Con la política semiparalizada por la ausencia presidencial, la reactivación de la interna de UNEN y la reaparición del acercamiento entre Mauricio Macri y Ernesto Sanz ocupan el centro del escenario político. Los conocedores del modus operandi de la mesa chica del macrismo no tienen dudas: el jefe de gobierno es un tiempista obsesivo y jamás definió su plan electoral antes del límite del vencimiento de los plazos legales. Esto es, que cualquier acuerdo con la UCR para una primaria común con el PRO es difícil que se concrete antes de abril del año que viene. Hoy por hoy, haber puesto de nuevo el tema sobre la mesa le sirvió a Macri para atenuar su instalación en el tercer lugar detrás de Daniel Scioli y Sergio Massa. Para algunos consultores, es poco probable que a las PASO de agosto próximo lleguen tres alianzas en una especie de empate técnico, es decir, el Frente para la Victoria, el Frente Renovador y el PRO (con o sin la UCR). Lo más probable es que, antes de esa fecha, Macri o Massa sufran una caída significativa y el escenario electoral tienda a polarizarse entre Scioli y uno de ellos. Para el kirchnerismo, sin embargo, lo ideal es que Massa y Macri lleguen a las urnas en una situación de empate técnico. De este modo tal vez ninguno de los dos llegue al 30% de los votos válidos que exige la Constitución Nacional para que haya ballotage. Éste no se realizará si Scioli llega al 40% y le lleva 10 puntos a su segundo. Claro está que en las PASO sólo se define la elección de los candidatos. Pero tal como funcionó el sistema en el 2011 y el 2013, los que se imponen en las primarias reciben un envión imparable para la primera vuelta. Así ocurrió con CFK en el 2011, que en las PASO llegó al 51% para proyectarse inmediatamente en la primera vuelta al 54%. En el 2013, el éxito de Massa en las PASO potenció también sus votos en la primera vuelta. De ahí que un acuerdo entre el PRO y la UCR para celebrar una primaria común sea potencialmente peligroso tanto para Scioli como para Massa. Esta novedad le daría un gran atractivo que podría movilizar masivamente a los sectores independientes. Pese a sus incontables precandidatos presidenciales, Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Jorge Taiana, Sergio Urribarri, etc., la realidad es que hoy sólo Scioli aparece consolidado y los otros no le hacen sombra. En el caso de Massa, su capacidad para captar votos está sobradamente probada, pero hasta ahora no parece inclinarse por una alianza que movilice los votantes en las primarias. Lo más cerca que estuvo el tigrense de buscarse un partenaire de fuste fue con José Manuel de la Sota, que por ahora se muestra como candidato presidencial independiente, ya que su estilo también lo lleva a definirse a último momento, seguramente entre Massa y Scioli.
Un juego de desgaste
Así las cosas, Sanz entraría ahora en una situación de tensión creciente con Julio Cobos y Hermes Binner, que consideran que él está ignorando a sus aliados de UNEN para privilegiar la estrategia del sector de la UCR que le responde. En el equipo de Sanz impera la convicción de que ni Cobos ni Binner se oponen a negociar una alianza con Macri. Lo que no quieren es que el acuerdo pase por el despacho del senador mendocino. Mientras Elisa Carrió continúe impulsando el tema y Macri privilegie a Sanz, tanto Cobos como Binner quedarían obligados a ir detrás de ellos o romper para ir a elecciones con una fracción minoritaria de UNEN. La estrategia de estos últimos pasaría por apostar a que Sanz se desgaste en los próximos 90 días, lo que podría significar que pierda peso como interlocutor de Macri y que Carrió también baje en su nivel de influencia. De ocurrir esto, la relación de fuerzas dentro de UNEN podría cambiar y surgir Cobos y Binner como los nuevos interlocutores del PRO. Por su parte, el eje Sanz-Carrió intentaría ir forzándolos a que se encaminen respectivamente como candidatos a las gobernaciones de Mendoza y Santa Fe, saliendo así en buena medida del gran juego nacional. Quedaría Pino Solanas, cuya situación es muy especial, porque sólo tiene peso en la Capital y, en el esquema de Sanz y Macri, Proyecto Sur podría ver que su capital se diluye.