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Acuerdo con el Fondo: por ahora, sobran adjetivos y faltan verbos

 La presentación de Martín Guzmán ante los gobernadores fue un “show político” que bien podría encuadrarse en aquello de “no aclare que oscurece” 

Finalmente, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, presentaron los lineamientos de la propuesta argentina para un nuevo acuerdo con el FMI. 

A la luz de la respuesta, reflejada en los precios de los bonos de la deuda argentina, o en las tensiones en el mercado de cambios, dicha presentación bien podría encuadrarse en aquello de “no aclare que oscurece”.

Siguiendo con los aforismos, leí por allí que cuando en algún texto abundan los adjetivos es porque no se han encontrado los verbos correctos. Esto último, a mi modesto juicio, se aplica perfectamente a lo sucedido el pasado jueves.

Algunos ejemplos en temas clave.

El ministro se explayó sobre la “consolidación fiscal compatible con la sostenibilidad de la deuda pública” y una “política fiscal contracíclica”. “Tasas de interés reales positivas”. “Reducción gradual del financiamiento del Banco Central al Tesoro”. “Política monetaria adecuada, que tenga en cuenta los efectos intra-temporales e inter-temporales” (textual, no inventé nada). “Tipo de cambio real consistente con el superávit comercial”, etc.

El hecho que sobraran adjetivos y faltaran verbos, es la demostración palmaria de que la reunión del jueves pasado fue un show político y no una exposición técnica.

El mismo show político que se hizo al presentar la propuesta de la Argentina a los bonistas en el 2020, sólo que en aquella ocasión estuvo presente la señora Vicepresidenta.

Como recordarán, esa propuesta tuvo que ser varias veces modificada hasta llegar a un arreglo final muy parecido al que pretendían los acreedores.

Ignoro si en este caso se sigue la misma estrategia de negociación, pero, por ahora, el ministro informó que “la geopolítica” impide que el Fondo acepte la propuesta de la Argentina.

De todas maneras, a diferencia de esa oportunidad, salvo algunos números que voy a comentar luego, resulta razonable que el Presidente y el Ministro omitan explayarse sobre los verbos y su cuantificación.

Primero, por lo que implican los verbos en cuestión y segundo, porque un acuerdo con el Fondo sólo se hace público cuando se lo somete a consideración de su Directorio.

Además, dicho acuerdo puede tener exigencias a cumplir antes que entre en vigor (“acciones previas”), requerimientos que, difícilmente, podrían ser anunciadas en una reunión política.

Entre los verbos que el Gobierno prefiere no invocar están: ajustar, acelerar, devaluar, reducir.

Ajustar el déficit fiscal hasta eliminarlo por completo.

Allí, según el ministro, radica la principal discusión con los países integrantes del Directorio del Fondo, que, al parecer, pretenden que el Estado argentino acelere en este proceso y que no espere hasta el 2026-2027, para llevar dicho desequilibrio a cero y para tener un pequeño superávit recién hacia el 2030.

Pero para reducir el déficit fiscal, sin reformas de fondo, hay que seguir con la combinación que ha predominado en el 2021, aumento de impuestos y licuación, vía inflación, de salarios públicos y jubilaciones. A lo que habrá que agregar una disminución de los subsidios a la energía y el transporte.

Para el Gobierno, este ajuste es piantavotos, y entonces pretende que sea lo más suave y lento posible disfrazado de “contracíclico”.

Respecto de esto último, ya le comenté varias veces que el programa fiscal argentino no es contracíclico, porque al no tener el gobierno acceso al crédito externo, el gasto fiscal no impulsa la actividad económica, sólo redistribuye.

Por ejemplo, comparando los primeros 10 meses de 2019, con igual período de 2021, para evitar el anómalo 2020, el gasto en jubilaciones cayó en 240 mil millones de pesos, en moneda constante (sin que lloviera una piedra hacia el Congreso). Mientras los subsidios económicos se incrementaron en 760 mil millones, siempre en moneda constante.

En el mismo período el gasto social, en “planes” y otras yerbas, creció unos 190 mil millones, mientras aumentaba la pobreza. Algo está fallando, ¿no? (Fuente de los datos IERAL de Fundación Mediterránea).

Esta asignación del gasto a favor de algunos se hace a costa de cobrarle más impuestos, incluyendo la inflación, a otros, por eso no es contracíclico, peor, es regresivo, dado que se le saca relativamente más a los sectores de menores ingresos.

Los otros dos temas relevantes que abordó el ministro en su presentación se vinculan con la política monetaria, incluida en la “multicausalidad” de la inflación, y con el sector externo y el tipo de cambio. Y allí entran dos verbos: reducir y devaluar.

Reducir la emisión para financiar el déficit fiscal, y devaluar el peso para mejorar la situación externa.

Acá, nuevamente, errores de concepto.

En un contexto de control de cambios y cepo al movimiento de capitales, toda emisión aumenta el desequilibrio monetario entre oferta y demanda de dinero, no sólo la que financia el déficit fiscal.

Adicionalmente, como una parte de la emisión pasada está estacionada en el Banco Central en forma de Leliqs, la suba de la tasa de interés que pregona el Fondo y comenzó a instrumentar el Banco Central, para intentar incrementar la demanda de dinero es, en este contexto, sin confianza y sin programa, sólo un aumento de la emisión, para pagar los intereses de las Leliqs.

Cuando el déficit es cubierto con deuda que compran los inversores, esos fondos surgen de liberar Leliqs, es decir también es emisión, porque los inversores no tienen la plata guardada en una lata en la cocina, sino que su dinero está depositado en los bancos, los que, a su vez, colocan los fondos en el Banco Central.

Dicho de otra manera, el Banco Central emite para financiar al Tesoro, pero también emite para devolverle los pesos a los inversores que compran deuda del Tesoro y emite para pagar los intereses de las leliqs y, como además se mantiene el déficit, el stock de leliqs vuelve a aumentar.

El desequilibrio monetario, al final del día, es hijo del déficit fiscal directa o indirectamente, y de los déficits previos acumulados en deuda remunerada del Banco Central. De allí el pedido del Fondo por ajustar más rápido dicho déficit.

Porque ese desequilibrio monetario termina presionando sobre el tipo de cambio libre y, por lo tanto, sobre la brecha, afectando el saldo comercial y la capacidad del Banco Central de acumular reservas.

Por eso la reducción de la brecha es un trabajo de pinzas: desde arriba con otra política monetaria que necesita otra política fiscal y desde abajo, con una devaluación del tipo de cambio oficial.

Pero, aun cerrando en parte la brecha para reducir filtraciones en la balanza comercial, con exportaciones estancadas en cantidades desde hace años, sin nuevos acuerdos comerciales con el mundo, y dado el costo argentino incluido en los precios de los bienes y servicios, salvo un nuevo boom en el precio de los commodities, la meta de acumular 3.000 millones de dólares en reservas netas por año no es una meta, es un deseo.

Entre 2019 y 2021 el valor de las exportaciones argentinas creció aproximadamente un 22%, pero los precios de dichas exportaciones aumentaron un 26%. Es decir, en ese período ¡las cantidades exportadas cayeron!

Dicho sea de paso, el ciclo lo determina la disponibilidad de dólares para importar, no el déficit fiscal.

A estas alturas, el amable lector y la gentil lectora se habrán dado cuenta por qué sólo se puede hacer, por ahora, un show político de adjetivos y no una presentación técnica con verbos.

Presentación técnica que sólo se podrá realizar cuando se cierre un acuerdo con el Fondo, si finalmente, el gobierno acepta, entre otras cosas, otro sendero fiscal, y una devaluación más acelerada. ¿Previa al acuerdo?

Mientras tanto, en Ciudad Gótica, Batman y Robin, le siguen mintiendo al kirchnerismo diciendo que hacen política fiscal “contracíclica”, se siguen haciendo trampa en el solitario, con la política monetaria y prometen aumento de las exportaciones, mientras las prohíben.

Enrique Szewach