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¿POQUE PRODUCTORES Y CONSUMIDOR PIERDEN? ¿QUIENES GANAN?

Hace  muchos años que el precio de los alimentos perecederos en las góndolas superan entre cinco y diez veces el valor que recibe el productor, este tremendo descalce de valores tiene motivos y consecuencias que afectan por igual al productor y al consumidor.


Los productores hace años ven que su trabajo en el mejor de los casos es magramente recompensado, simultáneamente los consumidores ven limitada su capacidad de compra por el alto valor de las mismas.  Mientras tanto desde los diferentes organismos del estado se dictan medidas de control de precios que siempre resultan  ineficaces y a todos dejan disconformes. Desde luego que en todo este derrotero comercial la carga impositiva tiene una incidencia relevante. 


No pretendemos hacer juicios de valor simplemente  historiar y explicitar la evolución que sufrió la comercialización de los alimentos perecederos y sus consecuencias sobre productores  y su  incidencia sobre los consumidores, al igual que otras actividades que sufren también las consecuencias de concentraciones monopólicas. 

 

Hasta que en 1984 se creara el Mercado Central  de Buenos Aires sobre la Autopista Ricchieri  donde se comercializan las frutas y hortalizas que abastecen a más de 14 millones de personas que habitan el Área Metropolita de Buenos Aires (AMBA) funcionaban  solo en la Capital varios mercados mayoristas, (Abasto, Dorrego, Liniers, Spinetto) que competían entre sí, simultáneamente muchos más en el Gran Buenos Aires (Avellaneda, 3 de Febrero,  San Martín, Tigre, etc). El Mercado Central monopoliza la comercialización mayorista de productos perecederos, y desarticula el eficaz sistema de abastecimiento que proveían los numerosos grandes mercados concentradores.


Uno de los fundamentos que motivaron eliminar los cuatro grandes mercados proveedores de la Capital era valedero: la gran complicación logística que por el crecimiento de la ciudad ellos provocaban, otro: acotar la evasión impositiva, la solución resulto  errada. 


A su vez existían cientos de fruterías y verdulerías y un gran número de ferias repartidas por toda la capital y algunas localidades suburbanas, más los vendedores ambulantes.   


En 1992  se derogan las normas sancionadas en el 84 y se crean nuevos mercados mayoristas,  pero estos nunca logran recuperar ni alcanzar el vigor y volumen  de los antiguos mercados concentradores desaparecidos, quienes sin duda perdieron en esta movida fueron  los productores.  Simultáneamente  los supermercados  hicieron desaparecer prácticamente a casi todos los minoristas., es decir  se monopolizo la venta minorista de alimentos perecederos.

  

Antes lo productores  consignaban o vendían su producción a los cientos de mayoristas que desde diferentes grandes mercados concentradores competían en precio para defender a sus comitentes, a su vez los minoristas reducían sus márgenes de ganancia en procura de ganar compradores, esto en definitiva acotaba las diferencias entre el valor que recibía el productor y lo que pagaba el consumidor y  todos salían beneficiados.  


Este equilibrio entre oferta y demanda, al igual que esta correcta y eficiente autorregulación de precios se perdió definitivamente  y si también favoreció la importación de frutas frescas que nosotros producimos de países que nunca pudieron competir con las nuestras  ni en calidad  ni en  precio. 


Hoy frutas y verduras se comercializan en mercados mayoristas  poco competitivos por su ineficiencia  y debilidad en el volumen de ventas  y  las bocas de expendio están reducidas a unos pocos grandes supermercados que en la práctica cartelizan el negocio,  es decir que los productos, las condiciones de compra, y los precios de compra y de  venta lo fijan estas empresas que con arbitrariedad proceden, esto minimizó lo que recibe el productor y potencio el valor que paga el consumidor.  


La economías regionales pagaron muy cara esta concentración monopólica, solo basta observar que ocurrió en  el Alto Valle de Río Negro y Neuquén donde la fruticultura se destaco por ser una de las más desarrolladas del mundo por la calidad de sus manzanas y peras, cientos de productores abandonaron sus chacras, al igual que empresas  empacadoras fundadas por los pioneros que poblaron esa zona sucumbieron y el negocio frutícola quedo dañado y monopolizado por muy pocas empresas,  algunas excepciones que lograron subsistir y otras que terminaron en manos de grupos empresarios del exterior. 


Las formas de comercialización sin duda cambiaron,  esto no significa que hoy resulten mejores y más convenientes, la concentración en grandes centros de venta como resultan ser  los supermercados o en otros sectores como el de las farmacias, que prácticamente esta monopolizado en la Capital, provocaron la extinción de cientos de comercios minoristas, paralelamente los proveedores se ven obligados a vender a muy pocos grandes compradores que imponen sus condiciones de compra. Es decir la competencia desaparece y el mercado ve limitada selectivamente la oferta, resultado  tanto el proveedor como el consumidor pierden, el precio aumenta, la economía sufre sus negativas consecuencias y solo ganan estos monopolios que en su mayoría no son de capital nacional, algo similar esta ocurriendo ahora de forma incipiente con las inmobiliarias. 


Para validar lo expuesto y comprobar como estos grandes grupos económicos distorsionaron y afectaron al mercado, durante esta extensísima cuarentena compitieron deslealmente con comercios minoristas de ropa, libros, electrodomésticos, artículos de bazar etc,  a los que no se les permitió abrir sus puertas, mientras ellos lo hacían con total normalidad.   


Tampoco debemos dejar pasar por alto el negocio pesquero que esta dominado por grandes empresas en su casi totalidad de capital extranjero, que en muchos casos ellos o sus socios son quienes capturan y depredan ilegalmente a veces con buques gemelos en la zona económica exclusiva argentina, que no descargan en puertos argentinos y desde luego tampoco tributan en nuestra aduana, esto debido a la ausencia de control marítimo. Tan destacable es la distorsión que existente  en este rubro que si comparamos la venta al menudeo de la pesca que se captura en nuestras aguas (merluza, calamar, langostino) observamos por ejemplo que en España la cantidad, la variedad, la calidad es superior a la que nosotros consumimos y el precio es menor. Dentro de este estado de indefensión  en la que muchos sectores de nuestra economía se encuentran, esta  la exportación de granos que desde siempre estuvo y esta controlado por unas pocas mega empresas multinacionales. 


No queremos decir que todo tiempo pasado fue mejor aunque en estos casos si lo fue, solo estamos exponiendo hechos  y reflexionando, ello nos indica y evidencia que el problema es complejo y de difícil solución dado los intereses económicos en pugna, pero definitivamente aquí hay que cortar este nudo gordiano, tanto por el daño que se infiere al bolsillo de productores y consumidores, como así también a la mejor calidad  y más variada alimentación de la población. No olvidemos que la competencia  lleva al productor a minimizar costos, innovar, optimizar calidad, para ganar mercados con el fin de maximizar ganancias y  en cuanto al  consumidor proveerlo de más variedad, calidad  y mejores precios. 


             Diego Lo Tártaro Presidente IADER