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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad


LA SEMANA EN POCAS PALABRAS

Las jornadas de alta tensión política que tuvieron lugar esta semana en torno a las modificaciones del impuesto a las ganancias y los giros de fondos a la Provincia de Buenos Aires para el pago del medio aguinaldo tienen como común denominador el persistente deterioro exhibido por las cuentas públicas nacionales, profundizado a partir del escenario recesivo.
Según datos del Ministerio de Economía, el resultado primario del Sector Público Nacional sumó en mayo $2.390 millones, evidenciando una disminución de 23% con respecto al mismo mes del año pasado. Esta caída profundiza una tendencia previa, acumulando el superávit primario una baja de 43% en lo que va del 2012. En línea con esta tendencia, el resultado financiero acumula un “rojo” de $6.867 millones, cubierto principalmente con recursos del Banco Nación, la ANSES y -en especial- el BCRA.
La degradación de las finanzas públicas nacionales responde a un crecimiento del gasto varios escalones por encima del alza de los ingresos, los cuales comienzan a verse afectados por el enfriamiento de la economía. Si bien en mayo el gasto primario experimentó una desaceleración (creció 27% versus un 33% acumulado en el año), su ritmo de aumento volvió a superar con creces al de los ingresos, que se estancaron en términos reales (aumentaron 23%, en línea con las medidas privadas de inflación).
Esta dinámica del gasto responde a la inercia de componentes de peso, como salarios y jubilaciones, que se anotan casi la mitad de las erogaciones del sector público nacional. Ambos componentes del gasto aumentaron con fuerza en los últimos años, apuntalados por la dinámica inflacionaria, el incremento en la planta de empleados públicos y los nuevos jubilados derivados de la moratoria previsional.
En este marco, una de las principales variables de ajuste pasa por las transferencias corrientes a las provincias, en una suerte de “federalización” del ajuste fiscal. Este giro de fondos (el cual generalmente ayuda a complementar los recursos propios que los distritos destinan al pago de salarios o aguinaldos) no creció en términos interanuales en mayo, acumulando en lo que va del año un alza de sólo 5% (bien por debajo de la inflación). Asimismo, las transferencias de capital (asociadas a obra pública) se expandieron un 5% anual en mayo, frente a un 14% en abril y un 25% en marzo.
En este contexto, 10 años después de la gran crisis de comienzos de siglo, la Provincia de Buenos Aires vuelve a ser tapa de los diarios por sus turbulencias financieras. Este distrito debió emitir esta semana letras por $551 millones para poder pagar los sueldos de junio, al tiempo que –en medio de una puja política– esperó auxilio fiscal del Gobierno Nacional para afrontar el pago del medio aguinaldo, el cual finalmente sumó $1.000 millones sobre los $2.800 millones solicitados y obligó a abonar el compromiso con los empleados provinciales en cuatro cuotas, entre julio y octubre.
Con todo, el matiz más preocupante de este deja vu de aprietos fiscales que ya se creían superados, es la imposibilidad de hacer políticas contra-cíclicas ante un mundo que tambalea. Mientras que los países vecinos pueden avanzar con una respuesta “de manual” ante la crisis (bajas de tasas de interés, devaluación de la moneda y push fiscal financiado con deuda o colchones generados en las épocas de bonanza), en Argentina la dinámica explosiva previa del gasto público y la inflación limitan la capacidad de respuesta fiscal, monetaria y cambiaria que las circunstancias ameritan.