La parálisis económica de los países y regiones que suelen traccionar la demanda global como China, Estados Unidos y Europa genera la ruptura de los circuitos comerciales habituales.
Cuando el pasado martes, Guntram Wolff (director del centro de estudios europeo “Bruegel”) le consultó por la situación de las economías emergentes, el economista norteamericano Barry Eichengreen fue categórico: “Hay una tendencia de los países del norte a ver sólo su propia crisis y no darse cuenta de la devastación en las economías más pobres”.
¿Es esta únicamente una tendencia de los países desarrollados? ¿y nosotros, como habitantes del tercer mundo, somos conscientes de la “devastación” sobre nuestras propias economías? Miramos con estupor la tragedia sanitaria en Italia, España e incluso Estados Unidos ¿pero comprendemos cabalmente cuáles están siendo los efectos de esta pandemia también en nuestros países?
En su exposición por videoconferencia, Eichengreen, profesor de la Universidad de Berkeley (California), destacó que para las economías emergentes existen serios problemas en al menos cinco dimensiones: 1) salida de capitales, 2) colapso del comercio global, 3) restricción de actividades, 4) disminución de remesas, y 5) colapso en el precio de los commodities. Propongo repasar brevemente estas dimensiones, atendiendo a sus efectos generales sobre los mercados emergentes y específicos sobre la Argentina en particular.
Salida de capitales
El Instituto de Finanzas Internacionales afirma que desde comienzos de este año los mercados emergentes han sufrido una salida de capitales récord, mayor que durante cualquier episodio de crisis reciente, incluyendo la crisis financiera de 2008. La combinación de los efectos provocados por el COVID-19 y una caída sustancial de los precios del petróleo precipitó esta fuga de capitales, que tan solo en marzo alcanzó la cifra de 83.000 millones de dólares. Crisis como la que estamos viviendo desatan a nivel global un efecto “flight-to-quality”: los inversores se refugian en activos seguros como los bonos soberanos norteamericanos o prefieren mantenerse líquidos en monedas duras como el dólar o el euro. En consecuencia, los primeros en padecer esta aversión al riesgo son siempre las economías emergentes. En Argentina, esta salida de capitales había comenzado mucho antes, desde 2018, por lo que esta dimensión de la crisis nos venía golpeando por adelantado. Las expectativas de volver a atraer inversiones significativas en el corto y mediano plazo quedan prácticamente descartadas ante el nuevo contexto y las perspectivas a futuro en dicha materia empeoran.
Colapso del comercio internacional
La Organización Mundial de Comercio calcula que éste caerá entre un 13% y un 32% en 2020 respecto al año anterior. Este pronóstico (como tantos otros) debe ser tomado con cautela, debido a que aún seguimos inmersos en la crisis y sus efectos son dinámicos. El carácter provisorio de dicha proyección queda en evidencia al ver el amplio margen que prevé la OMC entre máximos y mínimos. Sin embargo, algo es seguro: el comercio caerá fuertemente.
La parálisis económica de los países y regiones que suelen traccionar la demanda global como China, Estados Unidos y Europa está generando la ruptura de los circuitos comerciales habituales. Las naciones en vías de desarrollo que en mayor medida dependen de la colocación de sus productos en los mercados internacionales serán por supuesto las más afectadas. En nuestro país, la posibilidad de abrir nuevos mercados como mecanismo para retornar a la senda del crecimiento queda por el momento trunca. En este nuevo contexto, todos los países exportaran menos, incluyendo la Argentina.
Restricción de actividades
Ya sea que se trate de una medida coercitiva por parte de los gobiernos o de una respuesta espontanea por parte de la sociedad, a lo largo y ancho del mundo aparecen restricciones a la movilidad para contener al COVID-19. En su ponencia, el profesor Eichengreen mencionó la dificultad que existe en algunos países con déficits habitacionales, como la India o Brasil, para poder cumplir con las cuarentenas. Dicha mención vale también para la Argentina, en donde el déficit habitacional es evidente. Precisamente, uno de los mayores temores por parte del gobierno nacional y las autoridades provinciales es que el coronavirus comience a circular con fuerza en las villas y barrios más carenciados de los grandes conurbanos urbanos.
La cuarentena es, no obstante, un arma de doble filo: permite contener al virus, pero destroza la actividad económica. En los mercados emergentes, donde el entramado social se caracteriza por la abundancia de trabajadores del sector informal, cuentapropistas que viven al día y PYMES con escasa o nula capacidad de ahorro, la paralización de la actividad económica complejiza la situación. A los argentinos en particular, esta crisis nos agarra luego de dos años consecutivos de caída del producto (2020 será el tercer año de recesión), por lo que la capacidad para resistir este nuevo embate está severamente erosionada. Un porcentaje amplio de la población requiere del auxilio por parte del Estado, pero este posee menos recursos en comparación a otros países (incluyendo países emergentes). El Estado argentino no tiene acceso al financiamiento internacional, por el contrario, se encuentra en medio de un proceso de reestructuración de la deuda; arrastra un déficit fiscal permanente; posee una ineficiencia estructural a la hora de implementar políticas públicas de amplio alcance; y convive con una alta inflación que obliga a ser cauteloso la hora de recurrir a la emisión monetaria como mecanismo para inyectar liquidez. Todo esto sin duda limita la capacidad de maniobra.
Disminución de remesas
El Banco Mundial indica que las remesas desde los países desarrollados a los países de ingresos bajos y medios caerán un 19,7% respecto a 2019, lo que implica un descenso de 109 mil millones de dólares. Cada año, los trabajadores que migran envían dinero a sus hogares. La parálisis económica provocada por la pandemia del coronavirus está deteniendo estas transferencias. Este no es un fenómeno que afecte en particular a nuestro país, en donde los ingresos por remesas de argentinos que viven en el exterior no representan sumas importantes. Sin embargo, algunas economías emergentes son muy dependientes de dichos envíos. A tal punto es así, que a principios abril el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, les pidió a los mexicanos en el extranjero que sigan enviando remesas. “No dejen de ayudar a sus familiares”, pidió AMLO casi a modo de súplica. México sentirá con fuera la caída de las remesas provenientes de Estados Unidos.
Colapso en el precio de los commodities
A excepción del oro (activo de resguardo en momentos de crisis), prácticamente el precio de todos los commodities ha caído como consecuencia de la contracción en la demanda global. En abril fuimos testigos de algo inaudito: los precios futuros del petróleo operaron en negativo por primera vez en la historia. El WTI, de referencia en los Estados Unidos, se desplomó un 275% y llegó a cotizar a U$D-34. El almacenamiento es costoso y está prácticamente al tope, por eso para los inversores resultaba más rentable deshacerse de los contratos incluso en terreno negativo. En tanto, el Brent perforó el precio de U$D 20, el nivel más bajo en 18 años. Según la OPEP, los países emergentes pueden ver sus ingresos por gas y petróleo reducidos entre un 50% y 85% en 2020. En este marco, para la Argentina Vaca Muerta pasó de ser una fuente potencial de divisas, a un dolor de cabeza. A estos precios, la producción de hidrocarburos no convencional de Neuquén no es rentable y el gobierno debe asegurarles a los productores un precio local por encima del internacional para mantener los puestos de trabajo. Incluso los trabajadores acordaron con las petroleras un recorte en los sueldos para evitar despidos.
Por otra parte, el cultivo estrella argentino, la soja, cotiza en torno a los U$D300 por tonelada. En este caso, el precio ya venía severamente golpeado desde el año pasado, pero la crisis del COVID-19 consolida la caída.
En suma, los países emergentes dependientes de las exportaciones de materias primas deben lidiar con una menor capacidad de generación legitima de divisas. Esto puede representar un peligroso problema en naciones que poseen pocas o nulas reservas internacionales o con un fuerte endeudamiento en moneda externa, como es el caso argentino. Tan sólo en lo que va de 2020, el Banco Mundial calcula que el precio de los principales commodities cayó un 9%, pero la prolongación de la retracción de la demanda podría generar una caída aún mayor.
La crisis y después
La crisis del COVID-19 va más allá de sus efectos meramente sanitarios, que sin duda representan una tragedia por las miles de personas que han fallecido en el mundo producto de esta enfermedad. Sin embargo, el virus desató además una crisis económica (en parte gracias a los desequilibrios e inconsistencias acumulados durante la etapa previa) con efectos que también se deben considerarse desde un punto de vista humano. Cuando esta crisis acabe todos seremos más pobres, sólo que sin duda las consecuencias serán más desbastadoras en los países de menores recursos como el nuestro.
Los cinco fenómenos mencionados afectan a los mercados emergentes en general y a la Argentina en particular. La disminución de las remesas no generará un efecto adverso significativo en nuestro país, pero el resto nos golpeará con una fuerza mayor por la coyuntura particular que atravesamos. Precisamente por esto, los efectos económicos de esta crisis no deben ser pasados por alto. Es cierto que la debilidad acumulada en las capacidades estatales nos impide ahora actuar con un abanico amplio de herramientas. Las opciones se ven limitadas por la realidad de la economía argentina, dañada por la recesión de dos años consecutivos y por los problemas estructurales que arrastramos hace décadas.
De todas formas, se debe actuar rápido, con pericia y con el mayor consenso político posible si se pretende al menos sentar las bases de la futura recuperación. El presidente Alberto Fernández posee un equipo con los mejores epidemiólogos del país para enfrentar la emergencia sanitaria, el cual está dando resultados. ¿Por qué no conformar también un equipo de notables para enfrentar la emergencia económica?
Sergio Berensztein
Foto: EFE
