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Las ciudades del futuro contra la jungla de cemento

 Bosques verticales, biomímesis y autorregulación de la temperatura: las nuevas construcciones en busca de una relación más armónica entre arquitectura y naturaleza.


La crisis climática que deja sus huellas en las grandes ciudades impacta directamente en las nuevas formas de habitar. Estas tramas urbanas que sufren los estragos del calentamiento global son el eje de los experimentos proyectuales que ensayan fórmulas para un futuro con movilidad sustentable, huella de carbono neutral y parámetros de la biofilia, la disciplina que aplica patrones de la naturaleza para promover el bienestar.


Después de la cumbre celebrada a principios de noviembre en Glasgow los países asistentes se comprometieron a empatizar con “la última oportunidad para salvar el planeta”. La alarmante consigna de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 26 impulsó que 130 líderes mundiales prometieran acuerdos para terminar con la deforestación de cara al 2030. La iniciativa tiene carácter de urgencia.


La tala de árboles contribuye al cambio climático porque agota los bosques que absorben grandes cantidades de CO2. Y esta tragedia ambiental no solo pone en riesgo los ecosistemas. También levanta la temperatura de las grandes ciudades.


El Bosque Vertical de Milán fue uno de los proyectos arquitectónicos pioneros en repensar soluciones constructivas que mejoren la calidad del aire. Este complejo verde proyectado por el arquitecto Stefano Boeri transformó una zona degradada en un auténtico pulmón vegetal que dio 27 brotes alrededor del mundo


El Bosque Vertical de Milán fue uno de los proyectos arquitectónicos pioneros en repensar soluciones constructivas que mejoren la calidad del aire. Este complejo verde proyectado por el arquitecto Stefano Boeri transformó una zona degradada en un auténtico pulmón vegetal que dio 27 brotes alrededor del mundo. En Huanggang y Nanjing (China) se inauguraron los últimos, con especies autóctonas que contribuirán a la regeneración de la biodiversidad local y la reducción de las emisiones de CO2 en unas 18 toneladas. Sus vecinos, en tanto, gozarán de hasta 16,5 toneladas de oxígeno al año. En El Cairo, Mumbai, Fráncfort, Bogotá y San Pablo también se pueden ver estas ciudades en altura con fachadas vegetales, producto de la investigación de botánicos y etólogos que previamente cultivan las especies en viveros.

Boeri, el gurú de la arquitectura verde, también se hará cargo de la refuncionalización de la Torre Pirelli, un ícono milanés que fue clausurado por favorecer la contaminación, incumplir con los estándares básicos de sostenibilidad y los sistemas antisísmicos. Junto al estudio Diller Scofidio + Renfro pondrán el conjunto en valor para atraer aire fresco a la zona de Porta Nuova.


Con un modelo de uso mixto de espacios públicos y residenciales y la implantación de un puente, la torre de 110 metros de altura combinará aromas de 13 mil esencias y cerca de 500 árboles y arbustos que, piso tras piso y estación tras estación, mutará del verde, al rojo y amarillo. “Tomando la tradición del jardín italiano y trabajando en la idea de un jardín botánico hemos pensado la relación entre la arquitectura y la naturaleza en un formato disruptivo”, señaló Boeri sobre el edificio que contará con un laboratorio e invernadero propios y producirá la misma cantidad de oxígeno que un bosque de 10 mil metros cuadrados.


El arquitecto italiano acaba de lanzar Urbania (Editorial Laterza), el libro donde reflexiona sobre el urbanismo pospandémico: “Si nos centramos en los cambios estructurales acelerados por la emergencia sanitaria notamos que se desdibujan los límites en las dimensiones de la vida cotidiana (el hogar, el trabajo y el ocio). Como resultado, las ciudades deben adaptarse a este nuevo escenario en constante evolución, entender las nuevas necesidades. Pasamos de una visión de cajas colocadas una al lado de la otra a una más osmótica. Los espacios deben reflejar esta situación y facilitarla”, plantea.


El complejo Bliss

Imaginar corredores de biodiversidad donde la ciudad y la naturaleza entablen un diálogo armónico implica un cambio de paradigma. Nuevas narrativas que respondan no sólo al futuro de los tejidos urbanos sino al anhelo de mejorar nuestra calidad de vida.


En Buenos Aires, el complejo Bliss promete un sistema equilibrado que se levantará en San Fernando con 16 edificios rodeados de laguna natural y espacios verdes que promoverán un microclima, el control térmico del espacio y su consiguiente ahorro energético. Detrás de esta novedad está el estudio MRA+A (Mario Roberto Álvarez Asociados). De planta industrial a ecosistema urbano, Bliss se levantará sobre el ex centro logístico Molinos incorporando la dimensión ambiental. “El concepto urbano es el de una ciudad del siglo XXI, focalizado en el entorno. La misma cantidad de habitantes que en una ciudad convencional viven en una manzana aquí contarán con 9 hectáreas de terreno”, explica Marcelo Rodríguez Cáceres, gerente general de Bliss Buenos Aires, desarrollador del emprendimiento que se postula como una ciudad de 15 minutos en sí misma. Con distancias que no superarán los 4 kilómetros para desplazarse a pie y resolver servicios, educación y ocio, la micromovilidad será uno de los puntales de Bliss.


En Buenos Aires, el complejo Bliss promete un sistema equilibrado que se levantará en San Fernando con 16 edificios rodeados de laguna natural y espacios verdes que promoverán un microclima, el control térmico del espacio y su consiguiente ahorro energético.


El arquitecto danés Bjarke Ingels, al frente del emblemático estudio BIG (Bjarke Ingels Group) es uno de los referentes de esta problemática que cada vez más exige ciudades más caminables y descentralización.


El master plan que desarrolló para Toyota Woven City, al pie del monte Fuji (Japón), es una auténtica incubadora urbana que impulsa el desarrollo, promueve la conectividad en formatos alternativos, alienta el diálogo con la naturaleza y el equilibrio ambiental. Un experimento de laboratorio que plantea un cambio de mentalidad: “Robótica para la vida cotidiana, naturaleza y energía solar”, enumera.


El autor del búnker de Google de San Francisco y la torre del World Trade Center de Nueva York eligió una ex fábrica de la ciudad de Susono para bocetar Toyota Woven City, concebida como “un laboratorio vivo para probar y mejorar la movilidad, la autonomía, la conectividad, la infraestructura impulsada por hidrógeno y las alianzas colaborativas con la industria”, explica Ingels, el arquistar detrás de este prototipo de ciudad. “Promover diferentes modos de transporte para conexiones más fáciles y seguras implica abordar el sistema tradicional de otra manera.


El espacio público de Woven City asumirá 3 formatos: una calle principal para vehículos autónomos rápidos, un paseo recreativo ocupado por otros modos de transporte y, finalmente, el parque lineal, que conecta a las personas con la naturaleza. Este esquema está organizado en grupos de bloques urbanos que forman un vacío central o patio, al que se accede por el parque lineal”, señala el proyectista, que también dotará a las unidades de vivienda con dispositivos de inteligencia artificial.


Como una colonia de termitas

Para Mónica Cohen, fundadora de Biomimicry Argentina Network cada vez es más importante contemplar los fundamentos de la biomímesis en los desarrollos urbanos. Bio significa vida y mímesis, imitar. Así, la arquitecta propone “entender a la naturaleza como mentora para encontrar soluciones innovadoras en vez de tomarla como recurso”. Para la especialista, uno de los proyectos que persigue estos conceptos es el centro comercial de Zimbabue diseñado en función de una colonia de termitas.


El arquitecto Michael Pearce se basó en la dinámica de edificación de las termitas para construir sus nidos. “La clave es el principio básico de la termorregulación y la forma de chimenea que permite que el aire caliente suba promoviendo la renovación de aire fresco en la base. Este centro comercial basa el control térmico en la ventilación y calefacción natural.


El complejo cuenta con múltiples ventilaciones. La masa del edificio lo enfría o lo calienta en función de cuál esté más caliente: el hormigón de la estructura o el aire”, explica Cohen y agrega que las soluciones basadas en la naturaleza pueden favorecer la urbanización sostenible, restaurar ecosistemas degradados, mejorar la adaptación y mitigación del cambio climático.


La problemática del aire fresco en topografías desfavorables también fue el eje del proyecto de Al Wasl Plaza, el espacio central de la Expo Dubai 2020 que lideró el arquitecto argentino Alejandro Stochetti. Concebido como un jardín, un auténtico oasis en medio del desierto, este espacio de encuentro nació con la misión de “mejorar el confort del espacio público”, según Stochetti.


La solución: disminuir la altura del jardín hacia el centro para promover el disfrute de aire fresco a escala humana. “Además, decidimos proponer una estructura de sombra para disminuir la radiación solar directa. Pensamos en cubrir esta estructura con un material que permitiera el movimiento de aire para evitar la acumulación de la fina arena del desierto, para dejar que el aire más caliente fluya fuera de la estructura y para impedir que el agua de las lluvias poco recurrentes pero intensas se acumule en esta cubierta”. Mientras que la estructura de sombra protege del sol durante el día, por la noche se convierte en una pantalla para proyecciones inmersivas.


Las junglas de cemento, hornos urbanos que levantan la temperatura, tienen la chance de promover la resiliencia de las ciudades donde vivimos. Refrescar los tejidos, el gran desafío.


Vivian Urfeig