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Terminó la campaña, llegó la hora de la consistencia

La economía argentina transita desde inicios de 2018 un proceso recesivo con inflación en ascenso: el corte abrupto de financiamiento externo privado que sólo pudo ser compensado parcialmente por los fondos aportados por organismos multilaterales, impulsó una caída en el nivel de actividad que permitió "generar" dólares comerciales por medio de una caída drástica en importaciones.

Este proceso se agravó durante la campaña electoral porque aumentó la desconfianza acerca de lo que nos deparará la política económica en el futuro. Ello disparó una reducción en los depósitos que agravó la reducción del crédito al sector privado.
Desde comienzos de este año y hasta mediados de octubre el crédito en pesos al sector privado se contrajo 23% medido en moneda constante y los préstamos en dólares un 19%. Ese credit crunch sólo augura que la caída en la actividad económica continuará en el corto plazo. A eso se suma un control de cambios cada vez más intrusivo que trata de frenar un drenaje mayor en las reservas netas del BCRA, pero al costo de generar distorsiones que afectan negativamente el funcionamiento de la economía.
Las primeras decisiones del nuevo gobierno deberían apuntar a restablecer la confianza. Ello requiere acciones rápidas en materia de política fiscal y monetaria.
La aceleración de la inflación observada y la expectativa de que este problema puede agravarse en el futuro inmediato han reducido la demanda real de dinero. Mientras no se resuelva el problema de la deuda pública, el gobierno nacional no tendrá fuentes de financiamiento relevantes más allá de la renovación que pueden hacer los organismos del Estado.
Los vencimientos de intereses y capital de deuda en moneda nacional para el año próximo son equivalentes a 80% de la base monetaria que tendríamos a finales de este año (será una cifra aún mayor si no se elimina el déficit primario).
Recurrir a la emisión monetaria para hacer esos pagos llevaría a una nueva aceleración de la tasa de inflación; en un contexto de control de cambios severo el excedente de pesos se transmite primero a la brecha cambiaria y luego a los precios, pero a la corta o a la larga resulta en un nuevo salto de la tasa de inflación.
Por ello es muy importante que el nuevo gobierno anuncie un programa monetario creíble. Ello depende mucho más de la consistencia del programa económico que de lo que pueda aportar un acuerdo de precios y salarios. En la Argentina parecería que el ancla nominal debe ser el tipo de cambio; pero una flotación sucia o algún esquema de crawling peg sin muchas reservas netas es todo un desafío.
En materia fiscal se requiere de una mejora importante en el resultado primario que debe lograrse en pocos años para que la renegociación de la deuda pueda resolverse en un plazo relativamente breve. Pero también es importante la forma en que se concrete la mejora fiscal. En los casos de Uruguay y Ucrania el grueso del ajuste (100% en Uruguay y 80% en Ucrania) se hizo por la vía de reducción del gasto primario, probablemente porque la evidencia empírica sugiere que las mejoras por esta vía son más creíbles y duraderas que las que se pueden lograr por medio de aumentos de impuestos.
En un país con carga tributaria muy elevada como la Argentina no parece haber mucho espacio para aumentar impuestos sin generar un daño importante a los incentivos a ahorrar, invertir, producir, emplear o exportar. La fantasía de resolver los problemas fiscales de la Argentina por medio de un aumento importante en los impuestos a la riqueza ignora que ya son muy altos en la Argentina (sobre todo a nivel subnacional) y que varios países europeos los han reducido ante las dificultades para obtener recursos de contribuyentes que pueden migrar su residencia fiscal a otros países. Además, como bien argumentara recientemente Larry Summers, siguiendo la línea de un trabajo de Harberger de 1995, mejorar la focalización del gasto es mucho más eficaz para mejorar la distribución del ingreso que confiar en los impuestos.
Un programa fiscal creíble y reformas estructurales que permitan mejorar la competitividad de la economía y la solvencia fiscal son necesarios para poder encarar la renegociación del programa con el FMI y con los acreedores privados. La alternativa de pretender que el mundo cambie sus criterios de larga data porque "Argentina es diferente" corre el serio riesgo de que terminemos como Grecia, que intentó algo parecido a través de su ex ministro Varoufakis que, ante su fracaso, terminó renunciando a su cargo.
La Argentina ha eliminado su déficit externo a golpe de recesión. Pero si no se recupera la confianza siempre hay espacio para caer más a través de una nueva ronda de fuga de capitales que luego de aumentar la brecha cambiaria presiona sobre la cuenta corriente declarada al BCRA.
Un programa monetario y fiscal consistente sería el puntapié para lograr que mejore la confianza y así empezar a construir las bases para una recuperación sólida de la actividad económica. Paradojalmente la desconfianza que generaron las declaraciones voluntaristas de varios integrantes de la coalición que ganó las elecciones puede ser una oportunidad si al momento de las acciones sorprende adoptando medidas que el gobierno saliente ni siquiera se animó a intentar.

Daniel Artana
Economista Jefe de FIEL