Rencor: ofenderse con las acciones Otra emoción típica que afecta a los inversores consiste en enojarse con las acciones de una empresa por el simple hecho de que arrojaron pérdidas en una oportunidad. Los inversores enojados juran no volver a comprar. Así es como le pasó a Carla, nuestra amiga imaginaria. Compró acciones de Banco Macro (BMA) a principios de agosto de 2019 a 292 pesos por acción. Le entusiasmaba la idea de que Cambiemos, la alianza gobernante de entonces, pudiera imponerse en las elecciones primarias, allanando el camino hacia la reelección de Mauricio Macri. Sin embargo, las PASO terminaron con una dura derrota del oficialismo y dos días después Carla vendió cada papel a 201 pesos, asumiendo una pérdida del 30%. Prometió nunca más comprar BMA. Las acciones del banco siguieron cayendo hasta los 150 pesos en septiembre de 2019 a pesar de que el sector mantenía un nivel alto de ganancias en medio de la recesión y que sus ratios técnicos hablaban de precios de remate en comparación con los principales bancos de la región. Por lo tanto, la probabilidad de un rebote inminente se tornaba cada vez más alta. Carla había seguido análisis de esta naturaleza en el pasado con muy buenos resultados y estaba de acuerdo en todo, pero el “no vuelvo a comprar Banco Macro nunca más” pesaba demasiado. El rebote se dio con fuerza y las acciones de Banco Macro casi que duplicaron su precio a fines de 2019. Si no fuese por el rencor acumulado, Carla habría recuperado la pérdida de la inversión y ganado un plus interesante en poco tiempo, siempre y cuando hubiese vendido antes de que se desatara la pandemia. Lo cierto es que no hay que enojarse con las inversiones. Una inversión es una inversión, lo único importante son los fundamentos. Una empresa que en determinado momento nos hizo perder dinero puede tornarse muy atractiva tiempo después. Ofenderse con una acción bursátil no es otra cosa que deslindar responsabilidades ante el fracaso de una inversión en un momento particular, que a la luz de los hechos no era el más indicado. Conclusión Somos seres emocionales. Poder abstraernos del caudal de sentimientos que nos invaden a diario no es ni por asomo sencillo. Se pueden mezclar muchos factores: un mal día en el trabajo, la aparición de gastos inesperados, discusiones en la pareja y más. En el medio del temporal, revisamos una posición y se nos da por salir de una inversión que habíamos planificado durante un buen tiempo para mantenerla en el largo plazo. ¿Pensás que los eventos personales descriptos no tienen nada que ver con la decisión de venta? Si es así, lo pensaría de nuevo. Todo lo que vivimos nos atraviesa en mayor o menor medida y las inversiones no están libres de esos impactos. En lo personal, la manera que encontré de combatir esos impulsos (que, pese a haber publicado 4 libros sobre el tema y contar con más de 20 años de experiencia en el mercado, sigo teniendo) es tener una cuenta con poco capital y realizar la operación impulsiva en una escala realmente inferior, casi insignificante, como para satisfacer el deseo. Se trata de un mecanismo que cumple con dos condiciones: por un lado es efectivo y por el otro es barato, puesto que dejamos que la inversión principal siga su curso y las emociones no la interrumpan antes de lo planeado. Cada cual podrá elaborar su propio truco para no caer en trampas emocionales. Cuando se dice en la Bolsa que “el peor enemigo del inversor es el inversor mismo” se está hablando justamente de estos autoboicots que generamos en perjuicio de nosotros mismos. Ahora que sabemos de su existencia y podemos racionalizarlos, solo queda sincerarnos para entender qué nos pasa cuando invertimos y poder limitar los impactos emocionales, cuando no neutralizarlos. ¿Te entusiasma aprender a invertir con fundamentos y no emocionalmente? En nuestro curso online de Primeros Pasos en el Mercado te enseñamos las claves para que puedas lograrlo agregando con ello el éxito que mereces en tus inversiones. Más información aquí |