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El mercado internacional del oro mantiene su buen momento

 El mercado internacional del oro mantiene su buen momento, impulsado por el aumento de la demanda en Europa y EE. UU., por parte de grandes inversionistas que buscan un seguro contra problemas monetarios, si la crisis continúa.

LA CRISIS del coronavirus volvió a traer al escenario de la economía un concepto que resurge en períodos de incertidumbre: el valor refugio. Se le podría definir como un activo que no es volátil mientras que muchos otros sí lo son en épocas en las que es difícil planear a largo plazo, porque muchos sectores están deprimidos, porque los riesgos de toda inversión han aumentado y porque es incierto determinar cuándo terminará una crisis.


Pero el valor refugio por excelencia ha sido el oro y durante este año está reafirmando esa condición. Ante el incierto horizonte en la economía mundial, con la producción afectada en varios sectores, el comercio internacional seriamente golpeado, un alarmante desempleo, monedas en períodos volátiles y bancos centrales inyectando liquidez a sus mercados, no parece haber ninguna inversión absolutamente segura.El dólar y el franco suizo han sido en distintas épocas valores refugio, en tanto la propiedad raíz también ha adquirido tal calificativo durante algunos períodos. Incluso cuando aparecieron las criptomonedas, algunos teóricos se apresuraron a calificar al bitcoin como el más moderno de los refugios, hasta que su volatilidad le hizo perder ese efímero prestigio.

Y ante ese panorama, resultado de la depresión en que el covid-19 hundió al planeta, el oro retomó -una vez más- su gran rol histórico de valor refugio.

El oro no es una inversión abierta a todos. El club de quienes compran oro es muy selecto y abarca jugadores de poder en el mercado internacional. No son solo los bancos centrales, tradicionales demandantes, sino que poderosos fondos de inversión de países desarrollados, corporaciones globalizadas y family offices que representan magnates de los commodities mundiales están muy activos en el mercado desde marzo, cuando avizoraron, en los albores del coronavirus, que se avecinaba una tormenta y sus activos se pondrían en riesgo.

La volatilidad del euro, el dólar o la libra, la desvalorización de los bonos soberanos, la poca predictibilidad de los precios de otros metales, la contracción de la demanda y las salidas apresuradas de inversionistas en economías emergentes no son opciones a las que los pesos pesados de la inversión quieren jugar. Por ello, acuden a una práctica antiquísima: comprar oro. Y como también acontece desde hace muchos años, cuando un producto es sobredemandado, sus poseedores aprovechan para subirle el precio.

A tal punto es ávida la demanda que el precio del metal mantuvo por nueve años su récord de US$1,900, hasta que el covid-19 le volvió a demostrar lo valioso que es y en varias jornadas de negociación de agosto alcanzó su récord histórico de US$2,000. Muchos analistas creen que en este trimestre esa cifra se logrará de nuevo.

La fiebre del oro ha vuelto. Y mientras se mantenga la incertidumbre mundial, su precio seguirá alto. El único enemigo que le hará perder cotización es el crecimiento con estabilidad económica y aún se demora en llegar.



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