En este caso, una bastante conocida cadena de supermercados en el país decidió apostar por las criptomonedas como una nueva opción de pagos. Así, los usuarios que lo deseen, pueden usar sus bitcoins para comprar su mercado. Y la experiencia es sencilla y se irá haciendo cada vez mejor con la práctica y el paso del tiempo. Suponiendo que realmente se use.

Y es que un primer elemento que debo dejar claro es que, tras haber vivido el proceso de destrucción del bolívar y la irrupción del dólar como moneda de facto en las relaciones económicas del país, entiendo que el problema actual en la economía venezolana no se resuelve con más medios de pago. 

Es más que obvio que allí -en los pagos- hay un problema, pero no es EL problema. 

Digamos que mientras más complejo sea de usar, mientras más tiempo demande aprenderlo y menos ventajas ofrezca, cualquier solución de pagos está condenada a fracasar frente al depauperado bolívar, que va de mano en mano sin que nadie se lo quiera quedar, cumpliendo al menos como medio de pago. 

Sea fintech o directamente la criptomoneda creada por Satoshi Nakamoto, cualquiera fracasará sino mejora la experiencia y las tarifas del bolívar.

Sobre esto último, cabe decir que en su expansión en la economía venezolana, el dólar ha desatado una fiebre fintech que me parece interesante comentar antes de proseguir con Bitcoin.

Soluciones a la dolarización de facto

Mientras el bolívar sigue perdiendo todo sentido, los venezolanos cada vez usan más y están más familiarizados con el dólar. Sin embargo, al no ser la moneda local, al imponer un importante nivel de dificultades para acceder a la banca americana, e incluso teniendo como amenaza latente la influencia que pudieran tener las sanciones de la administración de Donald Trump contra Venezuela, la adopción total no ha sido posible.

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Para poder dar este salto, ha nacido una importante cantidad de aplicaciones que, simplemente, buscan tender un puente entre los venezolanos y los tan ansiados dólares. Dejando por fuera soluciones ya consolidadas como PayPal o Zelle por sus propias características y limitaciones, en Venezuela sobran opciones de este tipo.

Como dato de marketing, parece que es importante que el nombre se escriba como suena la pronunciación, faltando a la gramática inglesa en aras de venezolanizar el producto. Tal es el caso de Mony, Pipol Pay o Valiu. Reserve no tropicalizó su nombre, pero también es una solución fintech de este tipo con tracción en redes sociales y una cantidad de usuarios en crecimiento. 

¿El objetivo? Que los venezolanos puedan utilizar dólares y conectarlos con la banca nacional o con otros servicios similares… Bueno, que el dólar exista al menos como unidad de cuenta dentro del entorno de estas aplicaciones.

Todo esto floreciendo ante la intención de la banca privada de crear sistemas similares al pago móvil con bolívares, pero trabajando en dólares, aunque este proyecto tendrá que esperar, pues la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario (Sudeban) del chavismo, ya avisó que eso no podrá entrar en efecto, dando mayor rienda suelta a las fintech.

El reto es crear un puente entre los venezolanos y los dólares o, al menos, simular los dólares de una forma eficiente, al tiempo de atraer suficiente liquidez y crear alianzas con los comerciantes para que, en algún momento, los usuarios vengan a sus negocios con esto.

Entretanto, la decisión de Wells Fargo de retirar Zelle de los usuarios venezolanos quedó en nada, y las transacciones en dólares cobran cada vez más presencia en la economía nacional, aunque con sus bemoles. De hecho, de acuerdo con Ecoanalítica, una firma que sigue la actualidad económica venezolana, en agosto la cifra de transacciones con dólares pasó de 80% a poco más de 50%.

Otros países que han adoptado la diáspora venezolana han sido territorio de exitosos experimentos de soluciones fintech para estos ciudadanos no bancarizados. Una mención especial merece el caso de Ualá, de origen argentino, con una masa significativa de compatriotas en su plataforma, que lo usan para poder vivir en Argentina, pero también para gestionar los recursos que viajan vía remesas a Venezuela.

Bitcoin

De acuerdo con Matt Alhborg, a quién entrevisté para el podcast de Satoshi en Venezuela,  la moneda vehículo entre la diáspora venezolana y la economía del país es Bitcoin, incluso cuando generalmente no se hace de manera directa o consciente. En este caso, el argumento es que muchas de las remesas tendrían dificultades para pasar de la moneda local de origen -digamos pesos argentinos- para dólares americanos, para luego liquidarse en Venezuela, en bolívares.

¿Y entonces? Pues la solución de “los remeseros” ha sido utilizar Bitcoin principalmente y otras criptomonedas en menor medida. El propio Ahlborg lo retrató al hablar del latido del corazón de la adopción de BTC en la región, mostrando como el apagón de 2019 en Venezuela también se tradujo en una baja radical en el intercambio de BTC en el resto de países de la región. Bitcoin es una pieza clave del flujo de valor hacia Venezuela, pero no completa el ciclo en bolsillos locales, allí llegan generalmente bolívares y dólares para los más afortunados.

A los que siempre trabajaron con divisas, ahora se suman los que hacen el trabajo más sencillo porque todo es en línea, sin necesidad de buscar los círculos de confianza para hallar la liquidez. Esto ha permitido que cada vez más liquidez circule a través de las distintas fiat de la región, Bitcoin y el bolívar. 

Inclusive podríamos hablar de quienes se limitan a beneficiarse exclusivamente del arbitraje con bolívares y bitcoins, principalmente operadores de origen chino, sin nombrar las cada vez más notables operaciones OTC que se realizan entre pequeños escritorios cambistas que hoy por hoy mueven hasta seis cifras grandes desde la comodidad de casa. Y todo en pequeños círculos de confianza, que sí, han aumentado en manos, pero no como para pensar en Bitcoinzuela.

Las principales rampas de ingreso a esta liquidez para los pequeños ahorristas o inversionistas son los mercados P2P de intercambio de bitcoins o directamente exchanges como Binance. 

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Es por este inusual ecosistema alrededor de las remesas, el bolívar y BTC que el mercado venezolano se ha hecho tan significativo. Nadie ha hablado de pagos y aunque la minería es una actividad que podemos llamar popular, aún está lejos de ser una industria más pujante que el tejido financiero de las remesas. Como dato, a través de LocalBitcoins se han transado 1.789 BTC en lo que va de octubre

Un elemento clave y que habla de esta realidad es que la encuesta adjunta, donde participaron 645 usuarios de Twitter, muestra que la irrupción de cada vez más soluciones de pago fintech no detendrá la adopción de Bitcoin y criptomonedas. Queda claro, al leer los comentarios, que el sentimiento común es que remesas y medios de pago no se mezclan, ¿o sí?

¡Haz mercado directamente con tus remesas!

Como dije al principio, el detonante final de este artículo fue el hecho de que Excelsior Gama decidiera aceptar criptomonedas vía Cryptobuyer. Siendo de los pocos reporteros de la fuente criptomonedas aún en Venezuela, cada vez que se anuncia una noticia como esta voy a probar suerte con la implementación.

Puedo presumir que la primera compra con bitcoins a través de este sistema es mía, aunque sé que si hubiese sido un usuario “normal”, la experiencia hubiese terminado siendo más traumática que placentera.

De hecho, mis experiencias previas con la herramienta de Cryptobuyer fueron negativas, principalmente por las comisiones de procesamiento de pagos. Sin embargo, en esta implementación, este problema se solucionó. Además, la idea de conectar las remesas a los gastos directamente se escucha interesante. 

El problema es que, como ya dije, Bitcoin no está en los bolsillos de los venezolanos, sino en las cadenas de valor que se han tendido hacia el país. En muchos casos, los pesos que se envían al país, llegan en forma de bolívares, ni siquiera dólares como unidad de cuenta.

Habría que indagar, pero se antoja que, en comparación a “los remeseros” que se manejan con BTC y cripto, la cantidad de familiares y amigos que reciben esos recursos directamente en cripto es ínfima y dentro de ese porcentaje, habría que valorar qué tanto interés puede tener alguien en gastar contra la volatilidad, o las comisiones de red, en el caso de USDT en Ethereum. De todas formas, este sistema aún es perfectible.

¿A qué apunta realmente habilitar un nuevo método de pago, no muy popular y con una barrera de aprendizaje significativa? ¿Elegirán usar criptomonedas las personas que no tienen Zelle u otros medios de pago en dólares? ¿Es la “adopción comercial” realmente lo que falta para que haya más BTC/cripto en la calle y en los bolsillos de la gente?

Ahora que ya tenemos la forma de gastar satoshis en una cadena de supermercados, y que las comisiones no son una penalización tan abrupta como antes (de 12% pasaron a entre 4 y 5%), ¿qué hace falta para que Venezuela sea una criptonación? 

Como reflexión final, traer a colación el hecho de que la pujanza de Bitcoin y otras criptomonedas depende de la muerte de nuestra economía fiat durante más de 20 años.

“En diciembre de 1998, la generación que votó por Hugo Chávez tenía como salario mínimo 100.000Bs de la época, que eran 176 dólares. 176 dólares de 1998 equivalen a $280 de la actualidad. Esa era la base. Eso era lo que cobraba el menos pagado de una nómina. Hoy cobra $0,80”, como publicó el periodista Luis Carlos Díaz hace poco.

Lo que hace falta es un cambio de esta tendencia de destrucción. Simple, pero complejo en su consecución. ¿Vía política? ¿Vía internacional? ¿Renuncia a la vida política y apuesta por un radical individualismo?

Lo que hace falta es que el ciudadano no se vea obligado a huir hacia Bitcoin o las criptomonedas porque la economía interna del país es una pesadilla. Que al menos haya una normalidad suficiente para que las personas puedan llegar a estas abstracciones del dinero por sus propios medios. 

Pero, al parecer, recordar esto es una herejía contra los pregoneros de la adopción y la criptonación.

Hay una relación inversamente proporcional de la que se benefician pocos y el cambio de paradigma que hemos venido empujando deja (y dejará) atrás a una amplísima mayoría del país, sin acceso a tecnología, conectividad o a lo mínimo económico viable para ser usuario de criptomonedas.

Esa batalla es de agentes económicos o, dicho más simple: personas sobreviviendo la crisis, para muchas de las cuales, incluso ese pequeño 5% extra supone una traba suficiente como para no utilizar el servicio. 

Cabe preguntarse si el potencial y latente fracaso de las criptomonedas como medio de pago significa un fracaso para su papel como divisa vehículo. Mientras sigamos empeñados en tratar de solucionar los grandes problemas del país con respuestas cortoplacistas o más orientadas al marketing, resulta difícil que la realidad boyante alrededor de las remesas y la diáspora se traduzca en ese tipo de adopción.

El futuro luminoso de la criptonación depende de la lucha entre distintos tipos de dinero, con Bitcoin como gran estandarte liberador. Al menos con esa promesa. Pero para que ese escenario sea real, el ciudadano necesita los medios económicos para poder elegirlo, necesita poder pensar más allá de resolver el día a día.

Eso está lejos, por más bombos y platillos que se escuchen para celebrar la tan aplaudida adopción (comercial).



cointelegraph