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Plan Frondizi: FMI, estabilización y crecimiento en un marco político imposible

 En 1958 el ideólogo del desarrollismo, Rogelio Frigerio, entendió que los desequilibrios acumulados no permitían el desarrollo económico e implementó un plan con el FMI. Alsogaray lo ejecutó.


"Hay que pasar el invierno", fue la frase más recordada del ministro Álvaro Alsogaray respecto del plan de estabilización económica que implementó en 1959 y que quedó marcada a fuego como un mal recuerdo de ajuste y recesión. Sin embargo, ese plan instrumentado bajo la presidencia del radical desarrollista Arturo Frondizi, permitió que durante dos años la economía creciera arriba del 8% anual. 


Un ajuste que se tradujo en un salto de productividad motivada por la fuerte inversión extranjera directa, con baja inflación por tres años y gradual recuperación del salario. "El mejor de los mundos posibles", graficaron Pablo Gerchunoff y Lucas Llach en su libro El ciclo de la ilusión al desencanto.


Desde una óptica política, el escenario era de una adversidad tan extrema -tutela militar y pacto inestable con Perón y los sindicatos- que permiten poner entre signos de preguntas los diagnósticos actuales de "pesada herencia" y "tierra arrasada" que se endilgan a ambos lados de la grieta.  


Convertibilidad y el plan de Perón del 52, los antecedentes de estabilización peronista que tiene Alberto


Para 1958, sobre la cabeza de Frondizi pendía la amenaza permanente de un golpe de Estado motivado por un fuerte "partido" militar antiperonista colérico por la difusión que hizo Perón del pacto secreto que selló con Rogelio Frigerio, ideólogo de la visión desarrollista que abrazó el radical.


El marco político en el que Frondizi instrumentó su plan de estabilización -amenaza permanente de golpe de Estado y tensiones con Perón y el sindicalismo- relativiza las restricciones que enfrentan Martín Guzmán y Alberto Fernández.


También lo jaqueaban una balanza de pagos crujiente, un repudio al peso que aceleraba cada vez más la salida de depósitos y la inflación que se resistía a bajar del 30% anual. Y encima, era fuertemente resistido por la oposición sindical a tal punto que pasó meses sin poder aplicar una suba de los encajes bancarios para frenar la inflación porque los bancarios estaban de huelga.


Así y todo, prosiguió con una corrección de precios relativos, liberalización del mercado de capitales y freno a la emisión. Con salarios congelados, los trabajadores soportaron un pico de inflación del 140% en el 59, tarifazo mediante. Ya el 1960 la inflación cayó a solo el 7,6% anual y los salarios comenzaron a recuperar parte del poder adquisitivo perdido y, en menos de un año, todo el PBI perdido en el 59 se había recuperado y más también.  



Frondizi y Alsogaray durante la presidencia del radical desarrollista.


Para algunos autores como Alain Rouquié, el desembarco del ingeniero liberal Álvaro Alsogaray en el Ministerio de Economía de Frondizi no fue una cuestión de estabilización económica, sino de estabilización política, lo que le permitió postergar el golpe de Estado hasta 1962. 


Al fin y al cabo, no fue él, sino su antecesor, Emilio Donato del Carril, y Rogelio Frigerio quienes en diciembre de 1958 dispusieron de un plan de estabilización financiado con un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (un Stand By más precisamente) cuyos resultados se vieron en los años posteriores. Alsogaray no entraría en escena hasta mediados del 59.


Para Alain Rouquié, el desembarco de Alsogaray en Economía no fue una cuestión de estabilización económica, sino de estabilización política, que le permitió a Frondizi postergar el golpe de Estado hasta 1962. Al fin y al cabo, no fue él, sino su antecesor Emilio Donato del Carril, y Rogelio Frigerio quienes en diciembre de 1958 implementaron el plan de estabilización financiado con un acuerdo con el FMI


Bajo esta perspectiva, Alsogaray fue el brazo ejecutor de un programa de estabilización macroeconómica ajeno y los méritos no fueron suyos, sino de Frigerio. Suyos más bien fueron algunos desaciertos vinculados a su sobreactuación del programa de ajuste al querer darle una impronta propia. Puntualmente, la crítica apunta a un achicamiento excesivo del gasto público que profundizó innecesariamente la recesión de 1969 al hacer que la recaudación cayera tanto que el déficit fiscal, en lugar de achicarse, se agrandara.


No casualmente, este es el argumento que Martín Guzmán blande contra los que piden que acelere la convergencia al equilibrio fiscal haciendo un ajuste del gasto público más acentuado que el que intentó en la primera mitad del año: un ajuste sobreactuado es recesivo y desestabilizador de la macroeconomía, sostiene el actual ministro.


Otros en cambio, destacan la voluntad de ajuste del gasto de Alsogaray, incluso por encima Frondizi. En particular señalan el ímpetu para reducir la planta de empleados ferroviarios (recortó 70.000 puestos), congelar las vacantes estatales y los salarios públicos por un año y aguantar el incremento de las huelgas. Y, por sobre todo, lo consideran creador de la confianza en un cambio de raíz que motorizó la llegada de inversión extranjera directa para dinamizar la producción de los años siguientes. Dudan de que otro ejecutor pudiera haber concretado la reducción de la emisión monetaria al 2% anual.


Es que Frondizi y Frigerio eran de la idea de complementar el ajuste con medidas que paliaran el impacto sobre los sectores más vulnerables. En cambio, Alsogaray se impuso inflexible. De allí su célebre frase de: "Hay que pasar el invierno".


A diferencia de otros intentos de estabilización fallidos como el del Rodrigazo o el Sigautazo, el plan de 1959 -al igual que el que implementó Perón en el ‘52- concentraron en un año las correcciones cambiarias, fiscales y monetarias; y consiguieron al año siguiente la dinamización de la economía con menos inflación, más PBI, más productividad y recuperación de los salarios. En cambio, los puestos de trabajo tardaron en recuperarse, un punto que Gerchunoff y Llach señalan que opacó el éxito del programa y desilusionó a sus propios autores. 


A diferencia de otros intentos de estabilización fallidos como el del Rodrigazo, el plan de Frondizi y Alsogaray de 1959 -al igual que el que implementó Perón en el ‘52- concentraron en un año las correcciones cambiarias, fiscales y monetarias y consiguieron al año siguiente la dinamización de la economía con menos inflación, más PBI, más productividad y recuperación de los salarios.


Otro punto que opacó la performance, explicó el economista y profesor de la Universidad del Salvador Héctor Rubini a LPO fue que la devaluación de diciembre del 58, que llevó el dólar de 65 a 100 pesos para luego terminar retrocediendo a 83, no dinamizó las exportaciones agrícolas como se esperaba, incluso si siguieron siendo la principal fuente de divisas del país y de sostén del Banco Central "como hasta hoy".


Por otro lado, cabe recordar que ambos ajustes se hicieron a partir de bajos niveles de desempleo y de pobreza por lo que tolerancia social al ajuste dentro de un programa integral de estabilización macroeconómica como el que actualmente exige el FMI puede no ser comparable a la que había en 1959, incluso con la fuerte resistencia sindical.


En cambio, otros economistas consideran que la incertidumbre e indefinición de Guzmán redunda en cada vez más brecha cambiaria, más inflación y más pobreza en el corto y en el mediano plazo que las que podría tener por unos meses la implementación de una estabilización de shock que haga que la economía crezca en los próximos años a tasas chinas como pasó en 1960 y 1961.


"El diagnóstico de Frondizi sobre que la industria energética y logística estaban subcapitalizados y era necesario promover las exportaciones era correcto, como también era correcto recurrir a inversiones externas para capitalizarlos porque el ahorro interno no alcanzaba", señaló Rubini. 



Frondizi tuvo que gobernar baja la amenaza permanente de un golpe de Estado


El profesor recordó que: "Ya en 1955, Prebisch planteó la necesidad de una devaluación real, no solo nominal. Pero este tipo de medidas implicaba una caída del salario real de las clases obreras y afectar los beneficios de las empresas mercadointernistas. Esto a la vez requería de disciplina fiscal y monetaria para evitar un salto inflacionario y era contrario a los intereses de los políticos, los contratistas del Estado y los beneficiarios de créditos subsidiados. Sólo Frondizi se animó a hacerlo. El problema es que las herramientas de las que disponía eran insuficientes para encarar el mediano y largo plazo y terminó en una inestabilidad política que llevó a que lo derrocaran en marzo del 62".


"El éxito del programa fue relativo en la medida en que se concentró en unos pocos sectores industriales como el automotriz, en caucho para neumáticos y el petroquímico, con un aumento de la productividad en los cuatro años, pero solo con generación de empleo en el sector automotriz que no llegó a compensar la destrucción de empleo industrial en el resto de las ramas", agregó Rubini, quien destaca que básicamente "sustituyó mano de obra por maquinaria, por capital, y eso le jugó en contra a la sostenibilidad política del programa". 


"Si uno mira los indicadores se encuentra con algunos números que son excelentes: se triplicó la producción de petróleo y se redujo la incidencia de las importaciones sobre la oferta nacional del 57% al 7% del petróleo. Sin embargo, la caída de los ingresos reales que impuso el cambio de precios relativos, incluso si a partir del 60 hubo una recuperación, generó un descontento social que terminó por hacer caer el programa. Irónicamente tras el derrocamiento vuelven a caer los salarios, pero luego rebotan fuerte a fines del 62", remaró.


El experimento de Frondizi fue una experiencia sustitutiva de importaciones que se motorizó principalmente por gestión interna y no por impulso externo. Fue decisión política y equipos idóneos y sirvió de base para la segunda ola de inversión en infraestructura, saliendo del gobierno de Onganía y hasta el Rodrigazo del 75


"El experimento de Frondizi de ajuste seguido de crecimiento fue una experiencia sustitutiva de importaciones que se motorizó principalmente por gestión interna y no por vientos de cola o impulso externo. Fue decisión política y equipos idóneos y sirvió de base para la segunda ola de inversión en infraestructura saliendo del gobierno de Onganía y hasta el Rodrigazo del 75", explicó Rubini y agregó que "lo de Frondizi coincidió con el proceso desarrollista brasileño de Juscelino Kubitschek, que sí se benefició del fuerte viento de cola de inversiones estadounidenses y británicas en la red ferroviaria y la producción minera en Minas Gerais, tras su participación en la II Guerra Mundial. El caso de Brasil fue más exitoso como programa desarrollista que el argentino, pero también terminó en golpe militar", concluyó.


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