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FORZANDO MOTORES

 La actividad económica está llegando a fin de año con una recuperación algo más fuerte de la que preveíamos y el gobierno ya habla de un rebote del 10% para este año, lo que implicaría recuperar casi toda la actividad perdida. Así, en promedio, durante 2021 la economía habría producido solo 1% menos que en 2019, el año pre pandémico. Estos números incentivan al oficialismo que busca configurar un escenario discursivo de fuerte y sostenida recuperación de la actividad para el año que viene.

Sin embargo, hay muy pocas probabilidades de que esto sea así. Más bien este fuerte repunte de la actividad parece ser un fenómeno transitorio conseguido a fuerza de impulsos de todo tipo y controles que en el corto plazo generan un push de demanda, pero a mediano plazo limitan el crecimiento. Un caso concreto de este fenómeno es la dinámica que ha mostrado hasta el momento la actividad industrial. Si bien en el acumulado de los primeros diez meses del año el sector se encuentra un 17% por encima de los niveles del año pasado, entre diciembre del 2020 y octubre del 2021 la actividad no ha avanzado nada. Es decir que toda la recuperación interanual es explicada por el efecto arrastre del segundo semestre del 2020. Como puede verse en el siguiente gráfico, la actividad industrial atraviesa un periodo de alta volatilidad, intercalando variaciones positivas y negativas, pero sin ningún avance a lo largo del año.

Como habíamos explicado en reportes anteriores, a medida que la normalización económica siguiera tomando forma, la dinámica de la actividad industrial no sería posible de mantenerse en ausencia de condiciones genuinas de orden macroeconómico. El impulso de la demanda agregada comenzaría a impactar en los sectores de servicios a medida que iban reabriendo y el impulso artificial que había tenido la actividad industrial en gran parte del 2020 iría perdiendo fuerza. Ese es en parte el fenómeno que explica que en los die meses del 2021 la industria no haya podido consolidar una tendencia creciente. Y esto ocurre aún en un contexto de amplia brecha cambiaria, fenómeno que incentiva al sector como forma de dolarización vía adquisición de bienes con componentes importados.

Observando la dinámica del mercado laboral se identifica un fenómeno similar. Por un lado, en términos de empleo registrado privado, aún no se ha logrado retornar a los valores normales previos a marzo 2020. Por el otro, en relación a la evolución de los ingresos reales, se observa un estancamiento en los últimos meses que expone que la recuperación de los primeros meses del 2021 no ha logrado mantenerse aún en condiciones de reaperturas de paritarias. En términos reales, los salarios del sector privado no logran sobrepasar de forma clara los 97.000 pesos constantes desde abril de este año. Esto significa que aún con negociaciones salariales, que en términos nominales han llevado a los salarios del sector privado a aumentar por encima del 50% interanual, y controles de precios varios no es fácil conseguir una recomposición del poder adquisitivo de los trabajadores.

Este comportamiento de variables relevantes de la economía argentina ha tenido lugar a su vez en un año que fue particularmente positivo desde las condiciones externas. Los precios internacionales de los productos exportados han tenido un gran salto que implicó un aumento de más de 10.000 millones en el ingreso por exportaciones a la economía local, los países socios comerciales han tenido fuertes recuperaciones respecto del año pasado y las condiciones financieras internacionales han sido inmejorables.

Difícilmente el año 2022 tenga todas o algunas de estas condiciones positivas. Los precios de los commodities están en buenos niveles, pero bastante menores a los del año pasado por lo cual no es esperable un efecto ingreso vía exportaciones, las condiciones monetarias y financieras pueden comenzar a tensarse más temprano que tarde dado el despertar de la inflación en Estados Unidos. Pero más allá de lo que tenga el mundo para ofrecernos, los mayores desafíos estarán adentro. Necesariamente el 2022 deberá ser un año de correcciones macroeconómicas ya sea en el marco de un acuerdo con el FMI o no. Lo único que cambiará esto es el orden y la magnitud del ajuste. Pero lo cierto es que sin previsibilidad y con la cuenta financiera cerrada, el gobierno se enfrenta a un escenario de “restricción externa” en el cual será imposible sostener el ritmo de recuperación de este año durante el 2022. Ni siquiera el 4% presupuestado luce posible hoy a la luz de los grandes desequilibrios acumulados. Ya no hay espacio para seguir forzando los motores de la macroeconomía (atraso tarifario y cambiario, cepos comerciales y financieros, controles de precios) que han permitido hasta el momento darle forma a una recuperación que se percibe muy tibiamente en la sociedad y que está pronto a acabarse.




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