrario, aclaró, “los precios de mercado están anticipando una recuperación más rápida que la esperada, porque China está volviendo a la normalidad y porque el ruido geopolítico no se traslada al precio de los activos, todavía”.
“La deuda no es un problema en el mundo, aunque crezca; no hay intolerancia como la hay acá”, explicó.
Esto debería reflejarse en el acuerdo con los bonistas a través de una menor tasa de descuento, que esté más alineada con esta nueva circunstancia internacional, opinó.
Javier Timerman, fundador y socio de AdCap, dijo que “la crisis ocasionada por los actos terroristas en las Torres Gemelas derivó en tasas nominales bajas impensadas. Y la crisis de las hipotecas en el 2008 fue el impulso para que los bancos centrales expandieran a niveles también impensados su emisión, garantizando el crédito corporativo y soberano”.
“La crisis del Covid nos está dejando la modalidad de tasas prácticamente negativas en todos los países centrales. Esto fuerza a una inmensa masa de activos a buscar rendimiento y no me sorprenden las emisiones emergentes recientes”, afirmó.
Por esta razón, “si la Argentina cierra un acuerdo, los bonos corporativos argentinos y de algunas provincias puedan volver a los mercados, ya sea emitiendo nueva deuda o con manejo de pasivos. La historia no termina con la reestructuración de nuestra deuda: debería recién empezar”, concluyó.
Federico Furiase, director de ECO GO, dijo que el “apetito al riesgo en los mercados globales, dada la inyección de liquidez de los bancos centrales del mundo desarrollado con tasas negativas en el mundo y aversión al riesgo bajando, genera apetito por activos emergentes”.
En el caso local, “hay expectativas de que la negociación de la deuda avanza y se acercan las puntas”.
“Hay una disociación entre la económica real golpeada y la recuperación de los mercados tras el derrumbe frente al escenario de liquidez global. Los mercados se adelantan, pueden quedar en off side, pero descuentan una recuperación rápida en las economías que tienen municiones, si no hay un rebrote del virus”, precisó.
Fernando Baer de Quantum también señaló que “aunque el mundo en general está en crisis, la liquidez sigue siendo extraordinaria” y eso, en parte, se refleja en la plaza local, junto a la posibilidad de un acuerdo.
Nery Persichini de GMA Capital también expresó que las emisiones de la región están vinculadas a que el mundo desarrollado observa que lo peor de la pandemia está quedando atrás y por los masivos estímulos monetarios globales.
“La FED aumentó su hoja de balance hasta USD 7,1 billones. Desde fines de febrero, agregó USD 3 billones o 73 por ciento. Y se comprometió a ser tan flexible como sea necesario. Desde marzo, el dólar perdió un 5 por ciento de valor y el resto de los activos de riesgo mejoró”, detalló.
En este contexto en el que USD 12 billones de deuda global rinden negativo, “las mejores historias emergentes tienen compradores, especialmente si se trata de países que ostentan buen track record”.
Por lo tanto, consideró que “Argentina sin dudas podría beneficiarse. De hecho, algo de derrame se vio en bonos y acciones durante las últimas semanas; los bonos globales recuperaron 50 por ciento en un mes”. “Resolver la encrucijada del default es condición necesaria, pero no suficiente. Para que el mundo vuelva a mirar nuestro país, deberían aparecer señales más precisas sobre la hoja de ruta económica, especialmente en la corrección de desequilibrios fiscales. Y algún tipo de relajamiento en los controles de capital”, aclaró.
Por su parte, Diego Martínez Burzaco explicó que “el mundo está líquido y todas las semanas vemos expansión de los bancos centrales y eso hace que haya un capital que derrama a los mercados emergentes”.
“Hay que ver si esto tiene sustentabilidad, porque todavía queda por ver cómo quedan las economías después de la pandemia y, por lo tanto, cómo afecta las próximas emisiones soberanas”, aclaró.
En el caso de la renegociación de la deuda argentina, esta mejora, “puede mejorar un poco en la tasa de salida, a través un mejor valor nominal, pero es sobre todo es muy bueno para la deuda privada y provincial, porque ahí también se busca una renegociación amigable”.
“Este escenario es versátil y moverse con rapidez es clave, porque la alta volatilidad seguirá el resto del año”, advirtió, como para saber que hay que saber aprovechar las buenas oportunidades.
Martín Kanenguiser