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Falta de confianza

La semana pasada David Lipton del FMI definió la situación Argentina como `extremadamente compleja'. Sabe de lo que habla. Aquí los economistas que no esperan formar parte del nuevo gobierno hacen diagnósticos similares. Varios de esa gravedad se oyeron en la reunión del Instituto Argentino de Finanzas (IAEF) en Bariloche.

La única incógnita que hay respecto del futuro es qué camino tomarán Alberto Fernández y sus compañeros de ruta cuando se instalen la Casa Rosada. O puesto, en otros términos, qué receta aplicará el hoy candidato favorito con el estrecho margen de maniobra que le otorga un liderazgo subrogado.
La economía venía mal, pero después del triunfo kirchnerista empeoró: hubo una brusca devaluación del 25% a tono con lo reclamado por Fernández y crecimiento vertical de las posibilidades de default, vistos los antecedentes y la mala situación financiera del país. Pero ¿qué herencia recibiría Fernández?
Más negativa que positiva. Entre los datos `positivos' que lo esperan hay un tipo de cambio alto, mejor situación fiscal (transitoria) que hace cuatro años y reservas netas positivas (pocas) en el Banco Central. Entre los negativos, recesión, inflación y financiamiento cero. Pero lo más `complejo' es la falta de confianza. El dólar se disparó al día siguiente del triunfo peronista y los ahorristas corrieron a sacar sus dólares de los bancos, porque son gente curtida. Eso es lo que Fernández califica con aire indignado de `fuga de capitales': cada dólar que los particulares consiguen sacarle al Estado lo ponen a buen recaudo.
FACTOR LETAL
La combinación de malos índices macroeconómicos y falta de confianza puede ser letal para el nuevo gobierno. Una manera de tranquilizar a los mercados sería conseguir el equilibrio fiscal, pero ¿cómo? El gasto es poco flexible a la baja. El 70% es social: jubilaciones, pensiones, planes, subsidios.
Según el Indec, más del 25% de los ingresos de los hogares urbanos son de fuente no laboral, en su mayoría transferencias del Estado. En los hogares más pobres el ingreso laboral es del 46%, mientras que el no laboral es del 54%. En los más ricos el ingreso de fuente laboral es el del 80% y el no laboral del 20%. Conclusión: hay poco de dónde cortar sin afectar al electorado más numeroso. Otra conclusión obvia: del Estado se vive sin trabajar, pero mal.
Si no se corta el gasto, lo único que resta es aumentar la presión impositiva que el kirchnerismo ya llevó a un récord. Lo único viable sería más retenciones al campo y al petróleo de Vaca Muerta, lo que haría caer la poca inversión productiva sobreviviente.
Otra manera de licuar el gasto es devaluar, pero allí también hay poco margen. Además del enojo de los que tienen ingresos fijos en pesos (la enorme mayoría) el riesgo de híper es alto. La volatilidad del dólar cambió la mala matriz del `stop and go' por la pésima de crisis cambiarias en plazos cada vez más cortos. El populismo ya cruzó una frontera peligrosa.
En suma, las recetas ortodoxas parecen inaplicables y las heterodoxas agravarían el problema. Por eso los operadores económicos miran a Alberto Fernández a la espera de algún indicio concreto mientras repiten mentalmente: `Oremus fratres'.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio