El Frente de Todos y Juntos por el Cambio se están matando por un nuevo liderazgo, la creación de un nuevo ismo. Ojo: primero está la Constitución Nacional.
En medio de un cambio de época sin conducción política clara y la amenaza del surgimiento de una nueva versión populista -sea esta de Izquierda o de Derecha- o un tipo de ismo que intente repetir la trágica reciente historia K o M, el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), Horacio Rosatti, irrumpió en escena, complicando el desorden.
La renuncia de Mauricio Macri, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner (CFK) le da una nueva oportunidad a un abanico cada vez más acotado de dirigentes a la hora de anotarse como el próximo líder para la etapa que viene en la Argentina.
La deuda, la pandemia, la guerra y la sequía -orden que propone el presidente en su relato-, más que excusas para justificar la inflación y la pobreza, son causas que terminaron de enterrar a una generación de políticos que se va de la peor manera: abucheada por la enorme mayoría de la sociedad.
Más allá de las propuestas de los cincuentones que vienen supuestamente a reordenar el caos o a crear un nuevo tipo de caos, la Corte Suprema advierte que nada se podrá hacer sin la Constitución Nacional en mano.
Pareciera ser que la política nacional es el principal destinatario a partir de lo que paso con San Juan y Tucumán, pero deberían tomar nota también los gobernadores, los intendentes y los sindicalistas.
La decisión de Rosatti de pedirle al procurador general de la Nación, Eduardo Casal, su opinión sobre las reelecciones indefinidas en Formosa sin que Gildo Insfrán oficialice su candidatura aún, es para prestar atención. El empresariado ya tuvo su Causa Cuadernos para depurarse.
En el evento por el aniversario de la Asociación de Magistrados, el exintendente de la ciudad de Santa Fe animó a los jueces a que no les tiemble el pulso: "Vamos siempre a respaldar a los jueces y juezas, a los funcionarios y funcionarias, a los empleados y empleadas del Poder Judicial que cumplen con su tarea. A los buenos y buenas funcionarios/as, que son la enorme mayoría". Todo un mensaje para la política. La guerra es abierta.
A su vez, no está siendo dimensionada en su totalidad la advertencia de Rosatti con Constitución Nacional en mano contra aquellos que proponen soluciones mágicas en medio de la crisis, tal es el caso de la dolarización. ¿Es constitucional dolarizar la economía o primero habría que reformarla?
Es interesante el debate porque, sin dudas, llegó la hora de pensar soluciones. Por momentos, con tantas críticas hacia una figura en particular, la política corre el riesgo de cometer el mismo error: así como se debatía "CFK sí o no", hoy eso podría ser reemplazado por otro nombre, en vez de proponer ideas. Debatir las formas no conduce a un lugar constructivo en medio de tamaña crisis inflacionaria.
Es, en este marco, el peligro que se corre alrededor de una figura como Rosatti: un sector de la política buscar instalar un debate sobre la persona, cuando la persona lo que propone es debatir sobre las constituciones provinciales, la Constitución Nacional, los derechos y obligaciones en el Estado de Derecho capitalista argentino. En todo caso, aunque parezca obvio decirlo, la clave está en que esas soluciones sean constitucionales.
Es un peligro que las deudas de la democracia estén generando tentaciones antisistemas e, incluso, caer en la disolución de uno de los poderes de la República, como ocurrió en Perú y Ecuador con el Congreso y el Poder Legislativo. Es lamentable ver cómo en la Argentina el Congreso de la Nación está cerrado prácticamente desde hace dos años y sólo se reúnen para pavadas, como por ejemplo la comisión de juicio político contra los ministro de la Corte, que todo el mundo sabe que es un proyecto que no prosperará en los recintos. Hay una disolución del Congreso de hecho.
La política argentina parece no estar viendo y dimensionando el grado de descomposición que se está generando a sí misma. Es hora de comenzar a verlo antes de que sea demasiado tarde.
Más allá de la inflación, la pobreza, la educación, el narcotráfico o la inseguridad como grandes deudas de la democracia, la política no está proponiendo soluciones ni para resolver un piquete en la Riccheri, la 9 de julio u otro lugar del país, pero tampoco lo hace siquiera para terminar con los paros de colectivos o de subtes. ¿Qué les pasa, muchachos?
urgente24