La llegada del coronavirus ha provocado una reducción en las perspectivas de crecimiento en todo el mundo. Sin embargo, todavía no está del todo claro cuál será el tamaño de ese impacto.
Además, el efecto de esta pandemia llega en un momento en el que el ciclo económico ya estaba maduro, las políticas monetarias ya estaban en "modo expansivo" y los mercados de capitales todavía mostraban cierto optimismo. Todo lo cual, ayudó a amplificar el impacto sobre el mercado financiero.
Para el gobierno argentino que está en proceso de reestructurar la deuda, esto resulta en un gran inconveniente, porque en este escenario nadie está pensando mucho en Argentina y el mercado está buscando activos como el bono del tesoro norteamericano que resulten un refugio para el riesgo y claramente lo bonos de nuestro país están en el extremo opuesto al "bajo riesgo".
Originalmente, el 2020 iba a ser un año similar al 2019 en términos de crecimiento en las economías desarrolladas. La principal diferencia es que se esperaba una leve desaceleración en EE.UU. Este escenario no parecía no condecirse con el optimismo que mostraban los mercados de acciones a finales del año pasado, que en su mayoría continuaban mostrando valores récords. Antes de que llegara el efecto del coronavirus, los indicadores bursátiles, en general, mostraban cierta sobrevaluación como si la economía fuera a fortalecerse y los negocios fueran a seguir creciendo. Así por ejemplo el ratio de Price-Earnings (precio-utilidad) de empresas como Amazon, Netflix estaba bien por arriba de los 90. Ello significa que las empresas valían más de 90 veces las ganancias anuales. Lo que es equivalente a decir que si alguien comprara alguna de estas empresas, necesitaría más de 90 años para recuperar su dinero con las ganancias actuales.
En otras empresas como Google y Facebook este indicador superaba los 30 años lo que sigue siendo muy alto (solamente, piense que edad tendría un adulto logre recuperar el dinero de su inversión). Otros indicadores financieros mostraban la misma sobrevaluación, como el Buffett-Yardstick, el cual se construye a partir de la relación entre la suma de la capitalización de todas las acciones de Estados Unidos y el PIB de dicho país. Hasta hace unos días este índice ubicaba en el mayor valor desde la época de las punto-com.
En este contexto, llegan las restricciones impuestas por los gobiernos ante el coronavirus, lo cual causó un cambio radical en las expectativas económicas. Según un estudio Focus Economics casi el 69% de los economistas encuestados a nivel global estiman que el impacto sobre el crecimiento global de estas restricciones reducirá el crecimiento global en más de 0,4 puntos porcentuales. Ello ha provocado un ajuste en los mercados que está afectando no solo el valor de las acciones de las empresas sino también el precio de las materias primas como el petróleo, la soja, el maíz, carne, etc.
El caso de las materias primas es particular para nosotros porque afecta a Latinoamérica. China es el principal consumidor de commodities a nivel global y también es el epicentro del coronavirus. Por ello, también los precios de los commodities han sido alcanzadas por el impacto financiero de esta crisis de salud. Este hecho, a su vez, puede afectar a toda la región en su conjunto y debilitar a nuestros vecinos. Si bien Latinoamérica no es considerada una de las regiones que más se va a haber afectada, lo cierto es que con los conflictos políticos y sociales que atraviesa la región, esto no resulta muy buena noticia.
Por otra parte, la búsqueda de seguridad financiera ha provocado una huida de capitales hacia activos más seguros como el bono del tesoro americano y como consecuencia, todas las monedas de la región sufrieron una devaluación en los últimos días, al tiempo que subió el precio del bono del tesoro norteamericano y por ello, el rendimiento del mismo bajó a menos del 1%. Estos dos hechos, representan un enorme desafío para el Gobierno de Alberto Fernández que debe reestructurar la deuda y tratar de estabilizar la inflación en Argentina.
En primer lugar, la devaluación de las monedas latinoamericanas implica una mayor presión sobre el dólar en el mercado local. Ello tiende a hacer subir el tipo de cambio paralelo y aumentar las expectativas de inflación y de devaluación presionando al BCRA que mantiene al tipo de cambio oficial, relativamente estable.
En segundo lugar, reestructurar la deuda implica hacer a los bonistas una oferta que sea lo suficientemente atractiva como para evitar que judicialicen el proceso. Para ello es necesario que el acreedor acepte que una quita hoy permitirá un mayor crecimiento en el futuro y acepte ese riesgo. Esto último requiere dos cosas, por un lado, presentar un programa que entusiasme al acreedor, lo cual aún no ha sido presentado, por lo menos no al público. En segundo lugar, que el acreedor decida aceptar ese riesgo de ceder algo hoy para obtener algo mejor en el futuro.
En las condiciones actuales, el riesgo subió y la probabilidad de éxito del potencial programa económico se ha reducido. Por eso, es que el riesgo país argentino ha trepado hasta los 3000 puntos. O eso es lo que se puede interpretar de los números que surgen del mercado de bonos locales. Sin embargo, en todo esto tal vez haya una oportunidad. Si Argentina presenta una oferta digerible para los acreedores que pueda lograr una rápida aceptación, entonces tal vez, los acreedores estén dispuestos a cerrar rápido y sacarse un problema de encima, teniendo en cuenta que una economía global más complicada puede traer problemas adicionales.
Fausto Spotorno
