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Peronia: entre imbécibles y serpientes políticas


Pónganse de acuerdo
Para comenzar la nota, quiero aclarar algo: considero es importante mantener una cierta lógica en las cosas que escribimos y decimos, y, sobre todo, en relación a los eventos que nos alegran y/o nos entristecen.

Por ejemplo, en una situación normal, si nuestro equipo metiera un gol, y nos alegráramos, resultaría altamente idiota ponerse triste si el mismo luego metiera un segundo gol. Es que el mismo motivo por el cual el primer gol nos alegró en primera instancia, debería mantenerse para el 2do.

Pero eso no siempre es el caso.

Hoy viajando en bus en Croacia (estoy de vacaciones), abrí el set de diarios y portales que suelo abrir, y realmente me llamó poderosamente la atención el gataflorismo del periodismo económico local.

Por un lado, tenía a un periodista festejando el “cuantioso” superávit comercial; por otro, a periodistas de la misma “escuela” pseudo-festejando la caída en las tasas de interés, la quietud del dólar, y la algo mejorada imagen de Macri, en gran medida, como consecuencia de todo lo anterior.

Un sin-sentido supremo.

Te explico por qué:

Si bien es cierto que el comercio exterior está mejorando (las exportaciones crecieron 2,5% acumulado a mayo, mientras que las importaciones cayeron casi 29%), lo cierto es que ha ocurrido como consecuencia directa de la reciente corrida cambiaria, y la consiguiente recesión que resultó de ello.


Recordemos que, desde fines de 2017 hasta el mes de mayo de 2019, el tipo de cambio sufrió una depreciación de alrededor del 150%. Con ese ritmo de depreciación, claramente no hay importaciones que aguanten. Tal es así, que, por ejemplo, las importaciones de bienes de capital (mayormente inversión) vienen cayendo 40% interanual. Una cifra alarmante.

Así, debe quedar claro que cuando nos alegramos porque crecen las exportaciones, deberíamos también saber que eso solo ha tenido lugar por la tempestuosa destrucción de nuestra moneda. De esta manera, cualquier elemento que vaya en dirección opuesta (o sea, que implique una acelerada apreciación del peso), debería ser motivo para, justamente, entristecernos.

¿Cómo es esto? Simple, si pretendemos guardar alguna consistencia, entonces…si nos alegramos porque se destruyó el peso, y, gracias a ello, hoy tenemos el mayor superávit comercial desde 2012, deberíamos también ponernos mal cuando el peso comienza a dar otra vez señales de que se está moviendo hacia un proceso de acelerada apreciación, que terminará atentando contra la noticia que nos alegró en primer lugar.

¿Por qué? ¿Cómo funciona esto? Bueno, como todos probablemente sepamos, cuando el tipo de cambio “le gana” a la inflación, generalmente nos abaratamos con respecto al resto del mundo, ya que el precio en dólares de los bienes locales caerá en moneda dura, especialmente los bienes “transables”.


En caso contrario, cuando la inflación “le gana” a la depreciación del tipo de cambio, lo que obtenemos es una apreciación cambiaria, ya que el precio de los bienes en moneda local aumenta a una velocidad mayor a la que cae el precio de la moneda, lo que implica tendremos un aumento en moneda dura de los bienes locales. De nuevo, especialmente para el caso de los bienes “transables”.

Esto es, básicamente, lo que está detrás de esta mejora en las exportaciones.

Así, como probablemente sepas, durante 2018 y buena parte de 2019, la línea azul punteada del gráfico (depreciación del tipo de cambio) le ganó a la negra (inflación). Consecuentemente, los salarios locales se destruyeron en moneda dura, lo que implicó una caída dramática del poder de compra del argentino promedio en el exterior, provocando un derrumbe en las importaciones.

Bueno, habiendo entendido esto, y como vemos en el gráfico, desde fines de mayo, gracias al “efecto Pichetto”, las tasas de interés, y alguna brisa a favor del frente externo, finalmente el tipo de cambio se acomodó por debajo de los 44 pesos por dólar, lo que significa que, durante el mes de junio, habríamos tenido una feroz apreciación. La mayor en largos meses.

O sea, estamos viendo como los fundamentos que parte de la platea de periodistas festeja se están esfumando a pasos agigantados. Mencionan la quietud del dólar y sus consecuencias directas como algo deseable y bueno.

Es ahí donde tenemos la primer gran inconsistencia del periodismo argentino.

Así como dice el refrán “no se puede comer la torta, y tenerla también”; un refrán que refleja la imposibilidad de tener todo de manera simultánea, en Argentina debe quedar claro algo: si realmente queremos que mejore el humor social, el salario real y el consumo, hacerlo vía anestesia al tipo de cambio (lo que Macri y Sandleris están haciendo ahora) es algo que nos dejará otra vez patas para arriba en el futuro inmediato. De hecho, atenta directa y aceleradamente contra las buenas noticias del comercio exterior.

Y eso es lo que el periodismo está festejando de manera hipócrita.

Con una inflación promedio mensual que supera el 3% y empuja a la interanual a casi el 60%, con pasivos remunerados (LELIQ) que ya crecieron casi un 35% desde que arrancó el año, y que ya pagan la friolera del equivalente a USD 500 millones diarios en intereses, queda claro la política actual tiene la mecha bastante corta.

Dado esto, las mejoras cosméticas que están teniendo lugar al calor de una “pax cambiaria” atada con alambre, son puro humo insostenible. No hay fundamentos.

Pero como siempre, la imbecilidad y el optimismo infundado del periodista promedio lo llevan a ignorar todo esto, porque resulta agorero y poco prensable.

Meanwhile, el oficialismo fracasa en su intento de boicotear el avance “a pulmón” del liberalismo, ahora impulsado involuntariamente por el marketing orgánico como producto del “tiro por la culata” de la jugada con el mercenario Asseff.

La imbecilidad parece ser ley por estas tierras. 

Hasta la semana próxima,

Juani Fernández para CONTRAECONOMÍA