La colección de inconsistencias en la política económica actual se va ampliando. La emisión de pesos en mayo fue casi como la recaudación de impuestos: $ 430.000 millones contra $ 449.000 millones.
La inevitable presión que ese desborde monetario genera sobre el dólar, sobre los diferentes tipos de cambio, se combate con mayores controles. A las empresas que necesitan importar se le traba el acceso al dólar oficial. Pero también les está trabado el acceso al dólar MEP o "contado con liqui" lo que exacerba la recesión.
Algunas de esas empresas, como las informáticas o de software, fijaron este mes sus precios de venta a un dólar "celeste", mezcla de blanco y azul. Aseguran esos precios, en julio, si no quitan las trabas a importadores, irán en aumento hasta reflejar el valor del "blue".
En una videoconferencia celebrada el jueves entre directivos del Banco Central, empresarios de la Unión Industrial Argentina y el secretario de Industria Ariel Schale se trató infructuosamente de remediar el daño que genera la circular 7030 del BCRA que restringe el acceso de empresas al mercado cambiario oficial. Pero lo más llamativo fue lo sucedido cuando empresarios narraron sus afecciones, con aumentos de precios de proveedores.
"¿Quién aumentó? ¡Denme nombres!" exigió Schale a la UIA con el objetivo de cargar inmediatamente sobre ellos. No se dieron nombres, pero el hecho sirve para reflejar el "Régimen del Terror" que ya se esboza en el mercado cambiario y productivo. Sólo faltaría que se disponga la pena de muerte a quien atesore o rompa la paridad cambiaria como sucediera entre 1793 y 1794 en Francia.
La visión oficial del desborde monetario es simple: "los pesos que se emiten ahora se van a reabsorber cuando finalice la pandemia". El M2 privado (circulante, dinero de bancos en el BCRA, cuenta corriente y depósitos a corto plazo) está creciendo en junio a más del 100% interanual. En abril pasado lo hacía al 60% interanual. No habrá ningún freno súbito, o sudden stop en lo que a emisión de pesos se refiere.
Las medidas de auxilio social dispuestas por el gobierno son fáciles de implementar, pero difíciles de remover. El IFE equivalente a $ 10.000 es muy complejo de revertir, más cuando el fin de la pandemia o la cuarentena no traerá aparejado un boom de la economía. Lo mismo con el ATP, que esta semana casi dos millones de empleados verán acreditar en sus cuentas sueldo. Lo más probable, entonces, como siempre ha ocurrido en la historia económica argentina, es que esos beneficios terminen siendo licuados por la inflación de los meses siguientes.
Pero retornando al proyecto oficial, ¿cómo hará el BCRA para reabsorber los pesos emitidos? ¿Llevará la tasa arriba del 50-70% como en las épocas asfixiantes de Sandleris en el BCRA? Difícil de creer. Si el BCRA lo hiciera, además, volvería a hablarse de la bola de nieve de las "Leliq" y la inflación a futuro que sobrevendría por el déficit cuasifiscal del BCRA. Es peor el remedio que la enfermedad. El óptimo, tan bueno como surrealista, sería que el Tesoro Nacional devuelva al BCRA esos adelantos o transferencias de utilidades. Pero ello es ciencia ficción.
Por ello es que todos los caminos conducen a una alta inflación en los próximos meses. La obsesión del gobierno de no afectar el tipo de cambio oficial puede ampliar los efectos a futuro. La idea de un desdoblamiento cambiario, más lógica en el actual contexto, no es contemplada por el BCRA. Como en los últimos meses de la gestión de Mauricio Macri, se prefiere apostar e ilusionarse con la sostenibilidad del tipo de cambio oficial.
¿Traerá el acuerdo con los bonistas una pax cambiaria? Puede que por unas semanas aporte cierta estabilidad, aunque el ritmo de impresión de billetes puede hacer ese efecto efímero. Por lo pronto, siguiendo con la negociación en modo "cámara lenta" que lleva adelante el ministro Guzmán, esta semana se presenta la enmienda de la oferta, se lo publica en el Boletín Oficial, se negocia un nuevo acuerdo de confidencialidad con los grupos de acreedores, y en paralelo se busca limar la diferencia de cinco dólares entre las partes.
La sostenibilidad de la deuda sigue siendo el slogan oficial cuando en realidad con la alta presión impositiva no hay sostenibilidad posible con las inversiones contadas que pueden arribar al país. En el interín, el cortísimo plazo, el que posee pesos se refugia en dólares o bienes que aún están a un precio en función al tipo de cambio oficial, ya sean autos, motos, bicicletas, relojes, champagne. Lo que no fluye por lo financiero, se escapa por lo comercial.
El temor en definitiva es que se esté engendrando un "Rodrigazo", o un "Rodriguito" con precios y tarifas congelados, déficit fiscal en aumento y financiado con emisión. En 1975, con Celestino Rodrigo, el dólar comercial paso de $ 10 a $ 26. Aparenta hoy ser demasiado un salto de esa proporción en el tipo de cambio oficial. Pero esa impresión es de hoy. Cada mes que transcurre en la economía argentina es un cambio sustancial respecto al anterior.
Lo que está claro es que en las próximas semanas el accionar oficial pasará por ir abriendo de a poco, discrecionalmente, los pagos a importadores. Quizás retornen las ganancias para funcionarios que tengan con su firma, la arbitrariedad de decidir a quién sí y a quién no se le da la luz verde importadora. Como sucediera entre 2012 y 2015, cuando esa firma valiosa la tenía un actual ministro.
Guillermo Laborda
