Del 1 al 10, donde 1 es “nada” y 10 es “todo”, ¿en qué nivel deberíamos dejarnos llevar por sus consejos? Mi respuesta es 1, especialmente cuando vemos a analistas en medios de comunicación brindando recomendaciones puntuales de acciones y haciendo pronósticos cual meteorólogos. La persona que invierte tiende a creer que el analista conoce algún secreto que el resto ignora y que sus apuestas cuentan con una mayor probabilidad de éxito. Sin embargo, nadie resiste un archivo: cuando se examina el historial de los analistas más mediáticos, se llega fácilmente a la conclusión de que unas veces aciertan y otras no. En el mejor de los casos, anotaciones y pifias se distribuyen en partes iguales. Por otro lado, en el mundo de las inversiones está muy presente el conflicto de intereses entre asesores disfrazados de analistas e inversores, quienes ignoran que el experto trabaja para determinados sectores o persigue en su trabajo objetivos ajenos. Es el caso de muchos agentes que, incluso contra sus propios deseos, vienen defendiendo desde hace años los intereses de poderes concentrados como los bancos y recomendando a sus clientes que se mantengan alejados de Bitcoin y las finanzas descentralizadas, pese a que la realidad les da la espalda: Bitcoin fue la mejor inversión de la década y no, como eligen describirla desde esos escritorios, una burbuja creada para beneficiar a narcotraficantes y terroristas. No obstante, a fuerza de subas, la criptomoneda se hizo cada vez más popular y su narrativa fue cambiando hasta volverse mucho más benigna en la actualidad. Los criptoactivos y las finanzas descentralizadas se erigieron como un competidor peligroso para el mercado financiero tradicional. Así es como la mayoría de las empresas del sector y muchos de sus empleados asumen posturas de odio o enemistad hacia las propuestas innovadoras, en lugar de adoptar las nuevas tecnologías para transformar sus modelos de negocio. Lo cierto es que nadie compensará a los inversores por las oportunidades perdidas. Ningún ejecutivo de cuenta ni agente se hará cargo de los malos consejos. En todo caso les dirán a sus clientes que solo les acercaron sus recomendaciones y eran ellos quienes debían tomar las decisiones. Es otra manera de decir que la culpa es del inversor por no haberse animado a pensar con espíritu crítico y por su cuenta. Medios |