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Chats de medianoche, quejas, rencores y la increíble pelea por Javier Milei

 Macri y Bullrich siguen con los coqueteos con el economista. ¿Podría ser ministro? Gestos en las sombras y una ayuda inesperada para Alberto y Cristina.

—Ya está, no cambies nada del texto. Está todo acordado entre los partidos —escuchó Patricia Bullrich

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta ya estaban en sus autos, camino a otros asuntos. La jefa del PRO había llegado una hora tarde a la cumbre de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, que integran el PRO, la Coalición Cívica y la UCR. La reunión había sido agendada para las 13 del miércoles, a pedido de ella, pero el vuelo que la trajo desde Miami tuvo una demora y, aunque se fue directo del Aeropuerto de Ezeiza, no pudo llegar a tiempo.

Ahora estaba sentada frente al teclado de una notebook algo anticuada, rodeada por Gerardo Morales, Gustavo Valdés, Maximiliano Ferraro, Alfredo Cornejo, Mario Negri y Laura Rodríguez Machado. La máquina no funcionaba del todo bien y en un momento se colgó: aparecieron unas fallas en la pantalla y tuvieron que llamar a una asistente para poder retomar el trabajo. “Ya es hora de que me cambien la computadora”, se animó la ayudante, en la sala del Instituto Hannah Arendt, frente a miradas incrédulas y algunas bromas.

“Ustedes me cargan, pero lo que yo no puedo entender es cómo acá todavía hay amigos de Massa”, se vengó Bullrich. En ese momento exacto alguien les sacó la foto que ilustra esta nota. Lucen risueños. Había que distender el clima. La relación con Massa había provocado un rato antes un momento incómodo, cuando Morales le reprochó a Macri haberlo acusado de ventilar una negociación con el Gobierno por la integración del Consejo de la Magistratura. “Yo no tengo ese poder -dijo Macri- Pero sí sé que ustedes se enredan con Massa porque andan para todos lados con él. Ya se lo dije también a Horacio”. La imagen de las carcajadas de Bullrich y Morales, pese al especial interés que se puso para difundir la foto en Twitter, puede resultar engañosa.

—No, no está acordado nada. Hay que cambiar el documento —dijo Bullrich, mientras la notebook se reiniciaba.

—Sí, está acordado y definido con tus jefes del PRO —aseguró el gobernador de Jujuy.

—Yo no tengo jefes. Soy la presidenta del partido.

Morales parecía disfrutar del momento:

—Patricia, está acordado con tus jefes. Con Macri y con Larreta. 

—No me jodas, Gerardo. A mí no me corras.

El documento decía muchas cosas, pero el punto central de las deliberaciones -que había sido llevado a la cumbre por la cúpula de la UCR, que contó con la complicidad de Rodríguez Larreta, que fue quien introdujo el tema- era si Javier Milei podría ser parte de una negociación electoral con vistas a 2023. El documento final sostiene que no. Que solo podría ser considerado con el aval unánime de las tres fuerzas. Hoy es un escenario imposible. Los radicales dicen que el economista liberal es un límite y cuentan con el apoyo de Elisa Carrió. La líder de la Coalición tiene el peor de los conceptos: “Me asusta la cara de Milei. Mírenle los ojos: no los mueve”, dice, con aire enigmático.

—Las ideas de Milei son un desastre. Es un populista que hace un show, como ponerse un chaleco antibalas para salir a la calle. Es un producto de la angustia de la sociedad —lo había criticado Martín Lousteau durante la reunión.

Fue Macri el que se animó a defenderlo.

—Milei tiene buenas ideas. Pero él no quiere venir a este espacio —dijo.

El ex presidente coquetea desde el año pasado con el economista. Bullrich, lo mismo. Ambos se han reunido con él y no descartan una alianza si fuera necesario para derrotar al kirchnerismo. Mucho menos, quizá, desde que alguien que trabaja para expulsar al cristinismo del poder hizo saber que, si se diera el contexto, Milei podría analizar la posibilidad de ser ministro de Economía de un eventual Gobierno de Juntos por el Cambio. Claro, solo si el Presidente fuera Macri o Bullrich, nunca Larreta o Morales. Lo van a negar todos los protagonistas y es lógico: la fantasía de Milei ministro es conocida solo por un puñado de personas. Podría ser parte de una conversación en un eventual balotaje.

Bullrich prefirió no contradecir a Macri, que había pedido incluir la frase “somos el cambio sin anarquía”, como para tomar cierta distancia de Milei. Apurada por sus pares, la ex ministra de Seguridad firmó. Firmar es una forma de decir, porque el texto no lleva firmas. Sí lleva una denominación que a algunos les hizo recordar a Jaime Durán Barba: “Acuerdo de Buenas Prácticas”.

La figura del estratega ecuatoriano invade las almas macristas en los tiempos de peleas. Se preguntan qué diría frente a una situación determinada. Uno de los dirigentes que más lo conoce recordaba ayer que siempre aconsejó “no destratar al candidato al que se le quiere sacar votos porque los votantes no van a querer venir cuando se los necesite”. Lo decía sobre Massa en la previa de 2015.

Bullrich se fue del Instituto sin terminar de digerir lo que había ocurrido. Sintió que habían utilizado su ausencia en el país para jugarle sucio. Sus opositores dicen que Patricia es cualquier cosa menos ingenua. “Que no se haga la distraída. Ya somos grandes”, dijo uno de los radicales que esquiva en público las palabras altisonantes. Bullrich optó por una gira por los canales de TV, que ese día la requerían demasiado. Pero a la noche, al llegar a su casa, retomó la conversación por chat. Eran más de las diez de la noche.

“Ustedes a mí hoy me atropellaron. Quiero decirles que tomaron una decisión sin previo aviso. Trataron algo importante que estaba fuera de temario, sin que antes se evaluara dentro de los partidos. Yo me sentí avasallada. Es verdad que llegué tarde, pero si hubiera sabido que tratábamos este tema hubiera pedido postergarlo”, escribió en un grupo de chat que comparte con Ferraro, Morales y Miguel Ángel Pichetto.

Ferraro, hombre clave del entorno de Carrió, fue el que peor reaccionó: “No me podés decir eso. Yo no te avasallé en nada”, le dijo. Bullrich moderó su impulso, aunque pidió que el tema se reabra en la próxima cumbre de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio“Bueno”, alcanzó a escribir Morales. Ya era medianoche. Pichetto había preferido mantenerse al margen. Leyó el texto y no contestó. La charla se retomó el jueves a las 8 de la mañana. Bullrich les avisó que iba a cuestionar el veto a Milei.

Doce horas más tarde, la cara del libertario copaba el prime time de los programas políticos de la TV. En LN+ le hacían una entrevista en vivo, en TN Carrió hablaba largamente de él y en A24 ponían una foto gigante en la pantalla y la conductora se preguntaba qué tiene en la cabeza.

Al menos durante cuarenta y ocho horas, las internas en el Gobierno le dieron lugar a los desajustes en la oposición. Un respiro efímero para el Presidente, que sigue hostigado por sus socios y con una inflación que no cede. El cristinismo no parará hasta conseguir la cabeza de Martín Guzmán. Un macrista adicto al sarcasmo dijo que al comunicado de la oposición le faltó la frase “dedicado a Alberto y a Cristina”. Uno de sus colaboradores agregó: “Y a Javier Milei”.

“Miren el delirio que es todo que yo solo puedo romper una coalición. ¿Tanto poder me dan?”, se jactaba Milei en privado, el mismo día del comunicado. No lucía exaltado, como frente a las cámaras. Tomaba una limonada y comía papas fritas.

Santiago Fioriti