Cientos
de artículos y decenas de libros en todo el mundo rememoran uno de
los cinco hechos históricos más importantes del corto siglo 20: la
revolución de “Octubre Rojo” en Rusia. La alusión a
“siglo corto” la hacemos porque así está caracterizado por el
historiador Hosbawm, quien considera la revolución de 1917 como el
inicio del siglo y la simbólica caída del muro en 1989 como su fin.
Los
inicios del comunismo se encuentran en Marx quien elaboró la idea en
1848 (Manifiesto comunista) y luego Lenin fue el primero que la llevó
al campo de un modo integral. Comenzó entonces un sistema que
enamoró a lo largo del siglo a intelectuales, políticos, obreros y
algunos pocos militares. Joseph A. Schumpeter pensó que era el
sistema que se iba a imponer en el mundo y nunca fue él precisamente
un socialista.
Algunos
como Juan Pablo II vieron semillas de verdad en el comunismo
vinculadas con la inclusión social, aunque también fueron críticos
de primera mano por haber vivido bajo la tiranía roja en Polonia.
¿Cómo
haremos para gobernar la enorme Rusia nosotros los bolcheviques si
somos tan pocos?, planteaba Lenin en 1917. Su período a cargo
fue corto debido a su muerte en 1924. Lo sucedió el sanguinario
Stalin quién asoció al marxismo con muerte, gulags, violencia y
tortura, lejos de la utopía de paz y fraternidad universal.
Muchos
intelectuales se adhirieron a un marxismo de buenos modales
(recordemos a Ernesto Sábato en nuestro país). Gramsci planteó la
revolución marxista desde la transformación cultural en sus
Cuadernos de la cárcel. El marxismo también se infiltró en la
Iglesia Católica en diversas propuestas, una de ellas la teología
de la liberación.
En
la posguerra el mundo se dividió en dos bandos. El comunismo avanzó
sobre la mitad de Europa y desafió a los regímenes existentes en
los patios traseros del planeta.
China
arrancó con su propio modelo comunista diseñado por Mao. Este
régimen duró 30 años hasta la renovación del sistema en 1978 con
Den Xiao Ping. Con matices, el sistema fue siempre autoritario.
Finalmente, China evolucionó hacia el capitalismo que conocemos con
resabios de comunismo por la falta de democracia y de libertad de
expresión.
El
patio trasero de nuestra propia región fue atacado por muchas
“sirenas” marxistas. En Cuba, la revolución suscitó
muchos seguidores que escuchaban por radio con emoción a los
guerrilleros de Sierra Maestra opuestos al tirano Batista. Los
líderes cubanos fueron asesinos, torturadores y no cumplieron con
sus promesas de libertad. Fidel y el Che, tan admirados, fueron
personas sin valores y llenos de contradicciones. Influyeron en
tantos jóvenes en nuestro país que tomaron las armas, incluso en
democracia, por la patria socialista. En Tucumán y en todo el país
murieron muchas personas en combates abiertos o en los campos de
concentración orquestados por la represión asociada al terrorismo
de estado. En esos tiempos se quemó parte de una juventud a la que
Perón le hizo un guiño en la década de los 60, cuando el líder
máximo del país apostó por la resistencia socialista mandando
flores a los entierros de guerrilleros muertos o alentándolos a la
revolución.
El
balance de esa década, los 70, en la cual nuestro país apostó por
el socialismo fue nefasto y constituye una micro guerra civil que
todavía nos divide por que las emociones durarán por varias
décadas. Afortunadamente en nuestro país se evitó una tiranía
roja en parte gracias a los sindicatos peronistas que evitaron
la infiltración del comunismo.
Hasta
los años 80, el comunismo en el mundo parecía firme y temible pero
de repente se desplomó. El régimen soviético en particular tuvo un
vacío antropológico que lo llevó a su disolución. Este punto
central es comentado con nitidez por Juan Pablo II en la encíclica
Centessimus Annus de 1991. Los costos para la sociedad de haber
vivido en un sistema tan perverso no fueron inocuos.
Los
resultados económicos del marxismo en el poder han sido muy
pobres. En el comunismo no hubo ni innovación, ni calidad. Hoy en
día Rusia es una economía de desempeño económico mediocre.
La
economía de mercado es superior en lo que a asignación de bienes y
servicios se refiere respecto al cálculo socialista, según
se demuestra en el clásico debate Lange vs. Hayeck. La sociedad
anónima democratizó al poder concentrador de la propiedad y no
se dio la anunciada tiranía del capital.
Marx
pretendió que la filosofía cambie la historia. Lo consiguió, pero
los efectos no fueron precisamente positivos. El sueño del paraíso
del proletariado no se alcanzó con el comunismo. El capitalismo
con todos sus defectos redujo drásticamente la pobreza en los
últimos 70 años, con héroes anónimos y no con dictadores como
Stalin, Castro, Chávez o el líder actual de Corea del norte.
El
desafío para el siglo 21 es que más países adopten la democracia.
Hoy hay 50 dictaduras y 150 regímenes de economía de mercado con
sentido social. Aprender de algunas semillas de verdad del socialismo
para incorporar al capitalismo es valioso. Siempre quedarán
nostalgias del marxismo humanista. La historia aún no lo ha
experimentado.
Eduardo Luis Fracchia
Director Área de Economía – IAE Business School