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Mercados financieros atrapados entre el exceso de confianza y desconfianza

 



Los inversores son complacientes con los bancos centrales y las decisiones que podrían tomar en un entorno complicado, y están excesivamente preocupados por China, según Gergely Majoros, miembro del comité de inversión de Carmignac.
 

En un entorno en el que los mercados de renta variable han mostrado buen tono, hay dos cuestiones que merecen especial atención por parte de los inversores. La primera es el reciente endurecimiento del entorno normativo en China. La segunda, igual de importante para los mercados financieros, es la futura trayectoria de las rentabilidades de la renta fija.

En China, para corregir de forma persistente numerosos excesos (posiciones dominantes, desigualdades, precariedad) en algunos segmentos de la nueva economía del país, las autoridades anunciaron un régimen normativo considerablemente más estricto que en las modificaciones previas, realizadas en 2015 y 2018. Este apretón de tuercas ha despertado temores entre los inversores y ha provocado la caída del precio de algunas acciones chinas. El índice Nasdaq Golden Dragon China, que incluye a varios líderes tecnológicos chinos, cayó un 27 % en los ocho primeros meses del año, mientras que el índice estadounidense de los principales valores tecnológicos, el Nasdaq Composite, se anotó un 18 % en el mismo periodo.

Sin embargo, ¿tienen motivos los inversores para prever que, para lograr el objetivo de prosperidad común o de la rivalidad estratégica entre China y Estados Unidos en tecnología, Pekín debilitará persistentemente a las principales empresas de Internet? ¿Cabe esperar que las autoridades chinas ataquen la propiedad privada y las estructuras jurídicas creadas para permitir las cotizaciones de empresas chinas en el extranjero? Estamos convencidos de que no es así.

En primer lugar, tal lógica sería totalmente contraria a la voluntad estratégica y necesaria de abrir progresivamente los mercados financieros chinos. La conexión bursátil («stock-connect») entre Hong Kong y las bolsas chinas, establecida hace unos años, ha conseguido crear un flujo continuo de inversiones financieras hacia China, un paso decisivo en la apertura de los mercados del país. Esto también iría en contra del objetivo a largo plazo de que la moneda china —el yuan— se convierta en una moneda de reserva internacional como el dólar.

Por tanto, aunque la mayoría de las medidas anunciadas continúan siendo coherentes con las ambiciones y objetivos políticos de China a largo plazo, ¿deberíamos empezar a considerar un riesgo político chino permanentemente superior? Volvemos a pensar que no.

Por contundente que sea, el deseo de las autoridades chinas de hacer frente a los efectos negativos, cada vez más evidentes, que tienen sobre la sociedad civil las posiciones dominantes alcanzadas por determinadas empresas no difiere de las preocupaciones expresadas con frecuencia en Occidente. Del mismo modo, el problema de las crecientes desigualdades en las posibilidades de éxito de los niños, con los exorbitantes costes de las clases particulares extraescolares o el aumento de los precios de los inmuebles cercanos a centros educativos de calidad, no es exclusivo de China. Al igual que la precariedad laboral de los millones de repartidores autónomos del sector de servicios de entrega no es una cuestión específicamente china.

Por todos estos motivos, creemos que China continúa siendo un mercado en el que es perfectamente posible seguir invirtiendo, siempre que nos posicionemos de forma selectiva.

Estanflación 2.0 

Este exceso que observamos para China también existe para los bancos centrales; la diferencia es que aquí no se aplica a la inquietud sino a la confianza. De hecho, aunque los rendimientos de los bonos han retomado su senda bajista, en consonancia con nuestra hipótesis central de una futura desaceleración económica, ¿deberíamos seguir anticipando una caída de las rentabilidades en los próximos meses? No estamos muy convencidos. 

En primer lugar, el notable aumento de los salarios, especialmente en los empleos poco cualificados, y la subida de los alquileres deberían desembocar en un incremento más persistente de la inflación. Y, al mismo tiempo, la economía estadounidense podría ralentizarse, ya que las perspectivas de apoyo presupuestario de la Administración Biden continúan siendo inciertas. De hecho, aunque parece que recientemente se han logrado avances importantes en las modalidades de la implantación de los próximos planes de apoyo, continúa siendo muy osado que el Gobierno estadounidense intente aprobar dos grandes programas en pocos meses, antes de las elecciones de mitad de mandato de 2022.

Así pues, la Reserva Federal (Fed) podría encontrarse ante una suerte de «estanflación 2.0», es decir, una desaceleración económica acompañada de un aumento de las previsiones de inflación. Esto podría hacer que definir una política monetaria óptima resulte una tarea singularmente delicada.

En Europa, la situación sigue siendo menos grave que en Estados Unidos. Las previsiones de inflación son actualmente demasiado bajas en relación con el objetivo del Banco Central Europeo. La dinámica de los precios continuará ocupando el centro de sus reflexiones.

Esta situación nos lleva a mantener una gran cautela en la gestión de nuestros fondos de renta fija y a estar preparados para adaptarnos a la evolución del contexto monetario y presupuestario. En cuanto a nuestra gama de fondos de renta variable, mantenemos cuidadosamente nuestras posiciones en China a través de una selección de valores con gran potencial, cuya cotización se ha tornado especialmente atractiva en los últimos tiempos. También sobreponderamos los títulos de crecimiento capaces de resistir una hipótesis de expansión económica potencialmente decepcionante.

Fuente: Carmignac, Bloomberg, a 31/8/2021