A pesar de que las empresas textiles sólo son responsables directas de una pequeña parte de la generación de emisiones, la huella de carbono del sector representa aproximadamente el 5% de las emisiones mundiales.
Estas empresas centran sus esfuerzos en mejorar los procesos de producción mediante el uso de materias primas más sostenibles, ya que es la fase más relevante en términos de emisiones de CO2 y contaminación, más incluso que las propias emisiones del proceso de producción.
Además, aspectos como la longevidad y durabilidad de nuestra ropa, o la creación de un proceso de reciclaje textil eficaz son de gran importancia para que estos avances en sostenibilidad cobren peso. En este sentido, la legislación y el apoyo por parte de los estados son importantes y en países como Francia, a partir de este año, los consumidores podrán ganar dinero por arreglar desperfectos de su ropa para así poder reutilizarla en lugar de tirarla.
Si nos fijamos en el consumo regional de textiles, Estados Unidos y Australia destacan como los países con mayor consumo per cápita, con unos 30 kg de ropa al año, seguidos de Europa Occidental, las economías asiáticas avanzadas y China, con entre 20 y 25 kg. África tiene el consumo más bajo, con unos 5 kg. En igualdad de condiciones, el consumo per cápita mundial podría seguir aumentando hasta alcanzar los 18 kg en 2030.
Dependiendo del tipo de fibra y del método de producción, por cada kilo de textil se liberan al aire entre 15 y 35 kilos de CO2. Se estima que toda la industria textil es responsable del 2%- 8% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero.
Durante el proceso de fabricación textil se utilizan más de 15.000 productos químicos diferentes. Para ilustrar la intensidad de recursos en este ámbito, una empresa europea de acabado textil presentó cifras que muestran que utiliza 466 gramos de productos químicos por cada kg de textil producido. Esto significa que se necesita entre el 10% y el 100% del peso del tejido en productos químicos para producir dicho tejido.
Mientras que el consumidor medio gastaba alrededor de un tercio de sus ingresos en ropa en la década de 1950, el gasto total se redujo al 12% en 2009 y al 5% en 2020. Al mismo tiempo, el número de prendas ha aumentado, mientras que cada prenda se lleva cada vez menos veces. Este marcado contraste hace que la moda rápida sea muy controvertida. Por ello, los llamamientos a la moda sostenible se han hecho más fuertes.
El consumismo creó en los mercados desarrollados una sociedad acostumbrada a comprar y desechar constantemente cosas nuevas y a poseer mucho. Probablemente, la moda rápida llevó al extremo la curiosidad humana por lo nuevo. Las encuestas a consumidores han revelado que la voluntad de adoptar un estilo de vida más sostenible ha ido en aumento, y en la actualidad aproximadamente dos tercios de los encuestados afirman que la sostenibilidad es importante para ellos.
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