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BOUDOU, AL BORDE DEL PROCESAMIENTO. Por Jorge R. Enríquez


La citación a declaración indagatoria del vicepresidente de la Nación es una noticia de enorme impacto en nuestra vida política.
Nunca en la historia argentina un vicepresidente fue procesado, que es lo que se estima que ocurrirá con Amado Boudou luego de su declaración. Esta situación abre interrogantes en materia institucional.
Por un lado, ninguna norma constitucional ni legal prevé que el presidente o el vicepresidente deban renunciar o tomar licencia por estar procesados. 
La ley 25320, sancionada en 2000, conocida como la ley de fueros, vino a sentar la buena doctrina. No hay inmunidad de proceso para los legisladores ni los funcionarios ejecutivos sujetos al juicio político, sino solo inmunidad de arresto. Esto significa que el desafuero, para los primeros, o el juicio político, para los otros, solo se necesita si el juez dicta una medida restrictiva de la libertad ambulatoria de esos funcionarios. 
Así lo establece el artículo 1° de dicha ley:
"ARTICULO 1º — Cuando, por parte de juez nacional, provincial o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se abra una causa penal en la que se impute la comisión de un delito a un legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero, re moción o juicio político, el tribunal competente seguirá adelante con el procedimiento judicial hasta su total conclusión. El llamado a indagatoria no se considera medida restrictiva de la libertad pero en el caso de que el legislador, funcionario o magistrado no concurriera a prestarla el tribunal deberá solicitar su desafuero, remoción o juicio político. En el caso de dictarse alguna medida que vulnera la inmunidad de arresto, la misma no se hará efectiva hasta tanto el legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero, remoción o juicio político no sea separado de su cargo. Sin perjuicio de ello el proceso podrá seguir adelante hasta su total conclusión. El tribunal solicitará al órgano que corresponda el desafuero, remoción o juicio político, según sea el caso, acompañando al pedido las copias de las actuaciones labradas expresando las razones que justifiquen la medida. No será obstáculo para que el legislador, funcionario o magistrado a quien se le imputare la comisión de un delito por el que se está instruyen do causa tenga derecho, aun cuando no hubiere sido indagado, a presentarse al tribunal, aclarando los hechos e indicando las pruebas que, a su juicio, puedan serle útiles. No se podrá ordenar el allanamiento del domicilio particular o de las oficinas de los legisladores ni la intercepción de su correspondencia o comunicaciones telefónicas sin la autorización de la respectiva Cámara".
Pero más allá de esas consideraciones jurídicas, sin dudas el procesamiento del vicepresidente tiene proyecciones políticas que no pueden ser minimizadas.
No se trata de una imputación menor. No es un hecho ilícito de carácter culposo, de los que nadie puede asegurar que la vida alguna vez no le depare. El texto del llamado a indagatoria escrito por el juez Lijo se refiere a actos gravísimos, nada menos que la adquisición para sí por parte del licenciado Boudou de una empresa destinada a la fabricación de papel moneda, empleando para ello su posición de ministro de Economía.
Son varios los delitos que surgen de esa maniobra. Los indicios, por lo demás, son abrumadores y la sociedad los conoce por el trabajo periodístico de Jorge Asís, Jorge Lanata, Hugo Alconada Mom y Nicolás Wiñasky, entre otros.
En ese contexto, ¿debe permanecer Boudou como vicepresidente? Habrá que esperar la resolución que adopte el doctor Lijo después de la declaración indagatoria, pero si es la que se prevé, entonces correspondería que el vicepresidente diera un paso al costado, para descomprimir la tensión política y para que las investigaciones se realicen con la mayor transparencia.
Una de las dudas que suscita esta cuestión es si Boudou actuó por su cuenta o con el conocimiento de la presidente de la Nación.
Quienes sospechan lo primero hablan de un error de la señora de Kirchner en la elección de su compañero de fórmula, que habría traicionado, con su ambición desmedida y su falta de escrúpulos, la confianza depositada en él.
Ahora bien, es una hipótesis difícil de sostener una vez que se tiene en cuenta el apoyo explícito que la presidente le dio a Boudou una vez conocidos los hechos.
No ha sido solo un apoyo retórico. Recordemos que por decisión presidencial renunció en su momento el Procurador General, Esteban Righi, una figura emblemática del "camporismo"; y fueron apartados el juez Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Rívolo.
Por otra parte, en un gobierno en el que Néstor Kirchner controlaba firmemente todas sus riendas, es inimaginable que una acción como la emprendida por Boudou, que debió contar con la anuencia de varias áreas del Estado, pudiera desarrollarse al margen del conocimiento de aquel.
Boudou mismo, según informa un periodista del prestigio de Alconada Mom, señaló varias veces en charlas privadas que había obrado por indicación de Néstor Kirchner, quien pretendía quitarle el negocio a una empresa que se señala como vinculada a Eduardo Duhalde.
Por lo tanto, no es descabellado postular que este asunto debería llamarse "caso Kirchner" antes que "caso Boudou".
Por cierto, las implicancias de este enfoque son mucho más inquietantes que las derivadas de la responsabilidad exclusiva del vicepresidente.
No se nos escapa el grave daño que a la ya maltrecha salud institucional de la República le provocan estas consideraciones, pero más daño aun le generan la mentira y la impunidad.
Solo sobre la base de la verdad y de la justicia, edificaremos una nueva República.