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En qué no deben invertir los ahorradores particulares

El ahorrador es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Unos 700.000 ahorradores y en torno a 26.000 millones de euros andan preguntándose por qué compraron participaciones preferentes. Otros siguen atrapados con fuertes pérdidas latentes en bonos convertibles y no pocos se desesperan con sus hipotecas en yenes o francos suizos. ¿Eran productos para pequeños inversores?

El miedo es libre y cada inversor u ahorrador tiene total libertad para adquirir unos productos financieros u otros. Sin embargo, no siempre se miden bien los riesgos ni se pone en situaciones extremas como las que ahora hemos vivido. Por ejemplo, las participaciones preferentes tienen dos claros inconvenientes para cualquier ahorrador, pero aún más para un particular. En primer lugar, están emitidas a perpetuidad y además su interés prometido depende de los beneficios que logre quién los emita.

En general, estas preferentes se pueden vender y comprar en los mercados financieros con lo que se elude esa perpetuidad, pero ahora resulta que este mercado de preferentes, al igual que ocurre con otros muchos, carece de liquidez. Por añadidura los beneficios de sus emisores (empresas y bancos) siguen una línea marcadamente decreciente que puede poner en cuestión los intereses prometidos.

Para dar otra pincelada, ahí están los bonos convertibles en acciones de algunos bancos que de momento generan abundadísimas pérdidas latentes a sus suscriptores. Por ejemplo, Banco Santander emitió este tipo de bono “anfibio” que da derecho a adquirir este año acciones de la entidad cántabra a 13,9 euros el próximo 4 de octubre. Se trata, además, de una obligación de convertirlos como ocurre con los futuros financieros (compromiso en firme) frente a las opciones que se pueden o no ejercitar a voluntad. Santander cotiza en torno a los 6 euros por título. Cabría preguntarse también si una apuesta de tanto riesgo que obliga a la conversión es también la adecuada para una inversor pequeño.

Trágica también ha sido la osadía de personas que han optado por pedir su hipoteca en yenes o francos suizos para beneficiarse de unos tipos de interés más bajos que el euro. Finalmente, el ahorro de uno o dos puntos de tipo les está costando un incremento importante en el valor principal de su deuda cuando se traduce de yenes o marcos a euros.

MAYOR PROTECCIÓN DESDE 2007

Pero el ahorrador tiene ahora muchos menos argumentos para echar la culpa a su entidad financiera de haber comprado algo tan complejo y arriesgado. Desde 2007 entró en vigor en España la MiFID (Markets in Financial Instruments Directive) es una directiva europea que regula la prestación de servicios de inversión e incide directamente en cómo los intermediarios financieros, bancos y cajas asesoran o venden productos financieros a sus clientes.

La MiFID ha dado lugar a un trabajo intenso de la Comisión Nacional del Mercado de Valores tanto para que los inversores particulares se informasen bien de los nuevos derechos que representa esta directiva como a los intermediarios para que cumplieran escrupulosamente con las nuevas exigencias en la comercialización, comentan desde el propio organismo supervisor. La CNMV todos los años a través de su memoria de reclamaciones da cuenta con nombres y apellidos de los intermediarios, bancos o cajas que no han cumplido con la MiFID. Un incumplimiento que, además, lleva aparejado un régimen de sanciones.

Un esfuerzo que la CNMV redobló con el tema de las preferentes, sobre todo cuando se destinaban únicamente a pequeños inversores con la exigencia de una valoración independiente de estos títulos. Las nuevas exigencias estuvieron trufadas de comunicaciones y de artículos didácticos destinados a que el pequeño inversor comprendiera esos riesgos.

Desde el organismo supervisor apuntan a que su labor de vigilancia para una correcta comercialización de estos productos no cesa, aunque ahora se hayan parado, por ejemplo, las emisiones de preferentes.

PRODUCTOS COMPLEJOS Y NO COMPLEJOS

La directiva europea que se traspuso en 2007 tiene como principales objetivos, proteger a los clientes para que sepan lo que están comprando, regular a las entidades financieras en esa labor de información y asesoramiento al cliente y, por último, aumentar la competitividad entre entidades.

Existen algunos productos que han quedado fuera de la directiva y, por tanto, no tienen nuevas exigencias en su comercialización. Estos son: Cuentas corrientes, Libretas de ahorro a la vista, Imposiciones a plazo fijo, Depósitos a plazo de rendimiento variable con capital garantizado, Planes de pensiones y Seguros de ahorro (P2000, PVI, Unit Linked...), según información recogida en La Caixa.

Dentro ya del paraguas de la MiFID se establece una distinción entre productos no complejos (Acciones, Instrumentos del mercado monetario como pagarés o deuda pública, Fondos de inversión y SICAV, exceptuando los Hedge Funds y, por último Cédulas hipotecarias.

Por último, los productos complejos son la Deuda subordinada, Participaciones preferentes, Fondos de inversión libre o Hedge Funds, Derivados financieros, caso de futuros, opciones, warrants, caps, floors... Contratos financieros atípicos, Seguros de cambio, y Opciones sobre divisas

El intermediario financiero, banco o caja de ahorros está obligado a hacer un test de idoneidad que es el más complejo y únicamente se aplica cuando exista asesoramiento en materia de inversión, a través de un contrato. Luego está el test de conveniencia, más sencillo y se aplica cuando el cliente no tiene experiencia y quiere comprar un producto complejo. Cuando se trata de productos no complejos, no se aplicará este test si se hace una ejecución de órdenes por iniciativa del cliente.

ANÁLISIS DE PRODUCTOS

Acciones.- Aunque la MiFID lo considera un producto no complejo, las acciones tienen un elevado riesgo. Las posibilidades de pérdidas son muy abultadas y muchas veces el inversor desconoce aspectos determinantes de los títulos que ha adquirido. También hay distintos grados de riesgo según el tipo de compañía. Otro tema que no debe olvidar el invasor particular es la facilidad para comprar y vender (liquidez). En la Bolsa española hay empresas muy estrechas que no se negocian todos los días. En caso de problemas graves de la empresa (suspensión de pagos…), el accionista es socio y, por tanto, el último en cobrar.

Divisas.- Esta es una de las inversiones más arriesgadas para el pequeño inversor, tanto en productos de pasivo (cuentas corrientes, depósitos) como en activo (créditos, préstamos). Las variables que influyen en los divisas son muy difíciles de prever y pasar el dinero a otra moneda distinta del euro puede acarrear abundantes pérdidas en el principal de la inversión. El concepto de divisas es muy genérico y siempre que le digan que cambia de moneda esté muy convencido o pida un seguro para el cambio. Comprar Bolsa de otros países o ETF, o un bono de otra economía distinta a la europea, etcétera. Cualquiera de estas compraventas lleva incorporado el riesgo añadido de la moneda.

Fondos de Inversión.- Aunque también aparezca como producto no complejo, todo depende de la categoría. Hemos asistido a episodios de iliquidez de meses en fondos inmobiliarios y en casos excepcionales de cierres de mercados o de escasa liquidez (caso de los bonos corporativos, bonos de titulización…) se puede trastocar mucho el precio de la participación del fondo lo que acarrearía importantes pérdidas. Como mal genérico, una gestión ineficiente y unos costes elevados y poco transparentes llevan a informarse muy bien sobre el tipo de fondo que se elige.

Bonos y Letras.- No hace mucho eran el paradigma de la seguridad y la liquidez. Pero llegó la crisis de la deuda en Europa y ha echado por tierra estos esquemas. No obstante, sigue siendo una inversión comparativamente muy segura con el añadido de un mercado muy profundo que permite comprar y vender con facilidad. Eso sí, no olvidar que en bonos y obligaciones es posible vender con pérdidas en el valor del bono si los tipos de interés actuales son superiores a aquellos que tenía el bono cuando se compró.

Participaciones preferentes.- Este producto emitido a perpetuidad, camino entre el bono y la acción, tiene como principal inconveniente el desconocimiento sobre el momento en que se devuelve el capital si es que se devuelve, así como que su rentabilidad está condicionada a la marcha de los beneficios: si no hay beneficios, no hay rentabilidad. Está al lado de las acciones a la hora de cobrar si la empresa quiebra. A estas pegas habría que añadir la falta de liquidez, sobre todo en emisiones pequeñas. El inversor puede quedarse atrapado.

Bonos subordinados.- Son de naturaleza similar a las participaciones preferentes en cuanto a la prelación de riesgos y también en cuanto al cobro de los intereses, dependientes del beneficio. Algunas se negocian en mercados secundarios y, por tanto, es posible vender y comprar y otras se emiten directamente sin inclusión en ningún mercado. Es un dinero que no se puede disponer hasta vencimiento. Eso sí, a diferencia de las preferentes en las subordinadas sí se sabe cuándo se devuelve el capital.

Cuentas corrientes y Depósitos.- Ni siquiera les afecta la directiva MiFID, pero esta profunda crisis iniciada en 2008 ha sido capaz de llevar el riesgo al conjunto de fórmulas de ahorro. El Estado a través del Fondo de Garantía de Depósitos garantiza 100.000 euros en cuentas corrientes y depósitos por lo que se aconseja no superar esta cantidad en una misma entidad. Consejo que en caso de crisis total sirve de bien poco. No olvidar las penalizaciones en los depósitos si se saca el dinero antes del tiempo pactado.

Futuros y opciones.- El multimillonario financiero Warren Buffet califica estos productos como armas de destrucción masiva. Su principal problema es que si se pierde es por todo el dinero invertido sin ninguna posibilidad de recuperarse como ocurre con las acciones. Son mercados muy rápidos que exigen de una gran preparación y de un seguimiento muy profundo, más propio de un profesional que de un pequeño inversor.

Convertibles.- Cuanto mayor sea la apuesta más se puede perder. Los bonos convertibles permiten a un ahorrador tener durante un tiempo unos bonos y luego convertirlos en acciones de acuerdo a la cantidad invertida en los bonos y al canje que se haga con las acciones. Los más peligrosos son los que obligan a convertir (en otros casos es opcional) y cuando además debe hacerse a un precio ya fijado. Esto puede provocar gigantescas pérdidas (también grandes ganancias). Sin embargo, las conversiones hechas a precio de mercado no dan problemas ya que se cambian por acciones al precio que estén cotizando en ese momento.

ETF.- Como fondos de inversión que son pueden parecer un producto no complejo. Sin embargo, generan muchas decepciones entre los inversores ya que no consiguen replicar con exactitud los mercados o los índices que toman de referencia. Esto es especialmente llamativo en los ETF inversos en los que se apuesta a la caída de la Bolsa. Los cálculos de estos fondos inversos son tan complejos y muchas veces retorcidos que los alejan de la expectativa intuitiva de un pequeño inversor.

Hedge Funds.- Aunque este tipo de fondos por definición son el paradigma del riesgo en los mercados, muchas veces no es así. Ahora bien, suelen jugar mucho con el apalancamiento (endeudamiento) lo que multiplica ganancias y pérdidas y acostumbran a no seguir ninguna estrategia con una libertad de inversión que impide la comparación con cualquier activo financiero. No son el producto más adecuado para el pequeño inversor, aunque existan muchos de estos fondos con una filosofía conservadora.

Pagarés y Bonos de empresas.- La crisis ha dado más valor a estos productos después de la crisis de la deuda. Grandes multinacionales europeas son más recomendadas que la deuda de sus países. Pero con estas excepciones, el riesgo en plena crisis va ligado a la marcha de estas empresas y a su posibilidad de atender a los pagos, así como a tratarse de emisiones muchas veces pequeñas y consecuentemetne con poca liquidez.

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