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El panorama económico está convulsionado y los inversores lo saben

 El Gobierno profundizó todas las trabas para que el dólar no se escape, pero los inversores siempre encuentran una salida

El Covid-19 no se rinde. A pesar del avance mundial de la vacunación (ya hay 3.891 millones de personas con una dosis, el 49,9% de la población global), los contagios y las muertes acaban de volver a subir en la última semana de octubre.

Conscientes del problema (con los países más avanzados ya aplicando terceras dosis), las naciones desarrolladas reunidas en el G20 en Roma llegaron a una conclusión que tendrá efectos colaterales: la oferta de productos va saliendo del virus de manera más lenta que el consumo alimentado por la súper emisión de dinero y, para intentar compensar la ola de estímulos, los países desarrollados acaban de ponerle un impuesto global del 15% a las multinacionales, por lo que desalentarán la evasión a través de paraísos fiscales, imponiendo sistemas tributarios más justos, lo cual impulsó a las criptomonedas.

Como la emisión de efectivo se multiplica en todas partes, la relación del dólar global con otras monedas fue afectada: en los últimos siete días el billete verde subió 0,7% contra el euro, 0,5% contra la libra y el yen y 0,2% contra el yuan, no se movió contra el franco suizo y retrocedió 0,2% en Brasil y Chile, donde había tenido un fuerte salto en las semanas previas. Y a partir de ahora, mientras la Reserva Federal le advierte a Wall Street que en breve comenzará el tapering (la compra de US$ 120.000 millones por mes), los Fiscos retirarán del mercado una masa gigantesca de dinero que deberán entregar las multinacionales que tuvieron ganancias siderales durante los dos años encuarentenados.

El impuesto global

La decisión de fijarle más impuestos a las compañías más grandes ocurre porque las lentas aperturas van generando más actividad y las empresas no recuperan sus niveles de fabricación o de recepción de insumos con la misma velocidad. Por eso en octubre el petróleo voló 11%, hasta su nivel más alto en siete años. Hay metales básicos que están hirviendo, en niveles históricos, con el níquel saltando 9% en el mes y el cobre brincando 6,6%.

Expertos mundiales dicen que esta suba es transitoria, y que ya se ve con el aluminio, que rozó los US$ 3.200 a comienzos de octubre, con un cierre de US$ 2.735 el viernes pasado. Es algo parecido al pulso de los granos, que hicieron cumbre de nueve años en mayo, pero esos precios multiplicaron la siembra, los satélites ven por venir cosechas gigantes, por lo que en 5 meses la soja bajó de US$ 611 a US$ 454, el maíz declinó de US$ 304 a US$ 224 y solo el trigo sigue en una cumbre, en precios que no se veían desde 2012: US$ 284 por tonelada en Chicago.

¿Cómo hacer para seguir estimulando para que el consumo no decaiga sin agregar tanto efectivo a los mercados? La solución encontrada por los líderes fue bien peronista: sacarle a los que más tienen y, en vez de emitir, usar el dinero que se recaude para que la gente siga comprando cosas, hasta que los niveles de fabricación se adecúen a la salida del virus. Pero claro, esa decisión genera resquemor entre los inversores y las posiciones refugio en activos tradicionales cerraron octubre con mejoras: la onza de oro subió 1,5% (lo hacía más, hasta que Biden y Xi, los mayores tenedores de metal amarillo hablaron telefónicamente), pero la onza de plata saltó en el mes 7,6%. Y lo que entró en ebullición absoluta fueron las criptomonedas.

Octubre fue de las criptos

Sostenidas por la emisión del primer ETF (Exchange Traded Fund o fondo de inversión cotizado) del Bitcoin, la moneda estrella del panel, las criptomonedas tuvieron un octubre inolvidable: el Bitcoin y el Ethereum anotaron un salto mensual insólito del 42%, con miles de pequeños inversores participando de este tipo de inversión por primera vez en sus vidas, con la promesa de que alcanzarán valores que duplicarán o triplicarán los precios actuales, y que podrán mantenerse ocultos de los Fiscos depredadores, sin pensar en los riesgos que tienen esos valores, como fallas de cómputos, jaqueos, robos, vigilancia impositiva cuando se salga de la colocación o, la gran amenaza, cuando llegue la suba de tasas de interés, si es que se concreta.

Ya hay varios países que ya subieron sus tasas para frenar procesos inflacionarios muy inflamados. Brasil, por ejemplo, tenía su tasa a 10 años en el 6% anual y ahora está en el 12,2%. México la llevó de 5,6% a 7,5%. Nueva Zelanda pasó de 0,5% a 2,6%. Corea del Sur de 1,2% a 2,6%. Australia de 0,7% a 2,1%. Canadá de 0,5% a 1,7%. Y EE.UU. de 0,5% a 1,5%. Había cinco países en el mundo que hace unos meses tenían tasas a 10 años negativas: Francia, Japón, Holanda, Suiza y Alemania. En este momento los dos que siguen debajo de cero pero a punto de pasar del lado positivo son los suizos y los alemanes (Alemania tiene este mes una inflación anual del 4,5%, la más alta desde 1993).

La decisión de que se le hará un manotazo a las grandes multinacionales se conoció este fin de semana, por lo que hoy se verá en Wall Street cómo se tragan esa píldora los inversores. En las últimas sesiones se difundieron balances con ganancias enormes para muchas compañías y eso posibilitó que las Bolsas mundiales siguieran montadas encima de la espuma de la burbuja. En los últimos siete días el Nasdaq saltó 2,7%, Madrid mejoró 1,7%, Frankfurt 0,9%, el Dow Jones de New York 0,4% y Tokio estuvo 0,3% arriba. Las que no tuvieron el mismo impulso fueron las bolsas latinoamericanas: como los granos ya bajaron y se espera una descompresión en otras materias primas, con subas de tasas, las Bolsas de México y San Pablo acusaron una semana en baja, con 1,1% en descenso para los aztecas y 2,6% para los brasileños.

Ajuste internacional

Conocido todo el panorama internacional, que muestra condiciones de ajuste de cinturón, la situación del débil e inestable mercado argentino fue mucho más complicada. A dos semanas de las elecciones del 14 de noviembre, con chances de que el Gobierno pierda el control del Congreso, sin ningún tipo de avance concreto con el FMI, con repetidas recetas para aplacar la inflación por un instante (congelamiento de algunos precios hasta Reyes), con híper cepo cambiario y faltante de insumos importados para las fábricas, el mercado argentino tuvo caída para las acciones (del 3,8% en pesos o del 5,1% en dólares), descenso del 2,5% para los bonos, riesgo país récord pos canje de 1.712 puntos básicos y un brinco sin precedente para los dólares libres.

En línea con lo que hace Martín Guzmán desde que asumió, dividiendo a los enemigos para separarlos y dominarlos, el Gobierno fue poniendo limitaciones a todo tipo de operatorias para que los valores del dólar no se disparen. Y tomaron medidas que generaron una mueca en los operadores: le abrirán una caja de ahorro bimonetaria a los turistas que lleguen desde hoy para que vendan sus dólares a $180 depositándolos en un banco argentino, en vez de venderlos a $197 en el hotel donde se alojan.

Se sabe, el cepo está desde hace años, y en el último mes se pusieron siete condiciones para que no se puedan hacer operaciones grandes con el MEP y el CCL tradicionales, y se intervino con manos amigas el blue, que no es un mercado enorme. Así y todo, en medio del súper cepo, el Banco Central volvió a perder unos US$ 30 millones por día y los dólares alternativos, que se hacen negociando ADR, Cedears o criptomonedas saltó hasta 207 pesos con una suba semanal del 3,5%, más que el 2,7% que paga el plazo fijo en todo un mes.

La reacción de los inversores

Con ese cuadro, el gran problema ya no es el valor del dólar, ni el IPC de octubre que dará a conocer el Indec tres días antes de la elección (Juan Manzur tuvo una reunión a solas con Marco Lavagna y eso inquietó mucho al mercado), sino el cúmulo de vencimientos que tiene el Gobierno: US$ 7.600 millones con el FMI hasta febrero y $1,2 billones en bonos emitidos bajo el propio Gobierno de Alberto, con la última licitación sin conseguir lo que se necesitaba y con otro llamado para colocar deuda el jueves de esta semana.

El verdadero inconveniente es que muchos inversores se están inquietando y están sacando depósitos de los bancos, en dólares y en pesos. Por ahora no es una movida importante, se están yendo los más conocedores, los que no tienen cultura financiera miran otras cosas. Y el gran riesgo es que 9 de cada 10 depósitos que hay en los bancos no están allí, sino que se recolocaron en Leliq o pases. Están en el Banco Central. Si se cancelan depósitos en dólares, bajan las reservas. Y si se cancelan depósitos en pesos, alimentarán al dólar o a la inflación.

Con este cuadro de situación, sin que importe el resultado de las elecciones, sin avances con el FMI y con movimientos sociales cada vez más grandes y algunos con signos de violencia, los analistas empiezan a decir que la manada de inversores está inquieta y los que más saben acaban de romper el corral. Salen porque ya sufrieron lo que piensan que viene. Son personas que vivieron corralitos, planes Bonex, reperfilamientos de pagos, o cosas parecidas. La situación no es sencilla y si el Gobierno no acuerda con la oposición para dar un mensaje claro y contundente, hay posibilidades de que la suba que tuvo el dólar en los últimos días sea apenas una anécdota.

Fuente: El Econoimista