escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
1.- El secreto encanto que atrae
En la kermesse de la incertidumbre Hugo Moyano, El Charol, confirma que apoya a Alberto Fernández, El Poeta Impopular, si se postula para la reelección.
Para Máximo Kirchner, El Influencer, la obstinación de Alberto -competir en las PASO-, le resulta “al menos, extraña”.
Le cuesta imaginar a Máximo (presidente del Partido Justicialista de Buenos Aires), que un presidente peronista (del PJ Nacional), aunque esté devaluado, se anote en las PASO (las elecciones para voltear).
De pronto Alberto descubre que es portador del secreto encanto que cautiva y atrae. Se le planta por fin a La Doctora. Decide ministros sin consultarla y lo cuenta.
La rebelión, aunque tardía, cotiza. Garpa. Empodera.
El presidente delegado toma una redituable distancia de La Doctora que cometió el error de sentarlo en la presidencia. Para ganar e inmolarse, sin escalas, en el fracaso.
Con la potencia de la debilidad, Alberto participa gratis del juego del poder de alta categoría, sin nada propio para perder.
A esta altura del retroceso el estadista se encuentra inmunizado hasta de los papelones.
Pudo deparar la misericordia colectiva al precipitar el desplazamiento hacia San Pablo para quedarse con el vuelto del triunfo, ajustado pero épico, de Lula.
Consta que ser peronista, con este peronismo, es un milagro.
«Primero hay que saber sufrir», decía el pensador Homero Expósito.
2.- Fango de La Doctora y El Profesional
Desde que Sergio Massa, El Profesional, como ministro de Economía se hizo cargo del gobierno sumergido, a Alberto le sobra el ocio para fantasear con su candidatura.
Sin intentar una mueca de ternura ni de compasión, El Profesional lo deja al presidente papelonear tranquilo.
Tiene el suficiente fango recorrido para negar la obvia ambición presidencial. Aunque nadie le crea. Prefiere dedicarse solo a la gestión. Capturar los dólares que se esfuman y hacer lo que pueda con la sucesión de conflictos insolubles.
Sabe que hoy son Massa-dependientes hasta los muchos que no lo quieren o le desconfían.
Con alguna crítica tuitera para consumo interno, La Doctora lo avala.
Mientras tanto Alberto, desde la vacía formalidad de los atributos, estira la ficción de demostrar que es él quien instruye a su ministro.
Pero una de dos: al Profesional le va más o menos bien o se estrellan “de Frente, Todos”.
Por ser candidata natural, La Doctora tiene que administrar, aparte, el lanzado Operativo Clamor. Tiene más fango recorrido que El Profesional. Tampoco se va a definir.
Entonces Alberto puede entretenerse y hacer guantes inofensivos con el doctor De Pedro, El Wado. Es quien apreciablemente también intenta proyectarse, hasta hoy sin gran ventura, pese al afecto personal que despierta entre los corporativistas melancólicos que buscan la permanencia.
Pero Wado carga con el desprestigio de la marca gastada. “La Cámpora. Agencia de Colocaciones”. Organización de circuito cerrado que necesita imperiosamente de especialistas que eleven la marca deteriorada, carente de narrativa y capacidad de seducción.
Alberto tampoco tiene magnitud para hacer guantes imaginarios con el Premier Juan Manzur, El Menemcito, el amigo al que tanto boicoteó.
Ante la perversidad, Manzur sonríe con la astucia tucumana del que sabe que representa la alternativa territorial. Lo espera sólo después de asegurarse el control de Tucumán.
Es la reserva de los gobernadores que se confiesan literalmente hartos de los dos últimos presidentes porteños del país unitario.
Cuatro años de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, y tres que van de Alberto.
Ambos, en efecto, fueron comparablemente catastróficos, aunque conservan la pedantería de reclamar continuidad.
3.- Borbones
Alberto se siente inútilmente respaldado por Hugo, mientras Pablo -el hijo de Hugo- fortalece inútilmente a Máximo, el hijo de La Doctora, que se enfrenta a Alberto.
Dinastías de Borbones. Los Kirchner y Los Moyano. Exponen el marco actual del que fue el “fenómeno maldito del país burgués”, sentencia del pensador John William Cooke.
Aunque de “maldito”, ya no queda siquiera el gesto. Persiste, en exceso, la reproducción milagrosa de los peronistas incapacitados para generar el peronismo que esperan.
Lo que fue el Movimiento quedó reducido a la nostalgia involuntaria de la ideología.
Al “recuerdo que da votos”, según el pensador Julio Bárbaro.
O en conjunto de slogans genéricos que derivaron en lugares comunes para ser recitados sin convicción. Sin estrategia que supere el ámbito personal o la trenza grupal.
Después de todo, como en el tango “Naranjo en Flor», el empecinado peronista se acostumbró a “andar al fin sin pensamiento”.
4.- La tentación de velarlo
Conclusión: la multiplicación de peronistas ya no hace peronismo. Pero el milagro continúa.
Se recomienda no subestimar nunca al fenómeno aquel que fue “maldito”. Resistir la histórica tentación de velarlo y emocionarse con los obituarios encendidos.
Probablemente, por milagro, el peronismo aún respire y sorprende al vacunar nuevamente al adversario que creía tenerlo “enfriado”, sin registrar siquiera atisbos de resurrección.