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Salaber, del Grupo Financiero de Valores: “El mejor cepo para que la gente deje de comprar es dejar que el dólar suba”

En un extenso reportaje con BANK MAGAZINE, Sebastián Salaber, presidente del Grupo Financiero de Valores (GFV),una Holding Company cuyo activo es el Banco de Valores, con un patrimonio de $2.000 millones y que administra activos por un valor 140 veces más alto ($290.000 millones), conversó sobre la realidad del país, el dólar, las tasas de interés y la renegociación de la deuda externa.
El GFV posee el 55% del mercado de fideicomisos y 29% de los Fondos Comunes de Inversión.

Por Mariano Jaimovich

-Cómo lee la nueva situación política del país y su impacto en lo financiero?
-El desafío más inmediato que tiene el próximo gobierno en lo financiero es el de llegar a un acuerdo con los acreedores de la deuda. Soy optimista en este aspecto en particular. Las necesidades brutas de financiamiento en el 2020 son del 6% del PBI y las netas son de 4% del PBI. Esto es aproximadamente 15 mil millones de dólares que hay que “rolear”. No conozco ningún país emergente que haya tenido que defaultear con estos números. Para darles una idea, en el default del 2001 estas necesidades eran tres veces más grandes. Esto no tiene nada que ver con el default del 2001. Por tanto, creo que la restructuración de la deuda va a ser bastante más amigable que lo que el mercado está esperando. No veo una quita sustancial del capital, sino un alargamiento de plazos y quizás una quita en los intereses. No existen razones estructurales para que sea distinto. Además, estamos en una situación donde tanto a los deudores (Argentina) como a los acreedores (grande fondos de inversión) les es mutuamente conveniente este arreglo amigable que es además justificable numéricamente. Por lo tanto, ¿por qué debería ser de otra manera?
-¿Y qué posición debería adoptar el FMI?
-Es verdad que al Fondo Monetario Internacional le conviene que exista una fuerte quita en la deuda porque como acreedor privilegiado (que no sufre quitas) quiere mejorar la solvencia de Argentina. Pero el Fondo ha perdido bastante credibilidad luego de lo sucedido con su asistencia y, por tanto, no creo que sus opiniones tengan mucho eco en la negociación que se viene. Ahora bien, cualquier acuerdo de reestructuración de deuda va a tener que ir acompañado de un “presupuesto fiscal” por parte del gobierno. Los acreedores no van a firmar ningún alargamiento de plazos si esto es simplemente “patear el problema para adelante”. Van a querer ver un compromiso de superávit fiscal primario, sin el cual, luego del alargamiento de plazos, todo volvería a foja cero. Y es el diseño de ese ajuste el que va a determinar el futuro de Argentina. Si volvemos a ajustar aumentando impuestos difícilmente entremos en la senda de crecimiento que todos queremos. En cambio, si se ataca el problema de fondo que es la magnitud récord del gasto público, entonces podremos hacer el despegue que hace tanto estamos esperando.
-¿Qué perspectivas tiene en este contexto para el sistema financiero?
-El sistema financiero en nuestro país está muy desprestigiado. Se lo asocia a la especulación, la “timba”, las ganancias fáciles, etcétera. La realidad es muy distinta. El tamaño de nuestro sistema financiero en relación al tamaño de nuestra economía es una fracción significativamente más baja que el de los países más desarrollados y menos pobres del planeta. Dicho de otro modo, los países donde los sistemas financieros son proporcionalmente más grandes que en Argentina tienen menos pobreza que la que hay en nuestro país, ya que tienen una función marcadamente solidaria y social si son bien utilizados. Permiten canalizar los ahorros de aquellos a los que les sobran recursos para que sean prestados a aquellos a los que le faltan. Una herramienta fundamental para el tan mentado “bien común”. La cantidad de personas que jamás hubiesen podido acceder a una vivienda digna en el mundo y que lo han logrado gracias al sistema financiero es sideral. Pero los bancos son solamente intermediarios, no pueden hacer magia. Si los depositantes no confían y solo dejan sus depósitos a 30 días, es imposible que las instituciones puedan prestar esos dineros a 10 años (plazo mínimo necesario para poder repagar un préstamo para la compra de una vivienda).
Y en caso que el banco sea audaz e igualmente decida hacer préstamos a largo plazo corre un altísimo riesgo. Si sus depositantes no le renuevan los depósitos no tendrá forma de seguir financiando el préstamo hipotecario y seguramente quiebre lo que hará que los mismos depositantes que dejaron de confiar perjudiquen a otros que siguieron confiando.

-Entonces, ¿cuál es la clave en esto?
-El factor más importante para que el sistema financiero tenga la función solidaria para la que fue concebido es la CONFIANZA. Con confianza los depositantes dejan sus fondos a largo plazo en los bancos. Así, estos últimos pueden prestar fondos que sean repagados a muy largo plazo beneficiando a los que menos tienen y que son los que más plazo necesitan para poder cumplir con sus obligaciones financieras. En síntesis: Las perspectivas del sistema financiero están altísimamente correlacionadas con el nivel de confianza que exista en el país, algo que se crea con reglas claras, no cambiantes y con respeto a las instituciones. En nuestro país lamentablemente ha sucedido en muy pocos momentos de nuestra historia.
 -En este nuevo marco político, ¿qué productos bancarios ve con mejores perspectivas?
-Siguiendo con el punto anterior, los productos bancarios van a depender de la política financiera que siga el próximo gobierno. Ojalá se creen las condiciones de confianza necesarias para que los depósitos vuelvan a crecer y sean estables de manera de poder ofrecer préstamos.
-¿Cuáles serán las mejores inversiones para resguardar los ahorros/ganancias?
-Depende del horizonte de inversión de cada persona. En el largo plazo (20 años o más) no existe mejor inversión que las acciones. Hay infinidad de estudios que lo demuestran. El accionista (dueño) de una empresa es el último en la cola para recibir su paga. Antes que él cobran los empleados, los proveedores, los acreedores y el estado (impuestos). Por lo tanto, es el que más riesgo asume. Pero solamente está dispuesto a asumir ese mayor riesgo si obtiene mayor rentabilidad. Si un bono tuviese más rentabilidad que una acción no existirían los accionistas, y las empresas y los emprendedores desaparecerían. Nadie querría ser accionista porque los bonos tienen un pago cierto, predecible y estable. ¿Para qué correr el riesgo de estar “último en la colar” si podría estar primero y cobrando más a través de un bono? Necesariamente, entonces, la deuda rinde menos que las acciones. Pero estamos en un momento muy particular y único de la historia financiera mundial.

-¿Por qué?
-El nivel de endeudamiento público y privado está en niveles récord. Los bancos centrales del mundo para contrarrestar esto y evitar que la economía se desacelere han decidido bajar las tasas de interés a niveles sorprendentemente bajos. Decidieron beneficiar a los deudores y castigar a los ahorristas porque, caso contrario, la deuda sería impagable. Esto hace que el retorno de los ahorros en los próximos años va a ser uno de los más bajos de la historia. En cuestiones de inversiones uno debe tener bien claro cuál es el momento para generar ganancias y cuál para resguardar el capital. Claramente, estamos en presencia de este último. Sucede que, como consecuencia de estas tasas ridículamente bajas, los agentes económicos en el mundo han decidido tomar prestado fondos (aprovechando el precio irrisorio de los mismos) y han comprado activos (acciones, bonos, inmuebles, entre otros). Como consecuencia de esto, esos activos han subido fuertemente de valor quedando muy por encima de su valor de equilibrio. Los activos de riesgo nunca han rendido tan poco como están rindiendo hoy. ¿Por qué? Porque nadie se quiere conformar con el 2% de tasa mundial y entonces invierten en productos que “lucen” más rentables y menos volátiles producto de esta “calma chicha” internacional.

-¿Cuál es el problema de eso?
-No se dan cuenta que esta es la calma previa a la tormenta. La causa de fondo de la crisis mundial del 2008 fue el sobre endeudamiento del mundo. Hoy, 11 años después de los “bailouts” (rescates) que los bancos centrales han hecho en la economía mundial, paradójicamente nos encuentra con más deuda que en el 2008. Es decir, esta película no terminó, estamos en la mitad. En síntesis, mi recomendación es ser paciente, transitar estos años en inversiones seguras, por más que rindan poco, porque son una “opción gratis” para aprovechar en el futuro las oportunidades que vendrán. Esto sucederá cuando la situación inestable de la economía mundial se sincere y el precio de la mayoría de los activos deba bajar.
 -¿Qué puede pasar con las tasas de interés?
-La tasa de interés refleja de alguna manera la fortaleza de la moneda en cuestión. Si uno le presta a alguien confiable un lingote de oro, seguramente no le cobre ningún interés porque cuando lo reciba de vuelta su valor va a ser el mismo (o incluso haya subido). Confía en el lingote de oro. Si alguien le presta dólares a otra persona seguramente le cargue alguna tasa de interés mínima porque sabe que en Estados Unidos la inflación es cercana al 2% mensual y, por tanto, en el futuro esos dólares van a valer menos. Confía en el dólar. Pero si uno presta pesos argentinos probablemente exija una tasa de interés sideralmente alta porque querrá ser compensado, porque con esos pesos en el futuro va a poder adquirir mucho menos bienes que en el momento en que otorgó el préstamo, debido a la elevada inflación que tenemos. No confía en el peso argentino. Entonces, la tasa de interés en un país como Argentina, en un momento como el actual, viene definida en un 80% por la tasa de inflación. Si esta baja, bajarán las tasas; y si no baja, no disminuirán las tasas. La inercia inflacionaria es una de las variables más difíciles de controlar una vez que la misma supera los dos dígitos anuales, como es el caso en Argentina. Los países que han logrado controlarla lo han hecho luego de muchos años. La única excepción son los países que han decidido dolarizar la economía, que no creo que sea lo que tenga en mente el próximo gobierno. En síntesis, creo que las tasas se van a mantener altas por mucho tiempo porque la inflación va a ser muy difícil de controlar.
-¿Cuál es el análisis que hace del mayor ajuste realizado en el cepo cambiario por parte del Banco Central?
-No creo en los cepos, creo en la libertad de los mercados pero con controles del Estado para proteger a los más necesitados. El mejor cepo para que la gente deje de comprar es dejar que el dólar suba. No habría necesidad de cepo con un dólar de $100. Pero sí habría necesidad de intervención del Estado para asegurarse que esa devaluación no le impida a los más necesitados acceder a los bienes de primera necesidad. Cuando uno quiere bajar artificialmente el precio de un producto (por ejemplo, a través de un cepo o restricción de comprar ese producto), automáticamente el que vende ese producto se le hace menos rentable producirlo y, por tanto, reduce su oferta. Pero al mismo tiempo los que compran ese producto que ahora está más barato quieren comprar más. Entonces se produce la “doble Nelson”: hay menos unidades disponibles de ese producto (porque no es rentable venderlo) y hay más demanda del mismo (porque no es tan caro como debería serlo). Aparece el mercado “paralelo” de ese producto, donde los demandantes violan el “cepo” y los oferentes venden el producto a pesar de no poder hacerlo. Pero obviamente cargan un precio más alto por el riesgo que todo eso significa.
En cambio, si uno libera ese producto, inmediatamente el precio sube, y al subir, empieza nuevamente a aparecer la oferta del mismo porque ahora es más rentable producirlo y venderlo. De esta manera, termina solucionándose la escasez inicial de manera automática.

-¿Pero en el caso del dólar se puede aplicar esa teoría?
-En el caso del dólar yo hubiese dejado que el precio sea libre. Eso hubiese implicado que el billete se vaya a valores muy altos, $90 o $100. Lo que automáticamente hubiese calmado a la demanda (que era el problema original) y hubiese hecho aparecer una nueva oferta, porque los exportadores hubiesen sido más competitivos y hubieran podido exportar más que antes aumentando la cantidad de dólares disponibles en el país. La intervención del Estado debería ser únicamente para asegurarse que el incremento en los productos de primera necesidad, que seguramente va a generar esa devaluación, no afecte a los más necesitados.

-¿Cuál es el valor que debería tener el dólar?
-Creo que el dólar debe tener un valor muy alto en un país como Argentina. Dicho de otro modo, deberíamos ser un país muy barato para los extranjeros y a los argentinos nos debería ser muy caro viajar al exterior. Sucede como cualquier producto. Un fitito (Argentina) tiene que valer menos que un BMW (Estado Unidos, Suecia, Finlandia, etcétera). Pero hasta hace poco era al revés. Los aviones salían desde aquí repletos de pasajeros a Miami porque Miami a algunos les parecía barato. Mientras que los aviones de Estados Unidos a Buenos Aires venían vacíos porque a los extranjeros les parecíamos un país caro. Sólo se puede vivir así un tiempo, vendiendo “las joyas de la abuela”. Pero ya las vendimos todas.-