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Economía: la Ciencia Lúgubre

 

Como si fuera una ciencia oculta vedada a la mayor parte de los mortales, la economía tiene sus mitos. “Los economistas son como Colón: cuando parten no saben hacia donde se dirigen y cuando llegan, no saben dónde están”, solía decir un decano de Ciencias Exactas…


John Keneth Galbraith, el economista que secundó al ilustre Franklin Delano Roosvelt en la  EEUU de la Segunda Gran Guerra, congelando precios y salarios por toda la contienda, es el que acuñó para la Economía -habitualmente plagada de malas noticias- la frase del título de este artículo.

Galbraith, que  fue a su vez Profesor Emérito en Harvard y embajador de John Fitzgerald Kennedy en la India, agregaba con sorna que la famosa teoría del derrame, por la cual voluntariamente los humanos volcarían sus riquezas hacia la comunidad, fue dibujada en la servilleta de un bar, sin ningún sustento teórico. 

Todavía fue más allá Rolando García, excelente Decano de Ciencias Exactas hasta que la fatídica noche de los bastones largos en el 66 argentino, lo eyectara hacia su exilio en México, del cual regresaría con el advenimiento de la Democracia de Raúl Alfonsín en 1983.

Los últimos que paguen la cuenta (mientras esperamos el derrame)

¿Y qué sostenía García con fina ironía? “Que los economistas eran como Colón, o sea, que cuando partían no sabían hacia donde se dirigían y cuando llegaban no sabían dónde estaban”.

Lo cierto es que la Economía, que comenzó como una  impronta en la sociedad, con Adam Smith y su “Riqueza de las Naciones”, David Ricardo y Karl Marx, se renovó con John Maynard Keynes y su sobresaliente actuación para alejar el fantasma de la crisis financiera de 1929 y revitalizarla como ciencia social, a través de las políticas que arribaran al común denominador del Estado de Bienestar.

Pero como si fuera una ciencia oculta vedada a la mayor parte de los mortales, también la economía tiene sus mitos, como por ejemplo la convertibilidad que consiste en ponerle una pesada ancla a la respectiva moneda nacional de la cual salieron escapados primero el México de Salinas de Gortari y el Brasil de Fernando Henrique Cardozo, en los 90 y luego la Argentina con su crisis terminal del 2001.

O sea que los tres más grandes países latinoamericanos estuvieron unidos, huyendo por el espanto de un corsé de acero, que terminó ahogando sus economías.

Pero otro mito apareció en el horizonte, la llamada dolarización, que casi encandila a todas, todos y todes, por la incierta posibilidad de ganar y gastar en dólares. 

Lástima que los países a los que se les ofrece esta "ganga", no pueden fabricar dólares, dado que sólo puede hacerlo la Reserva Federal de EEUU, el u$s es en realidad un bien escaso fuera de USA, y es, a su vez, una renuncia indeclinable a la soberanía monetaria que es la propia soberanía de cada país.

Otro mito apareció en el horizonte: la dolarización; lástima que los países a los que se ofrece esta "ganga" no pueden fabricar dólares

 

O sea en realidad es una máscara de hierro, del que como al personaje legendario y novelesco del siglo XIX, le es imposible zafarse de ese artefacto, dado que una vez colocado, resulta prácticamente imposible desprenderse de él.

Ecuador es la muestra acabada de ello, a veinte años de su colocación. Y en el incisivo reportaje de Jorge Fontevecchia a su autor Jaime Nabot, el domingo 30 de abril en el Diario Perfil, éste termina reconociendo que el país suramericano persiste con su déficit fiscal, su endeudamiento crónico, con su mala administración y está en vísperas de la posibilidad de un juicio político a su actual presidente, amén del crecimiento exponencial del narcotráfico, sin poder salir de la dolarización.

"Dólar Milei": el candidato lo calcula en $480 pero las consultoras creen que puede llegar a $10.000

Sin embargo, a partir de 1975 y la aparición de lo que se podría denominar su énfasis en lo financiero y a su vez la importancia que se le comienza a dar a lo que se podría denominar la sobredeterminación de los datos, la economía queda convertida en ciencia unidimensional, o sea con una clara fascinación a la abstracción de los números.

A ello contribuye cierta falsedad que se introduce con la llamada inteligencia artificial, que en realidad debería denominarse apropiadamente aprendizaje automático.

A lo que se refiere en un notable libro Kate Crawford, profesora en Comunicación de la Universidad del sur californiano, titulado Atlas de Inteligencia Artificial, cuyo subtítulo es Poder, Política y costos planetarios.

La autora sostiene que la IA no es ni artificial ni inteligente. Su aprendizaje automático es capaz de hacerse invencible en ajedrez y en go, juegos con reglas y teorías discernibles y acumulables.

Pero existe el aprendizaje automático ya como cuerpos,  ya como materia, “hechos de recursos naturales, combustible, mano de obra, infraestructuras, logística, historias y clasificaciones” aclarando que “los sistemas de IA no son autónomos ni racionales, ni capaces de discernir” éticamente, un modo de existencia humano.

Uno de los ejemplos más deslumbrantes y repelentes al unísono, es que cargado el sistema de aprendizaje automático de millones de curriculums vitae para seleccionar personal, terminó omitiendo en dicha selección al universo femenino. 

O sea que volcado sobre la economía como un sistema unidimensional certifica y propulsa las desigualdades existentes, ratificando a los poderes hegemónicos.

El filósofo Aquiles Mbembé en su Crítica a la razón negra, que es un ensayo sobre el racismo contemporáneo, sostiene que frente a “la extracción, captura y el culto a los datos”…Y sobre todo “el rechazo al razonamiento crítico en favor de la programación “, se necesita “una política diferente, de habitar la Tierra, de reparar y compartir el planeta”.

Y para que la Economía no quede marginada a una ciencia unidimensional de datos abstractos y aprendizaje automático, y ocupe su lugar multidimensional debe nutrirse de una fuerza amorosa hacia la Naturaleza. La economía debería enfrentar la terrible violencia de una crisis planetaria y que pueda brindar una visión generosa hacia los modos humanos, para que no puedan ser convertidos en meros daños colaterales.


* Dr. en Medicina y Ciencias Sociales; Lic. En Ciencias Políticas; (ex investigador de CNEA y docente autorizado de la UBA)




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