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¿Se termina la paz para los precios?: economistas prevén que el próximo dato de inflación puede ser el último "festejable"

Son días raros los que corren en esta pandemia: llegan noticias como, por ejemplo, que el Fondo Monetario Internacional, eterno guardián del equilibrio fiscal, ahora les recomienda a los gobiernos no apresurarse a aflojar con el gasto público.
De manera que los heterodoxos se encuentran con la extraña situación de que, por una vez, coinciden con el último documento del FMI en que no hay que ser tímidos a la hora de gastar. Pero no es lo único raro en materia económica: en Argentina, una de las cuestiones más extrañas es la calma en el plano de la inflación, justo cuando la emisión monetaria bate récords.
Este miércoles el Indec dará a conocer el dato de junio, y –si se ubica en línea con los cálculos de las consultoras privadas- el resultado sería de un IPC de 1,6%, lo cual para los parámetros argentinos es un número muy bajo. De hecho, en marzo –último mes "normal"- el registro había sido de 3,3%.
Además, sería el tercer mes consecutivo de inflación baja. Y si ese nivel se mantuviera a lo largo del año, entonces el 2020 terminaría con una inflación en torno al 25%, aproximadamente la mitad de la inflación del año pasado.
A primera vista, sería un motivo de festejo: todo indica que se está cumpliendo la previsión de los economistas heterodoxos, en el sentido de que una gran emisión monetaria y un déficit fiscal récord no necesariamente llevan a un descontrol de los precios.
Y sin embargo, nadie parece muy convencido de que la situación sea sostenible. No por casualidad, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) marca que la expectativa es que el año termine con una inflación de 40%.
De hecho, ya hay advertencias en el sentido de que junio podría ser el último mes de baja inflación porque el mes próximo ya se empezaría a notar las tensiones de una economía con inconsistencias.
Por caso, un informe de la administradora de inversiones SBS prevé que en julio y agosto ya se volverá a niveles de entre 3% y 3,5%, mientras que a partir de septiembre se ingresaría en una fase de aceleración, con subas de precios en torno de 5% anual.
También la consultora Economía & Regiones advierte que "habrá que esperar más devaluación y mayor aceleración inflacionaria en los próximos nueve meses" y recomienda seguir con atención el comportamiento del público respecto de los plazos fijos en pesos. A partir del momento en que los ahorristas marquen una retracción, entonces podrá venir una escapada del dólar blue y un aumento de la inflación.
Por su parte, Fausto Spotorno, economista jefe del estudio Ferreres, calificó la situación actual como de "falsa estabilidad" y también prevé que en el correr del segundo semestre los problemas macro pasarán factura.
La expansión monetaria no se vio reflejada en las góndolas, pero los economistas creen que el impacto llegará en el corto plazo
La expansión monetaria no se vio reflejada en las góndolas, pero los economistas creen que el impacto llegará en el corto plazo


El diagnóstico sobre por qué, después de haber volcado al mercado un billón de pesos, se mantiene la calma inflacionaria parece claro, y es un punto en el que están de acuerdo los economistas de todas las tendencias: en plena cuarentena, aumenta la predisposición del público a quedarse con billetes que en otras circunstancias se habría sacado de encima.Se viene el "clic" en la actitud del público

Al decir de Juan Ignacio Paolicchi, analista de la consultora Eco Go, la explicación reside en "controles de precios, tarifas congeladas, una puja distributiva anestesiada y una demanda de dinero que se sostuvo durante junio producto de las restricciones y la escasa movilidad de la cuarentena".
Dicho en jerga técnica, cae la velocidad de circulación del dinero, y eso le quita presión a los precios. Pero las coincidencias terminan a la hora de pronosticar cómo seguirá el tema. Es allí donde los más críticos al Gobierno advierten sobre lo insostenible de la situación actual.
El siempre influyente Ricardo López Murphy señaló en una entrevista con La Nación que la emisión monetaria hace prever "un problema muy serio" ni bien se flexibilícela cuarentena. "Si me dicen que esto es transitorio y hay un programa para retirarla cuando salgamos de la pandemia, ahí tendría menos preocupación. Pero no veo que esté esbozado ese programa fiscal y monetario de estabilización".
Algunos apuntan a que todo es una cuestión de "timing", porque no es que la emisión no tenga impacto, sino que existe un lapso entre el momento que el dinero sale de "la maquinita" y el momento en que se nota la repercusión en las góndolas. Spotorno recuerda que la tradición argentina es que ese lapso es de 12 meses.
Pero ese lapso puede variar. De hecho, en momentos de hiperinflación, se había acortado el tiempo del impacto a apenas tres semanas. Ahora hay ciertos factores que enlentecen los "canales de transmisión". Básicamente, los controles al dólar y el congelamiento de tarifas.
"Pero el margen para sostenerlos en el tiempo parece muy limitado sin reservas ni fuentes de financiamiento adicionales a la emisión monetaria", advierte el reporte de SBS.
Y hay quienes creen que un elemento clave para ese cambio de actitud del público lo podría estar fomentando el propio Gobierno. Porque entre los planes para reactivar la economía figura un aliciente al consumo, a través de programas como el Ahora 18.
Esto, en la visión de algunos analistas, podría hacer que la velocidad de circulación del dinero aumentara hasta un nivel no deseado. O, dicho en otras palabras, que la demanda por los pesos cayera, de manera que los precios volvieran a subir aceleradamente.
Según Salvador Di Stefano, el Gobierno se enfrentará a un dilema: dejar el dinero en la calle o retirarlo.

"Si lo deja, cuando superemos las cuarentenas seriales, la gente no tendrá tantas ganas de tener el dinero en mano, comenzaría a gastarlo y ante bajos niveles de producción los precios subirían", argumenta. Pero advierte que la otra opción tampoco saldría gratis.
"Si el Gobierno sigue retirando el dinero de la calle vía Leliq o pases, calmaría la suba de precios, pero la consecuencia de esta medida es que tendrá que ofrecer tasas más elevadas para absorber esos pesos, y con una medida como esta hipotecaría el crecimiento económico futuro", observa.
En la misma línea, la economista Victoria Giarrizzo, en entrevista con iProfesionalse mostró preocupada por los planes de consumo: "Vas a fogonear precios con el costo financiero de esos programas y endeudar más a los hogares". 
El fomento al consumo como forma de reactivar la economía podría implicar la aceleración de precios, advierten analistas
El fomento al consumo como forma de reactivar la economía podría implicar la aceleración de precios, advierten analistas

¿Remedios peores que la enfermedad?

En definitiva, lo que los economistas están percibiendo es que los factores que hasta ahora frenaron la aceleración inflacionaria son transitorios, pero que no los queda mucho tiempo para mantener efecto.
El informe de SBS destaca que los pasivos monetarios del Banco Central –es decir, el dinero de la economía- ya están en un nivel de 17% del PBI y que para fin de año llegarían al 19%, cuando durante la última década el promedio fueron de 13%. Pero indica que, para peor, gran parte de esos pasivos no son billetes en circulación sino títulos por los que se deberá pagar interés, lo que hace que la situación pueda agravarse con el paso del tiempo.
En esas situaciones, la respuesta instintiva de todo funcionario argentino es aplastar al dólar para utilizarlo como variable ordenadora que transmita confianza. Sin embargo, también en ese punto los analistas creen que hay un arma de doble filo.
Por un lado, un tipo de cambio "anestesiado" que se mueve a razón de 0,09% por día, contribuye a la sensación de estabilidad, al punto que la encuesta del REM prevé para el 2021 una devaluación cinco puntos por debajo de la inflación.
El titular del Central, Miguel Pesce, se aferra a su política de cuentagotas, haciendo oídos sordos a las recomendaciones públicas de gente como Carlos Melconian, que le dice: "Vos deslizá".
Pero, al mismo tiempo, muchos ven con desconfianza la lentitud a la que se mueve el dólar, porque creen que también ahí puede haber un elemento que genere expectativas negativas. Y que, en definitiva, afecte la inflación.

"El esquema de ancla cambiaria al estilo crawling peg no es consistente ni con la política monetaria, porque la tasa de devaluación es muy inferior a la tasa de expansión monetaria, ni con el resto de los objetivos de la política económica", dice SBS.
Por otra parte, hay quienes creen que, en su afán de cuidar las reservas, el Banco Central genera un efecto inflacionario al maximizar las restricciones al dólar. La explicación es que, dado que hay empresas a las que la imposibilidad de importar al tipo de cambio oficial les implica un aumento en los costos, lo terminan trasladando a precios.
"Las nuevas restricciones del Banco Central podrían tener un impacto inflacionario, en la medida que las cotizaciones paralelas se tornen más relevantes para tomar decisiones de precios", afirma Ecolatina, que afirma que ya se empezó a notar ese efecto en junio, en rubros tales como equipos de electrónica.

Malas señales de la macro

Pero sobre todo, lo que genera preocupación es la persistencia de problemas estructurales de fondo. Cada vez la proyección de déficit fiscal es mayor, y cada vez con mayor financiación del Banco Central. Y la "bola de Leliq" que crece en la medida que se intenta retirar liquidez.
De manera que, aunque suene extraño, cuanto más tranquila parece la situación presente, más mala onda son los pronósticos a futuro. Algo así como si se estuviera conteniendo una olla que inevitablemente explotará.
Un informe de Economía & Regiones lo plantea con crudeza: proyecta que el déficit fiscal primario podría llegar a un impactante 9% del PBI hacia fin de año, al tiempo que la base monetaria crece a un 33,9% en términos reales.
"Hay caída del nivel de actividad presente y esperado a futuro, lo cual muestra que el sistema de precios todavía no ha empezado a hacer su trabajo, es decir; la inflación se tiene que acelerar", afirma la consultora que dirige Diego Giacomini, que advierte que la primera señal de problemas estará una escapada del dólar blue.
El panorama, en definitiva, es preocupante, aunque no deja de haber una parte positiva: ya nadie habla del riesgo de una "híper" ni de reeditar traumas históricos como el "Rodrigazo" de 1975.
De hecho, la mayoría de las consultoras argumentan que no hay condiciones para pensar en una inflación de tres dígitos en Argentina, aunque sí en un contexto de inflación alta por un tiempo prolongado.
De momento, hay que disfrutar una calma que está destinada a no durar.



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