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Operaciones secretas en la “guerra” entre La Cámpora y el Gobierno

 Máximo Kirchner no quiere que el Presidente cite a su padre cuando habla del acuerdo con el FMI. Alberto amenaza con echar a algún camporista de peso. 

Alberto Fernández dijo así: “Cuervo, no pueden hacer lo que hacen. Cristina denuncia que la atacaron a piedrazos. Yo le mando mensajes y ella no me lo responde. ¡Y después dicen que nosotros somos responsables de lo que pasó! ¿Qué les pasa?”. 

Palabras más, palabras menos, ese fue el tono y el sentido de una comunicación telefónica entre el Presidente y el ministro de Desarrollo Social de Buenos Aires y uno de los jefes de La Cámpora, Andrés Larroque, vocero de los Kirchner tras los piedrazos que destrozaron las oficinas de la vice Cristina en el Senado, entre otros despachos.

─Larroque: Alberto, algo les pasa a ustedes. Cristina dice que vos tendrías que haber venido en persona al Congreso para solidarizarte con ella…

─Fernández: ¡Te digo que no me respondieron los mensajes!

─Larroque: Atacaron a Cristina, Alberto…

El diálogo no terminó ahí. Faltó una supuesta imposición más que el Presidente escuchó azorado.

─Larroque: Y una cosa más. No podés volver a usar el nombre de Néstor como lo hiciste, para intentar para sacar ventaja en este tema tan jodido del FMI.

Fernández no respondió más. Llamó a Larroque para intentar ponerle límites a los reclamos que la vicepresidenta le había empezado a hacer a través de voceros como el “Cuervo”.

Fue él quien tuiteó en las redes que generaba sospechas entre los K la falta de rapidez en el trabajo para dilucidar quiénes le habían tirado piedras al despacho de su Jefa en la tarde del jueves 10 de la semana anterior, cuando se votaba en Diputados el proyecto sobre el refinanciamiento de la deuda con el FMI.

La propia vice escaló el conflicto cuando declaró en un video sobre el tema que “alguien planificó y ejecutó esa pedrada colectiva”.

Larroque describió a ese asedio violento como “un mensaje mafioso”.

En privado, aunque luego trascendió a los medios, los Kirchner acusaron al movimiento Evita, ultraoficialista, de haber instigado a esos violentos. La Justicia no tiene ninguna prueba en ese sentido.

El periodista de Clarín Pablo de León reveló que el Presidente, en medio de esos días de furia cruzada con los Kirchner, se había comunicado con el “Cuervo”.

La comunicación fue durísima.

Tanto como para que Larroque le haya transmitido al Jefe de Estado que la familia Kirchner, y La Cámpora, no tolerarían que él vuelva a usar el nombre de Néstor Kirchner en esta disputa interna partidaria que ya excedió al ámbito de Gobierno.

Ocurre que Fernández, tras el voto en Diputados de La Cámpora sobre el proyecto oficial sobre la deuda -un “no positivo”- retuiteó en su cuenta de tuiter al usuario Bruno Bimbi, quien había escrito en esa red social que, si estuviera vivo, Néstor Kirchner habría votado a favor del pacto con el Fondo.

Cuatro miembros del Gabinete nacional, tres legisladores y dos operadores K reconstruyeron ante Clarín el gran dilema que enfrenta al Jefe de Estado y a los Kirchner.

¿Permitirá que los funcionarios que militan en La Cámpora sigan en sus puestos tras estas peleas políticas, y hasta personales con Máximo Kirchner?

Alberto Fernández no solo es el Presidente de la Nación. Es también el Presidente del Partido Justicialista.

Máximo Kirchner es el líder del PJ de la provincia de Buenos Aires.

El verticalismo se rompió en el peronismo.

¿Habrá consecuencias?

Más allá de eso, lo que irrita en el Gobierno es que “los camporistas” siguen en operaciones y los acusan para trabar la gestión. Los “camporistas” replican que los funcionarios presidenciales son los que operan en contra de la vice.

Ninguna de las dos acciones, siendo ambas positivas, se neutralizan entre sí.

El Gobierno, la coalición oficialista que antes fue el Frente de Todos, entró sin duda en una nueva etapa.

En una dimensión desconocida.

Las afrentas entre la facción que responden a Fernández (Alberto) y a Fernández (Cristina) nunca habían sido tan explícitas.

El Presidente les aseguró a varios de sus colaboradores que dentro de un tiempo -que no especificó- provocará la renuncia de algún funcionario K de peso político y simbólico. Es algo que ya prometió hacer otras veces y nunca concretó.

Aunque ahora el escenario parece ser otro.

Fue Máximo Kirchner el que “rompió” relaciones con él.

Y ahora es la vice la que no le atiende el teléfono y envía a sus representantes en la política a criticar y acusar de varios males políticos al Jefe de Estado.

“¿Qué quieren ellos?”, se pregunta el Presidente sobre sus principales rivales internos: “¿Qué buscan con todo esto?”

La respuesta la da uno de sus funcionarios más cercanos. Es como si respondiera Fernández mismo: “Está claro lo que quieren: la sumisión total. Quieren tomar el Gobierno y que Alberto haga lo que le digan ellos. No va a pasar”.

El Jefe de Estado analiza por estas horas dos hipótesis. Una es continuar gobernando sin provocar renuncias de funcionarios K, hasta que realidad se imponga y el choque sea inevitable. La otra es esperar a que sea La Cámpora la que mueva antes que él: en la Casa Rosada no descartan algún movimiento conjunto de ese funcionariado que podría dejar la gestión para debilitar al Jefe de Estado.

Ocurre que dejar la gestión es también dejar de controlar algunos de los organismos estatales más importantes, y sobre todo, algunos de los que más presupuestos manejan en la administración pública.

Hay otro resultados producto de otras estrategias, todos de espesor y consecuencias variables pero enmarcados en una división de bienes del oficialismo.

Fernández no es el mismo Fernández que antes.

Más allá de que la marcha de la gestión siga siendo muy errática, con lo que eso conlleva tras dos años en el poder, algo cambió en él: ahora responde a los criticas K como no lo hacía antes. Y tiene voceros “picantes” que se le animan a los Kirchner. Por oficio. Por cansancio. O por perdida del miedo ante quien parecía ser invencible y quedó demostrado que no lo es.

Uno de ellos es Aníbal Fernández. Viejo lobo del poder.

Fuentes “camporistas” describieron ante Clarín el asombro que les produjo cómo trató “Aníbal” a su dirigencia hablando en favor del Presidente.

Quizás el intercambio más fuerte que tuvo el “Cuervo” Larroque no haya sido con el Presidente. Si no con el ministro de Seguridad.

Después de varios tuits, cruzados, y sabiendo lo que Larroque le recriminó al Jefe de Estado, Aníbal tomó el teléfono y llamó al ministro y líder de La Cámpora: “Cuervo, ustedes no pueden tratar así a un Presidente peronista. Dense cuenta…”, le dijo, siempre según las fuentes del entorno K.

Y terminó la charla con firmeza típica de su lengua rápida y eficaz: “Escuchame otra cosita, Cuervo. ¿Cómo es eso de que no podemos nombrarlo a Néstor? Vos sabés lo que yo lo quise y como laburé para él. A ver si entienden. Ustedes no son los titulares del dominio Néstor Kirchner. Así que lo vamos a nombrar todo lo que queramos”.

Larroque transmitió el mensaje.

El Presidente, ahora, analiza qué hacer.

Lo mismo que los Kirchner.

Para Fernández, despedir a todo el “camporismo” del gobierno es una acción de resolución compleja.

Igual que lo es para La Cámpora renunciar en masa a todos los puestos que les dan poder y manejo de dinero estatal.

Algo sucederá, repiten las fuentes.

Las operaciones “camporistas” exceden hace semanas a la problemática con el FMI.

El ministro de Salud de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, militante de esa agrupación, hace meses que inició un operativo para desgastar a su par de la Nación, Carla Vizzotti. Desde fines del año pasado no le habla. No la saluda.

Critica su gestión donde sabe que trascenderá lo que dijo.

En la Casa Rosada están convencidos de que La Cámpora quiere desplazarla del Ministerio de Salud para que sea reemplazada por Kreplak.

En el medio, la salud pública.

Pero el gran objetivo tanto de la familia Kirchner como de la militancia más influyente de La Cámpora es Martin Guzmán, el ministro de Economía.

Lo acusan de haber negociado pésimo con el FMI, lo acusan de ser el responsable de la derrota electoral del Frente de Todos en las elecciones. Lo detestan. Lo quiere afuera de su cargo, ya. El asedio en su contra se profundizó esta semana con funcionarios de La Cámpora que controlan la estratégica área de la Energía.

Guzmán cree que sus rivales no saben de Economía.

Y que cuando operan en su contra demuestran que son “desestabilizadores”.

El Presidente, salvo catástrofe, sostendrá en su cargo al ministro.

Fernández, eso sí, podría esta vez provocar el enojo final de los Kirchner tomando alguna decisión que los altere por completo. Como se dijo: es algo que muchos esperaron muchas veces y finalmente no pasó.

Pero se acerca la lucha por el poder total.

Las elecciones del 2023.

En la Casa Rosada saben, por ejemplo, que Máximo Kirchner trabaja en un plan para desdoblar las elecciones a Gobernador de los comicios generales en los que se elegirá Presidente en el 2023. De ese modo, quien se candidatee en Buenos Aires podrá hacerlo sin el “peso” negativo de un candidato presidencial con mala imagen… El actual mandatario bonaerense, Axel Kicillof, no estaría tan de acuerdo con este escenario futuro.

Todos los protagonistas de esta historia desconfían de los demás.

¿Máximo Kirchner confía en Kicillof?

¿Será él el candidato K a Buenos Aires?

Lo único seguro es que la interna entre el Presidente y su vice escaló a un nivel inédito. De difícil retorno.

Complotó contra el acuerdo con el FMI que el Presidente llevó al Congreso.

Quienes le preguntan a Aníbal Fernández sobre esa situación, tal vez encuentre la respuesta de lo que significa esa decisión dentro del peronismo clásico; “Papito, yo soy ministro de un Presidente peronista. Y a un Presidente peronista, si uno es peronista, se lo defiende y se le votan las leyes. Esto que hicieron los chicos y Cristina, con el cariño que le tengo, no existe. Nooo, este caramelo, así, yo no me lo trago”, respondió a un interlocutor que reconstruyó su respuesta a Clarín.

La verdadera gran interna en el Gobierno acaba de empezar, ahora sí.

Lo que no significa que continúe ni que todo termine siendo contrario a lo que es.

La interna será brutal, o no será nada. Final abierto.

Nicolás Wiñazki