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SoftBank, un imperio que tambalea

Uber, Rappi y WeWork, son empresas bien conocidas en Argentina. Las tres tienen dos cosas en común. Pierden dinero a raudales y los financia la misma persona. Conozcan a Masayoshi Son, el dueño de SoftBank, un conglomerado de telecomunicaciones y empresas high-tech con base en Japón que está expandiendo sus tentáculos por todo el mundo y que recientemente ocupó los titulares de la prensa financiera después de haber sufrido fuertes pérdidas.

Son (62), hijo de inmigrantes coreanos en Japón, se inició en los negocios en 1981 con una pequeña empresa de distribución de software. Cuando apareció la Internet comercial en los ’90, fue uno de los primeros inversionistas en Yahoo. No le fue muy bien, pero en 2000 tuvo la astucia (o la buena suerte) de invertir en Alibaba, el rey del comercio electrónico que se transformó en la mayor empresa china por capitalización de mercado. Hoy SoftBank posee el 24% de Alibaba, que es su mayor activo. Entre 2006 y 2015, Softbank se transformó en una empresa de telecomunicaciones, incluyendo entre sus tenencias a la estadounidense Sprint. En 2016 se lanzó a su jugada más agresiva: formó el Vision Fund, el mayor fondo de inversión de riesgo del mundo, con un capital disponible de US$ 100.000 millones, aportados principalmente por inversionistas de Arabia Saudita y Abu Dhabi.

En los últimos tres años, el fondo Vision inyectó miles de millones de dólares en unicornios tecnológicos. La lista de compras, según una compilación que publicó recientemente The New York Times, incluye US$ 20.400 millones en Didi Chuxing (la Uber china), US$ 8.650 millones en Grab Taxi (Singapur), US$ 6.850 millones en la propia Uber y US$ 1.000 millones en la colombiana Rappi.

Softbank, ¿es un conglomerado o una firma de capital de riesgo? Eso se preguntó The Economist en un artículo sumamente crítico que le dedicó el 7 de noviembre. “La respuesta más sencilla es conside
rar a SoftBank como una compañía holding endeudada que posee una canasta de activos, de variada calidad y a menudo endeudados a su vez”. Las cifras del apalancamiento del gigante japonés son escalofriantes: es la quinta empresa no financiera más endeudada del mundo, con un total consolidado bruto de US$ 166.000 millones. Masa, como llaman sus amigos a Son, sostiene que su holding goza de buena salud financiera. Sus activos de US$ 247.000 millones (la mitad corresponde a Alibaba) duplican a sus pasivos.

Masayoshi Son es el dueño de SoftBank, un conglomerado de telecomunicaciones y empresas high-tech con base en Japón.

El problema es que Softbank parece tener más un problema de liquidez que de solvencia. Sus activos, dice The Economist, no generan suficiente efectivo como para afrontar los intereses de su deuda monumental y los dividendos a sus aportantes de capital. La segunda preocupación, añade, es que el tipo de empresas en las que invierte SoftBank suelen sufrir fuertes pérdidas. El caso más resonante de estas últimas es WeWork, la firma de oficinas compartidas que Softbank debió rescatar hace pocas semanas luego de una fallida salida a la Bolsa de Nueva York. El 6 de noviembre, Son informó a la asamblea de accionistas en Tokio una pérdida de US$ 6.000 millones a causa del fiasco de WeWork. Fundada por el israelí Adam Neumann en 2010, WeWork, con sede en Nueva York, llegó a gestionar el año pasado 4,33 millones de metros cuadrados en espacios de oficinas compartidas en todo el mundo, incluyendo 7 en la Argentina. La torre Bellini, de Esmeralda 950, un edificio de 25 pisos de oficinas, es una de las ubicaciones más grandes de WeWork en el mundo, dice la compañía en su sitio web.

WeWork dio marcha atrás en una salida a Bolsa que la valoraba en US$ 47.000 millones en septiembre. Ahora la firma vale apenas US$ 7.000 millones y si no fuera por el rescate de SoftBank, no tendría dinero ni para pagar las indemnizaciones de los miles de empleados que podría llegar a despedir pronto. Hace dos meses, Neumann fue apartado de la conducción de la empresa con una indemnización de US$ 1.800 millones de dólares. En su lugar, SoftBank nombró al boliviano-estadounidense Marcelo Claure. Según Techcrunch, una publicación especializada en negocios de tecnología, Claure reveló a los empleados que SoftBank llevaba invertido en WeWork US$ 18.500 millones. “Para poner las cosas en contexto, esto es más que el PIB del país de donde vengo, un país que tiene 11 millones de habitantes”, dijo. (En rigor, el PIB de Bolivia es el doble de esa cifra).

Claure (48 años, 1.98m, 115kg según su perfil en Wikipedia) es el hombre de Masayoshi Son en Estados Unidos y Latinoamérica. Nacido en La Paz, se estableció en Miami, donde fundó Brighstar, una empresa de reventa de celulares que vendió a SoftBank en 2013. Masa lo nombró posteriormente CEO de Sprint, la menor de las cuatro firmas de telefonía celular de EE.UU. Durante su gestión, las acciones de Sprint sufrieron una caída estrepitosa, lo que llevó a una publicación especializada (247wallst.com) a nombrarlo como uno de los 20 peores CEOs de EE.UU. en 2017. En abril de 2018, Claure, que es dueño del club Bolívar de fútbol boliviano, anunció la fusión de Sprint, que tiene deudas por U$S40.000 millones, con T-Mobile, la tercera empresa de telefonía celular de USA, perteneciente a Deutsche Telecom. La fusión todavía tiene que concretarse, es cuestionada por varios fiscales estatales y su suerte se decidirá antes de fin de año.

No es el único problema de SoftBank en EE.UU. Esta semana, Bloomberg informó que la SEC inició una investigación preliminar para averiguar si WeWork violó regulaciones financieras en su proceso de apertura en la Bolsa. En Latinoamérica, SoftBank intensificó sus inversiones en capital de riesgo a US$ 2.600 millones en el primer semestre de este año, incluyendo US$ 1.000 millones en Rappi, según un informe de Reuters. Sus principales inversiones en la región se concentran en dos fondos, Valor Capital (Brasil) y Kaszek Ventures (Argentina). Fundada por dos ex MercadoLibre, Hernán Kazah y Nicolás Szekasi, la firma anunció a fines de agosto que había recaudado US$ 600 millones para invertir en startups latinoamericanas, lo que la convirtió en la primera en captar más de US$ 1.000 millones en la región.

En cualquier caso, las inversiones en Latinoamérica son un poroto comparado con los problemas de SoftBank en el resto del mundo. El holding está volando demasiado alto y corre el riesgo, como Icaro, de que sus alas se derritan. Según el lapidario juicio de The Economist, la empresa tiene una debilidad subyacente que consiste en la falta de un flujo de caja suficiente para financiar sus aventuras. “Tendría que achicarse y podría terminar siendo desmembrado”.



eleconomista