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Tres señales que marcan el fin de los intermediarios financieros

 

Especial de Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación

Sucedió muchas veces en la historia de la humanidad: un imperio que parece invencible se duerme en los laureles, se muestra indiferente a los reclamos que llegan de abajo y exprime al máximo a sus conquistados. A la corta o a la larga, termina cayendo con una rebelión del pueblo.

Esta misma dinámica está sucediendo en el mundo de las finanzas. Ocurre como suelen darse estos acontecimientos: primero en forma gradual y, finalmente, de golpe.

En la columna de hoy presentaré los argumentos que me permiten sostener que estamos asistiendo al fin de la era de los intermediarios financieros (bancos, sociedades de Bolsa, calificadoras de riesgo, etc.), en un proceso que comenzó hace más de una década y se ha tornado imparable.

Al cierre, les diré cómo sacarle provecho a esta oportunidad histórica.

Primera señal: los bancos de EE.UU. no aceptan más dinero de sus clientes.

Estados Unidos atraviesa una crisis. Sí, una crisis de hiperliquidez que cambia las reglas de juego y lleva a los bancos a solicitarles a sus clientes que lleven sus depósitos a otro lado, puesto que se encuentran tapados de dinero y no saben qué hacer con él.

Esta situación inédita es consecuencia de la gigantesca emisión monetaria que la FED (el Banco Central estadounidense) puso en marcha desde el inicio de la pandemia y que se refleja en un dato difícil de creer: más del 25% de todos los dólares que hay en circulación en el mundo fueron emitidos en el último año.

El cuadro se agrava por el exceso de regulaciones que se implementaron tras la explosión de la burbuja de las hipotecas subprime en 2008. Estas regulaciones limitan las inversiones que los bancos pueden realizar con el dinero de sus clientes.

Como el agua en una inundación, semejante masa de dinero busca decantar, pero el sistema financiero tradicional no tiene capacidad de absorberla, sobre todo porque la FED mantiene deliberadamente bajos los tipos de interés y las tasas de los préstamos interbancarios caen a niveles cercanos a cero, lo que deriva en bajísimos intereses o incluso intereses negativos para quienes depositan dinero en los bancos.

El perjuicio es evidente: si depositan el dinero a tasa cero, la inflación declarada por EE.UU. en torno al 2,4% anual (el máximo nivel en más de una década) comienza a devaluar los ahorros.

Así es como vemos a un creciente número de ahorristas convirtiéndose en inversores sin demasiada información y jugando apuestas en la Bolsa, donde la reflación de activos (suba de precios de acciones) lleva a muchos analistas a advertir burbujas en cada vez más papeles, que operan como si fueran a multiplicar sus ingresos y ganancias de manera sideral en los próximos años.

Así es, también, como surgen oportunidades muy interesantes, aunque no libres de riesgo y alta volatilidad, como el Bitcoin y las finanzas descentralizadas (DeFi).

Segunda señal: las acciones de los bancos valen casi lo mismo que hace 14 años

El mercado bursátil nos regala pistas que no podemos ignorar. La que refiere a la cotización de los bancos es una de ellas.

El ETF XLF (Financial Select Sector SPDR Fund), que replica el comportamiento de las acciones de los principales referentes del sector financiero tradicional (bancos y sociedades de bolsa) en EE.UU., cotizaba hacia mediados de 2007 a unos 31 dólares por acción. Hoy se negocia a 33 dólares, lo que habla de un rendimiento anual inferior al 0,5%.

Claramente, el mercado no parece entusiasmado con el sector y su capacidad de generar ganancias en el mediano y largo plazo. El letargo de estas acciones sorprende en medio de una situación de bonanza económica de la primera potencia mundial y contrasta con la evolución de otros papeles en Wall Street, especialmente los vinculados con la innovación tecnológica.

Ahora bien, contrasta aún más con el crecimiento de competidores de las finanzas tradicionales como el Bitcoin y los nuevos protocolos de DeFi. Binance, Exchange de criptomonedas, ha pasado de una valuación de mercado de 0 a 35 billones de dólares en apenas 4 años. Desde 2009 a esta parte, el bitcoin pasó de cero a casi un trillón de dólares, mientras que las DeFi (que en su mayoría no tienen más de 2 años de vida) ya acaparan fondos invertidos de casi 40 billones de dólares.

Como puede observarse, mientras las acciones de los bancos hibernan, los activos digitales se apoyan en una tecnología de vanguardia como la blockchain para atraer el interés (y el capital) de los inversores devolviendo en muchos casos ganancias fabulosas.

Tercera señal: un grupo de foristas organizados ponen de rodillas a los hedge funds

La saga de GameStop (GME) reveló el poder conjunto de la tecnología y la organización: cuando un grupo de inversores minoristas unieron fuerzas pudieron aguarle la fiesta a los hedge funds (fondos de cobertura o de inversión libre) y a los buitres que estaban apostando a la baja de las acciones de la cadena de venta de videojuegos en formato físico.

El desenlace de esta batalla, que encontró a los minoristas comprando los papeles y contagiando a miles en su afán alcista, sorprendió al mundo entero: RobinHood, el broker online de moda entre los millennials, debió borrar con el codo lo que escribió con la mano acerca de la libertad y la gratuidad de la operatoria y les prohibió a sus clientes que siguieran comprando acciones de GME para salvar de la quiebra a los hedge funds bajistas que, indirectamente, son grandes clientes del broker en el mercado de “payment for order flow” (beneficio que reciben los brokers por enviar las órdenes de compraventa de acciones de sus clientes hacia determinados mercados).

En los próximos meses los representantes de RobinHood deberán presentarse en la Justicia para hacer frente a las demandas de sus clientes por la inédita prohibición de compra de acciones de GME y la pérdida económica que les ocasionó con su decisión.

Conclusión

Podríamos seguir enumerando argumentos para una situación que puede resumirse de la siguiente manera: los intermediarios financieros les han quitado las ganancias a sus propios clientes (los inversores individuales) en los últimos años, al mismo tiempo que les trasladaron los riesgos de las operaciones que las propias entidades financieras realizan con dinero prestado.

Esta situación derivó en la aparición de nuevos actores que utilizan tecnologías de vanguardia para transformar los negocios y quedarse con las ganancias de la banca tradicional.

Las fintech primero, el bitcoin después y actualmente las DeFi son un claro ejemplo de esta evolución cualitativa y cuantitativa.

¿Y por casa cómo andamos? Mercado Libre (de la mano de su joya financiera, Mercado Pago) tiene actualmente una capitalización bursátil superior a los 70 billones de dólares, lo que equivale a 7 veces la capitalización de todos los bancos locales juntos.

Siempre que la historia da un giro drástico y aparece un punto de inflexión, las oportunidades se vuelven realmente grandes, especialmente para quienes logran abstraerse de la volatilidad de corto plazo e invertir pensando en el mediano y largo plazo, con un horizonte de 5 a 10 años.

Las fintech, el bitcoin y las DeFi seguramente seguirán comiéndole rentabilidad y clientes a un sector financiero tradicional que parece carecer de argumentos válidos para sostener y fortalecer sus negocios. Les cuesta innovar y, sobre todo, prefieren mantener las viejas estructuras a derribarlas y construir nuevas, más atractivas y ventajosas para los depositantes.

Realizar una lectura responsable y seleccionar los sectores con mayor potencial dentro de los nuevos sectores tecnológicos aparece como un imperativo para toda persona que desee subirse a la ola del cambio. ¡Todavía están a tiempo! ¡Falta mucho para llegar a la otra orilla!