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Llegó la hora de las grandes decisiones

Existe consenso en reconocer que nuestro país está viviendo y, probablemente, seguirá inmerso en graves problemas económicos con impactos sociales como la expansión de la pobreza y la indigencia de amplios sectores de nuestra población. Es hora de que nuestro país deje de vivir con una de las mayores inflaciones del mundo, pero sin un sólido acuerdo político esto será difícil de lograr.

El FMI espera que este año el PBI disminuya en nuestro país un 10 por ciento, esta estimación se revisó a la baja debido a la cuarentena más larga en el área metropolitana de Buenos Aires, una demanda externa más débil y peores términos de intercambio comercial. Existe consenso en reconocer que nuestro país esta viviendo y, probablemente, seguirá inmerso en graves problemas económicos con impactos sociales como la expansión de la pobreza y la indigencia de amplios sectores de nuestra población; pero no podemos atribuir estas penurias únicamente a un hecho imprevisto como esta pandemia que azota al mundo, ya que este retroceso ya tiene varios años.
Nuestros altos niveles de pobreza reflejan desde hace años el hecho que en las nuevas generaciones son cada vez más quienes son laboral y socialmente excluidos. Nuestra acumulación de capital humano es hoy insuficiente para sostener un crecimiento económico no solo prolongado sino también equitativo, en un mundo crecientemente competitivo. Sin crecimiento económico no podremos abatir la pobreza.
Hace ya cuatro décadas, que nuestra economía dejo de avanzar sin prolongados sobresaltos recesivos y hemos estado lejos de avanzar por el sendero del crecimiento sostenido, basamento de la integración social de la población. Hemos vivido por muchos años con grandes déficits fiscales, estancamiento de las exportaciones, y escasas inversiones productivas. Esto no ha sido gratis porque el resultado de todo esto ha sido el aumento de la pobreza; que afecta principalmente a los niños, más de la mitad de ellos vive ahora en la pobreza y cada vez más en la extrema indigencia.
No es fácil construir una sociedad inclusiva sin crecimiento económico, el mayor ejemplo histórico de esto es China, que después de las grandes reformas de Deng, comenzó a transitar por un sendero de ahorro, inversión y crecimiento económico, que fueron las condiciones esenciales para abatir la pobreza. El motor del crecimiento es la inversión, es cierto que el aumento del consumo en una fase cíclica recesiva puede ayudar a salir de una recesión, pero nunca a mantener un crecimiento sostenido. No hay crecimiento sostenido sin ahorro, inversión y aumento de las exportaciones.
Desde hace más de una década que nos abruman hechos negativos. Nuestro retroceso es notable, ya que hemos dejado de significar el 1,33 por ciento del PBI mundial en 1980, para disminuir a la mitad en 2019. Como se observa estamos transitando un largo proceso de estancamiento productivo, con alta inflación, caída en el ahorro y la inversión y retroceso social, penurias que han sido frecuentes en las últimas décadas.
Las naciones de América Latina vienen creciendo de una manera más sostenida que nosotros. Ejemplos de esto son Colombia, cuyo PBI era hace 40 años menos de la mitad del nuestro, mientras que ahora ya llega al 90 por ciento. Algo similar ocurrió en Perú, que pasó de representar apenas del 31 por ciento de nuestro PBI a representar actualmente más de la mitad. Nuestro retroceso se manifiesta claramente en la evolución del PBI por habitante, hace décadas teníamos el nivel de vida más alto en la región, pero la situación es hoy distinta. En 1980 el PBI por habitante era en Argentina casi el doble que el de Chile, ahora el chileno es mayor; nuestro PBI por habitante fue siempre mayor al del Uruguay, ahora el de este país ya es mayor. Desde 1980 los países de América del Sur crecieron más que nosotros (salvo Venezuela), la inflación no ha sido ajena a todo esto, por ejemplo, Venezuela es el único país de América Latina con una inflación mayor que la nuestra (nada menos que 20.000 por ciento el año pasado); la nuestra ascendió el año pasado a más del 50 por ciento, mientras que países como Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Brasil, Colombia, México y otros más, tuvieron inflaciones inferiores al 4 por ciento anual.
Reencauzar nuestra economía por el camino del crecimiento económico, requisito para generar nuevos empleos productivos, es ahora el desafío que debe encarar toda la política argentina, es decir oficialismo y también la oposición. El desafío que enfrentamos es como construir un nuevo escenario, que ayude no solo a superar esta pandemia, sino también que haga posible el crecimiento económico, necesario para abatir la pobreza y la exclusión social. Esto exigirá aumentar las inversiones, la expansión de la producción, las exportaciones y el empleo productivo, Esto requiere encarar decisiones basadas en acuerdos programáticos, pero que no sean simplemente retóricos y enunciativos sin definir claramente la implementación de decisiones concretas. No alcanza con enumerar los objetivos sin encarar los medios requeridos, no basta simplemente con enunciar los fines, es necesario considerar también los medios.
La tarea no será fácil porque nuestra matriz productiva está agobiada por un gran déficit fiscal, a pesar de que tenemos una alta presión tributaria, esto quiere decir que el sendero a recorrer debe apuntar a reducir un desmedido gasto publico improductivo; es necesario salir de esta trampa ya que con déficit fiscal y una alta inflación no será posible el crecimiento. Es hora de que nuestro país deje de vivir con una de las mayores inflaciones del mundo, pero sin un sólido acuerdo político esto será difícil de lograr. Llegó la hora de las grandes decisiones ya que no nos queda más tiempo para perder.
Alieto Aldo Guadagni