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Sin poder y en proceso de extinción - La laberíntica trampa mortal del Frente de Todos

 Sin duda, las próximas elecciones presidenciales se perfilan como un momento bisagra en la historia política del país. Claramente, el oficialismo atraviesa una profunda crisis en la que carece de candidatos con el caudal político suficiente para ganar un segmento que le permita reinventarse y resurgir del fuego, en un intento desesperado de no convertirse en cenizas. Los escasos nombres que suenan no logran encontrar una vía de escape que les permita posicionarse con peso propio en las urnas, cualquiera sea el motivo.

La crítica situación económica que atraviesa a la Argentina está indisolublemente atada a la falta de credibilidad de un proyecto caduco, y de un relato agotado. La gestión de Alberto Fernández y compañía tuvo innumerables oportunidades de tomar medidas para revertir este enfermo presente que mantiene a la clase media cada vez más al borde de la pobreza; pero no lo hicieron: ¿no supieron cómo hacerlo? ¿o no quisieron hacerlo? En cualquiera de los dos casos suena, como mínimo, alarmante.

Con la divisa estadounidense rozando los 500 pesos en el mercado informal, y una inflación del 8,4 por ciento mensual (que redondea casi el 110 por ciento interanual), no hay mercado ni moneda nacional que aguante semejante presión. Y según esta tendencia, en mayo las cifras serán aún más preocupantes. La hiperinflación ya asoma la nariz, y le saca la lengua a un Gobierno totalmente inoperante y falaz.

A pocas semanas del cierre de listas, el Frente de Todos está parado en la nada misma. Como el perro que se muerde la cola, transita un laberinto sin fin; una especie de cubo mágico en el que sus cabecillas quedaron atrapados en estrategias estériles, mediante movimientos que lo fueron arrastrando hacia una trampa mortal en la que únicamente salió ileso el actual -y obsoleto- jefe de Estado. Su deplorable gestión quedará plasmada en los libros de Historia, cuestión que no le preocupa en lo más mínimo, tal como quedó comprobado en sus últimos discursos en los que no admite culpabilidades, ya que según su óptica, la crisis responde a factores externos. E, incluso, la caratuló como ficticia al decir que es una percepción psicológica. Claro, ocurre que el señor mandatario no necesita recorrer para comparar precios. Con sacar la billetera es suficiente. Su falta de gobernabilidad no le quita el sueño, y quién se postulará a las elecciones dentro de su espacio, tampoco. Sonríe desde afuera, como quien decidió a último momento no subirse al avión que va cayendo en picada.

Este gobierno en bancarrota política tiene en la vereda de enfrente a una oposición con una puja interna en estado de ebullición, en la que reinan los tironeos en detrimento del consenso. En ese escenario, emerge fortalecida la única figura alternativa, Javier Milei, que no termina de convencer a muchos indecisos, pero cuyo tamaño crece proporcionalmente a la pérdida de poder del oficialismo y las indefiniciones de Juntos por el Cambio, espacio que ya no hace honor a su nombre.

Como siempre, los trabajadores argentinos, rehenes de una dirigencia decadente, son quienes ahora tendrán el poder de elegir una vez más si quieren seguir siendo esclavos del padecimiento al que son sometidos día a día, o apostar a un camino alterno a la grieta, con los riesgos que esa elección a ciegas podría implicar. Pero... ¿podrá plantearse un escenario económico más catastrófico que éste?

Por lo pronto, continúan las medidas improvisadas para evitar el refugio de los ahorristas en el dólar. El Banco Central volverá a subir la tasa de interés de los plazos fijos del 91 al 97 por ciento, determinación que se tomó luego de conocerse los últimos datos inflacionarios y en respuesta a la continua disparada del dólar paralelo. Además, "aumentará la intervención" en mercado de cambios y “administrará” el ritmo de la devaluación diaria. Por supuesto, parches que no están contemplados en ningún plan económico de estabilización, que tuvieron más de tres años para ensayar, sin llegar a ningún puerto.

El velero sigue a la deriva, averiado, al borde del naufragio, con todos nosotros adentro.




agencia nova