Por
Jorge R. Enríquez
Se
impuso por el 66,1% de los votos contra el 33,9 que obtuvo Marine Le
Pen. Hubo un 25,44% de abstenciones y numerosos votos en blanco o
nulos, lo que es normal que ocurra en un ballotage.
La
carrera de Macron fue vertiginosa. Luego de trabajar exitosamente en
la banca Rothschild, en 2012 fue uno de los asesores económicos del
presidente Hollande. En 2014 fue designado por este Ministro de
Economía, cargo al que renunció dos años más tarde, en 2016.
Entonces
formó un partido político y en solo un año se consagró, con
39 años, como el presidente más joven de la historia francesa.
Son
muchos los desafíos que esperan a este filósofo y politólogo, con
estudios de posgrado en la prestigiosa Ecole Nationale
D´Administration (ENA), de la que egresó como inspector de
finanzas.
Deberá
ejercer con esfuerzo y talento lo que Mauricio Macri llamó "el
arte del acuerdo", ya que su novel partido lejos estará de
contar con la mayoría en la Asamblea. Macron logró el apoyo en
estas elecciones de varios importantes dirigentes del Partido
Socialista y de sectores de centro derecha, pero no podrá
computarlos como aliados incondicionales.
De
todas formas, el sistema semipresidencialista francés es más apto
para formar coaliciones de gobierno que el presidencialista. En
Francia, a diferencia de este último, hay un primer ministro
designado por el Parlamento, que es responsable ante la Asamblea y
necesita su confianza para poder gobernar. Pero no es un
parlamentarismo puro, porque el presidente no es una mera figura
protocolar, que puede jugar un rol arbitral en ciertos casos, sino
que dispone de un poder efectivo.
Cuando
presidente y primer ministro pertenecen a la misma corriente
política, el sistema tiende a funcionar como un presidencialismo.
Cuando esos roles son ejercidos por personas de distintas –y aun
opuestas- pertenencias partidarias, se da lo que Maurice Duverger
llamó la “cohabitación”. Pero estas categorías correspondían
a un bipartidismo moderado. El nuevo escenario, de gran
fragmentación, se irá delineando sobre la marcha.
Además,
a Macron le toca presidir un país que ha quedado muy dividido. Sus
posturas centristas le permitieron ganar las elecciones, sumando
votos de izquierda y derecha moderadas, por el temor a que partidos
extremos de una punta y otra del espectro ideológico se alzaran con
la presidencia, pero el tercio de votantes que respaldó el
nacionalismo populista de Le Pen es una alarma acerca de una
situación económica y social complicada.
Con
Macron, Francia evita caer en la ola de populismos que atraviesa
Europa. No habrá retiro de la Unión Europea, pero las causas que
motivan el malestar social permanecerán, salvo que la economía se
reactive significativamente.
Además
de su juventud, Macron no pertenece a ninguno de los partidos
tradicionales, lo que es otra novedad en la Quinta República.
Falta
conocer cómo se compondrá la Asamblea. Luego, cuáles serán las
políticas concretas, porque sus promesas electorales, si bien lo
situaban como un republicano, fueron más bien vagas.
Pero
su triunfo es una buena noticia para Francia y para el mundo.