Si bien las acciones -denominadas justamente renta variable- son por naturaleza volátiles y ningún inversor con una base mínima de conocimientos las compra ignorando esta característica, lo cierto es que su volatilidad parece nada al lado de la que presentan las criptomonedas, que pueden subir 200% o más en cuestión de días o semanas y caer 60 o 70% en el mismo lapso y en varias ocasiones a lo largo de un año. Esta diferencia, que parece cuantitativa, es en realidad cualitativa: cuando las acciones de una empresa caen rápidamente más del 90%, se asume que la compañía está quebrada, como sucedió con las acciones del gigante chino de real estate Evergrande el año pasado. A partir de ese momento, los accionistas saben que muy probablemente los papeles que tienen en sus manos no recuperen jamás el precio de días o semanas atrás. En el universo cripto, por el contrario, caídas de esa magnitud pueden ser seguidas de violentas recuperaciones de precio. Así lo demuestra la breve historia del Bitcoin y las altcoins. Por este motivo, es fundamental no pensar en ellas como si se estuviese invirtiendo en acciones. De lo contrario, es posible que el terror se apodere de nuestra mente y salgamos a rematar lo poco que nos ha quedado después de una caída abrupta, cuando bien podríamos esperar a que el mercado pegue la vuelta, siempre que hayamos invertido con fundamentos. Si el árbol no se está cayendo y se trata solo de un bamboleo para lanzar los frutos que ya están maduros, ¿para qué soltarnos? Paradójicamente, en este mundo de lo inmediato, el mercado cripto suele premiar a quienes investigan e invierten con paciencia, muestran templanza y saben reconocer su momento. 2) Las criptomonedas pueden autocustodiarse y generar retornos extra |