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La amenaza de los populismos invade la Unión Europea

Contra todo pronóstico, Reino Unido ha tomado la decisión de abandonar la Unión Europea. Este veredicto amenaza con provocar un terremoto político por todo el continente y alimentar el euroescepticismo, que a través de los partidos populistas está ganando fuerza en una quincena de países de cara a un 2016 y un 2017 repleto de citas electorales.


La política y la economía siempre han ido de la mano, pero en los últimos años este vínculo se ha estrechado más que nunca. Las dos últimas olas de inestabilidad geopolítica en los países emergentes (el llamado Tsunami silencioso y la Primavera Árabe) estallaron en ambos casos cuando el índice de alimentos de la ONU batió máximos históricos, creando inflación y precariedad. La crisis financiera en EEUU abonó el terreno para la aparición del Tea party y causó una polarización política que a punto estuvo de llevar al país al default técnico durante la negociación sobre el techo de deuda. Y desde la crisis de deuda de 2010 Europa lucha por contener el auge del populismo.
Bruselas ha sido criticada en numerosas ocasiones por su pobre gestión de la crisis económica: con una subida de tipos en plena recesión, innumerables reuniones del Eurogrupo sobre el rescate de Grecia que acabaron en callejones sin salida, las constantes pegas de Alemania, unas políticas monetarias expansivas que llegan con años de retraso y una crisis de los refugiados que está lejos de haberse revuelto. El descontento ciudadano hacia esta gestión económica ha derivado en una ola de euroescepticismo que está inundando Europa.
Esta semana, Bruselas perdió una batalla clave en su lucha contra este euroescepticismo. El histórico divorcio con Reino Unido abre un peligroso precedente en un momento en el que los partidos populistas, partidarios de abandonar Europa, están ganando fuerza por todo el continente, no tanto por ofrecer soluciones a la crisis, como por canalizar el voto de castigo.
Las elevadas tasas de desempleo, la precariedad laboral, las dificultades de la banca, la corrupción política y la crisis de los refugiados han sido el caldo de cultivo perfecto para la aparición de partidos populistas tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, que han canalizado el descontento de la población. El verdadero acierto de estos partidos ha sido transmitir una imagen de juventud, regeneración y transparencia, aunque en la práctica no se haya traducido en nuevas fórmulas para crear riqueza, industria y empleo; o en cualquier tipo de solución real para los achaques políticos y económicos que sufre la vieja Europa.
Los mercados, a los que tradicionalmente nunca les ha importado demasiado la política, miran con cierta preocupación a estos movimientos, contrarios a la austeridad o a la pertenencia a la UE. Aún está fresco el caso de Grecia, donde la llegada al poder de Syriza no supuso el apocalipsis que muchos auguraban (o tan siquiera un cambio del status quo), pero sí dificultó notablemente las negociaciones con Bruselas, lo que acabó causando quebraderos de cabeza a los inversores y meses de inestabilidad para las bolsas.
Gráfico interactivo: La extrema derecha y la izquierda populista se extienden por Europa
En los países del sur de Europa, los más afectados por la crisis y los que han sufrido con mayor dureza las medidas de austeridad, los partidos de izquierda populista han ganado terreno no tanto por méritos propios, como por la abrumadora pérdida de credibilidad de sus rivales. En España, que este domingo encara sus segundas elecciones tras seis meses de ingobernabilidad, Unidos Podemos se ha afianzado en las encuestas como la segunda fuerza política, por delante del PSOE. En Italia, el futuro político de Matteo Ranzi, líder del Partido Democrático, peligra tras su derrota en las elecciones municipales frente al Movimiento 5 Estrellas y de cara a un referéndum sobre la reforma de la constitución en octubre cuyo resultado es algo incierto. Ranzi ya advirtió de que dimitiría si los ciudadanos no daban el sí a esta reforma.
La popularidad de este tipo de partidos preocupan a los mercados, no tanto por ninguno de los puntos de su programa, como por la ausencia de propuestas económicas creíbles: son contrarios a las medidas actuales de austeridad (con razón o sin ella), pero no tienen ningún plan B para contener el déficit o la deuda, más allá de las esperanzas en que el crecimiento supere las previsiones en un entorno de desaceleración. Los inversores institucionales temen que a pequeña escala se produzca otro caso como el de Grecia, con arduas negociaciones sobre el control de la deuda o el déficit que acaben generando volatilidad en las bolsas.
UNA AGENDA ELECTORAL REPLETA HASTA 2017
En cambio, en los países del norte de Europa, que son los principales contribuyentes de la UE y han tenido que rescatar tanto a Grecia como a España (o al menos a su banca), el movimiento político que está ganando fuerza es la extrema derecha. Estos movimientos inquietan aún más a los mercados ya que, al margen de su visión en asuntos sociales, ven con recelos la política monetaria del BCE, consideran que se está tratando con demasiada suavidad a Grecia y España, y algunos son directamente partidarios de abandonar la UE.
El gancho que han utilizado estas formaciones para ganar apoyos es la crisis de los refugiados sirios. De hecho, el llamado grupo de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) ha cerrado filas en contra de las cuotas obligatorias de redistribución. Eslovaquia ocupará la presidencia semestral de la UE a partir de julio.
Precisamente son este tipo de partidos los que más amenazan con disparar la incertidumbre política hasta finales de 2017, ya que los países cercanos al núcleo de Europa van a protagonizar las próximas citas electorales. En su informe de visión de mercado de junio, los analistas de Renta 4 reconocen que existe un riesgo de que en el próximo añoaumenten las tensiones en deuda pública, debido a “el creciente peso de los partidos euroescépticos en los países europeos con próximas citas electorales”.
En concreto, entre septiembre y octubre se celebrará un referendum en Hungría sobre las cuotas obligatorias de inmigración fijadas desde la Unión Europea. Esta votación es resultado de la creciente presión de partidos radicales antiinmigración como Jobbik, que ya es la segunda fuerza política del país. En marzo de 2017, se celebrarán laselecciones generales en Holanda, en las que el partido antiinmigración PVV está liderando las encuestas. El siguiente país en el calendario electoral será Francia, cuyos comicios están previstos para abril-mayo de 2017, con el Frente Nacional de Le Pen como claro candidato para pasar a la segunda vuelta. Y en otoño se celebrarán las elecciones federales alemanas, con el partido de extrema derecha AfD posicionándose como tercera fuerza política.
Estos comicios no son importantes porque representen por sí solos una amenaza para los mercados, sino más bien porque reflejan una tendencia preocupante. Si el euroescepticismo sigue ganando peso en el continente, el peligro más inmediato no es la celebración de nuevos Brexit, sino el propio futuro del proyecto europeo (unión fiscal, regulación financiera, etc), así como la independencia del BCE y su capacidad para combatir contra la deflación.



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