Ubicado al sur de Bolivia, Argentina es un país altamente singular que ha sabido, pero que ha olvidado, cómo ser un país pujante.
Habiendo abandonado casi completamente el set de ideas que lo llevaron a ser una nación en el top 5 mundial durante poco más de un siglo, hemos caído en una decadencia que todavía sigue desarrollándose (o unfolding, como diría un gringo).
Dejando en nuestra retina ese lamentable contexto de largo plazo, durante los últimos días creo hemos sido testigos del sutil inicio de otro nuevo capítulo en esta larga novela de decadencia.
Con esto me refiero al particular anuncio de la fórmula Fernández-Fernández y la lamentable reacción del pueblo argentino frente a esto.
Empecemos…

Otra vez sucumbiendo ante el Síndrome de Estocolmo
En 2015, y sin hacer demasiadas preguntas, votamos al primer tipo de “afuera” que nos vendió un buzón, solo por el hecho de traer un branding de “cambio” en su signo político, captando el voto del electorado que bien intuía que algo olía rancio.
La corrupción, la persecución civil e impositiva, el avance del Estado sobre nuestro bolsillo, la inflación y tantos otros flagelos fueron, básicamente, los síntomas de ello.
Así, salvo una minoría de individuos patológicos -que han negado estos nefastos agravios sobre todos nosotros- para el restante 90% de la ciudadanía, lo cierto es que había un consenso de que realmente algo debía cambiar.
Bueno... 3 años y medio y un fracaso no-peronista después, parece que parte de la sociedad ha entrado en pánico y estaría retrocediendo sobre sus pasos, contemplando nuevamente con mejores ojos la posible vuelta de un kirchnerismo de cepa, con la flamante fórmula “Fernández-Fernández”.
Es que me ha llamado poderosamente la atención la amnesia generalizada de buena parte de la sociedad, pero, sobre todo, la amnesia por parte del periodismo.
Parecen haber olvidado que el kirchnerismo fue un modelo que tuvo éxito sólo porque se encontró muy oportunamente con una coyuntura muy favorable.
Esto ha quedado demostrado durante el 2do mandato de CFK, en el que, profundizando las políticas de los dos períodos presidenciales anteriores, la economía argentina no logró crecer (punta a punta), al tiempo que tuvimos la primera corrida cambiaria grave en más de una década (2014, a manos de Kicilove) y que el déficit fiscal y comercial volvían a ser realidad, algo que no ocurría desde la salida de la convertibilidad.
Creo que tomando algo de distancia de este refrito electoral que se acaba de presentar públicamente, esto sería análogo a una situación en la que las víctimas de un rapto logran escapar transitoriamente de su captor pero, al ver que la realidad exterior es algo más dura de lo que esperaban, vuelven a mirarlo con cariño.
El Síndrome de Estocolmo, a esta altura, es inapelable.
Me parece absurdo que evaluemos la posibilidad de considerar esta propuesta como “algo nuevo”, cuando no es más que un refrito de algo ranciamente viejo. Un sinsentido.
Por ejemplo, cuando los periodistas toman la propuesta en serio y remarcan la importancia de diferenciar los distintos subtipos de peronismo (federal, racional, nuevo, de izquierda, etc.), están –implícitamente- reforzando el Síndrome de Estocolmo en la psiche de la ciudadanía.
O sea, están contribuyendo a que la gente piense que los mismos incapaces de siempre ahora tienen una “nueva faceta” que todavía no hemos visto; una faceta que dará origen a la praxis necesaria para sacarnos de nuestra decadencia.
Casualmente, escribí un tweet sobre esto, que creo que enuncia mejor el asunto de lo que he enunciado recién:

El mercado festeja. What!?
Una de las incógnitas, era ver como reaccionaba el mercado ante tales acontecimientos.
Las tan ansiadas ruedas de mercado llegaron y, tal vez para sorpresa de algunos, tradeó de manera optimista.
El motivo: los grandes players ven a esta alianza como un síntoma de fractura dentro del peronismo, lo que disiparía las chances de que los más bárbaros dentro del partido se hagan del cetro presidencial. Dado eso, la probabilidad de default sería menor, lo que ha empujado a revalorizar el conjunto de activos argentinos.

Como se puede observar, tanto los bonos como las acciones argentinas mostraron mejoras sustanciales en tan solo un par de rondas de mercado. De hecho, el Riesgo País entre el 17 y el 21 de mayo había mejorado un 6%, pero luego, el 22, hubo una toma de ganancias que recortó la mejora, dejándola en el 4%.
¿Es sostenible este optimismo?
Hay varios factores por los cuáles yo no creo esto sea sostenible.
• El primero: esta fórmula, si bien no parece categóricamente dominante de cara a las urnas, tampoco está claro que no pueda ganarle al candidato que presente Cambiemos. O sea, sigue teniendo chances razonables. Esto implica que CFK y su influencia todavía tienen chances de llegar al sillón de Rivadavia. Además, más allá de que Alberto encabece la fórmula, nadie puede asegurar que CFK no termine siendo la líder de facto en caso de que la misma se imponga. Hacer eso sería pecar de inocentes.
• El segundo: tal como te comenté en notas anteriores, incluso aunque Macri gane, lo cierto es que, en caso de que el Riesgo País no baje sustancialmente en los próximos 12 meses, la deuda se tornará impagable. O sea, independientemente del candidato, los fundamentos son malos, por lo que las chances de repagar la deuda no son buenas y le pone simultáneamente un piso al Riesgo País y un techo a las acciones.
• El tercero: vinculado al segundo, es que la economía real no va a rebotar. Esto tiene un impacto financiero directo. Recordemos que la valuación de una empresa está dada por su flujo de caja descontado, o sea, traído a hoy.
Esto significa que, en la medida que nuestras empresas locales no sean capaces de generar buenos flujos de caja (vinculados al negocio real), su valuación probablemente no crezca. Así, cualquier tipo de optimismo financiero en este escenario sulfúrico resulta virtualmente insostenible. Y esto aplica fundamentalmente para papeles vinculados al consumo masivo y/o de durables, como IRSA o MIRGOR. Si estás parado en alguno de esos, te recomiendo salgas ASAP.
El agravante: como recién te comenté, la valuación de una empresa está determinada por su flujo de caja descontado. O sea, no solamente se ve afectada negativamente por la languidez de la economía real, sino también por las tasas de interés. A mayores tasas de interés, mayor es el costo de oportunidad del dinero, lo que implica que, en promedio, las empresas valen menos, ya que el descuento se aplica a una tasa mayor y desvaloriza más los cashflows futuros.Como se puede inferir de la nota, mis pronósticos no son buenos.
Este optimismo efímero, entonces, no lo veo más que como una oportunidad para salir menos lesionado de los activos argentinos, si es que todavía tenés algo en cartera.
Y con respecto a la primera parte de la nota, queda claro el Síndrome de Estocolmo y la fiesta populista nunca son gratis. Siempre hay resaca, y, generalmente, también recaídas.
Hasta la semana próxima,
Juani Fernández
Para CONTRAECONOMÍA
Habiendo abandonado casi completamente el set de ideas que lo llevaron a ser una nación en el top 5 mundial durante poco más de un siglo, hemos caído en una decadencia que todavía sigue desarrollándose (o unfolding, como diría un gringo).
Dejando en nuestra retina ese lamentable contexto de largo plazo, durante los últimos días creo hemos sido testigos del sutil inicio de otro nuevo capítulo en esta larga novela de decadencia.
Con esto me refiero al particular anuncio de la fórmula Fernández-Fernández y la lamentable reacción del pueblo argentino frente a esto.
Empecemos…
Otra vez sucumbiendo ante el Síndrome de Estocolmo
En 2015, y sin hacer demasiadas preguntas, votamos al primer tipo de “afuera” que nos vendió un buzón, solo por el hecho de traer un branding de “cambio” en su signo político, captando el voto del electorado que bien intuía que algo olía rancio.
La corrupción, la persecución civil e impositiva, el avance del Estado sobre nuestro bolsillo, la inflación y tantos otros flagelos fueron, básicamente, los síntomas de ello.
Así, salvo una minoría de individuos patológicos -que han negado estos nefastos agravios sobre todos nosotros- para el restante 90% de la ciudadanía, lo cierto es que había un consenso de que realmente algo debía cambiar.
Bueno... 3 años y medio y un fracaso no-peronista después, parece que parte de la sociedad ha entrado en pánico y estaría retrocediendo sobre sus pasos, contemplando nuevamente con mejores ojos la posible vuelta de un kirchnerismo de cepa, con la flamante fórmula “Fernández-Fernández”.
Es que me ha llamado poderosamente la atención la amnesia generalizada de buena parte de la sociedad, pero, sobre todo, la amnesia por parte del periodismo.
Parecen haber olvidado que el kirchnerismo fue un modelo que tuvo éxito sólo porque se encontró muy oportunamente con una coyuntura muy favorable.
Esto ha quedado demostrado durante el 2do mandato de CFK, en el que, profundizando las políticas de los dos períodos presidenciales anteriores, la economía argentina no logró crecer (punta a punta), al tiempo que tuvimos la primera corrida cambiaria grave en más de una década (2014, a manos de Kicilove) y que el déficit fiscal y comercial volvían a ser realidad, algo que no ocurría desde la salida de la convertibilidad.
Creo que tomando algo de distancia de este refrito electoral que se acaba de presentar públicamente, esto sería análogo a una situación en la que las víctimas de un rapto logran escapar transitoriamente de su captor pero, al ver que la realidad exterior es algo más dura de lo que esperaban, vuelven a mirarlo con cariño.
El Síndrome de Estocolmo, a esta altura, es inapelable.
Me parece absurdo que evaluemos la posibilidad de considerar esta propuesta como “algo nuevo”, cuando no es más que un refrito de algo ranciamente viejo. Un sinsentido.
Por ejemplo, cuando los periodistas toman la propuesta en serio y remarcan la importancia de diferenciar los distintos subtipos de peronismo (federal, racional, nuevo, de izquierda, etc.), están –implícitamente- reforzando el Síndrome de Estocolmo en la psiche de la ciudadanía.
O sea, están contribuyendo a que la gente piense que los mismos incapaces de siempre ahora tienen una “nueva faceta” que todavía no hemos visto; una faceta que dará origen a la praxis necesaria para sacarnos de nuestra decadencia.
Casualmente, escribí un tweet sobre esto, que creo que enuncia mejor el asunto de lo que he enunciado recién:
El mercado festeja. What!?
Una de las incógnitas, era ver como reaccionaba el mercado ante tales acontecimientos.
Las tan ansiadas ruedas de mercado llegaron y, tal vez para sorpresa de algunos, tradeó de manera optimista.
El motivo: los grandes players ven a esta alianza como un síntoma de fractura dentro del peronismo, lo que disiparía las chances de que los más bárbaros dentro del partido se hagan del cetro presidencial. Dado eso, la probabilidad de default sería menor, lo que ha empujado a revalorizar el conjunto de activos argentinos.
Como se puede observar, tanto los bonos como las acciones argentinas mostraron mejoras sustanciales en tan solo un par de rondas de mercado. De hecho, el Riesgo País entre el 17 y el 21 de mayo había mejorado un 6%, pero luego, el 22, hubo una toma de ganancias que recortó la mejora, dejándola en el 4%.
¿Es sostenible este optimismo?
Hay varios factores por los cuáles yo no creo esto sea sostenible.
• El primero: esta fórmula, si bien no parece categóricamente dominante de cara a las urnas, tampoco está claro que no pueda ganarle al candidato que presente Cambiemos. O sea, sigue teniendo chances razonables. Esto implica que CFK y su influencia todavía tienen chances de llegar al sillón de Rivadavia. Además, más allá de que Alberto encabece la fórmula, nadie puede asegurar que CFK no termine siendo la líder de facto en caso de que la misma se imponga. Hacer eso sería pecar de inocentes.
• El segundo: tal como te comenté en notas anteriores, incluso aunque Macri gane, lo cierto es que, en caso de que el Riesgo País no baje sustancialmente en los próximos 12 meses, la deuda se tornará impagable. O sea, independientemente del candidato, los fundamentos son malos, por lo que las chances de repagar la deuda no son buenas y le pone simultáneamente un piso al Riesgo País y un techo a las acciones.
• El tercero: vinculado al segundo, es que la economía real no va a rebotar. Esto tiene un impacto financiero directo. Recordemos que la valuación de una empresa está dada por su flujo de caja descontado, o sea, traído a hoy.
Esto significa que, en la medida que nuestras empresas locales no sean capaces de generar buenos flujos de caja (vinculados al negocio real), su valuación probablemente no crezca. Así, cualquier tipo de optimismo financiero en este escenario sulfúrico resulta virtualmente insostenible. Y esto aplica fundamentalmente para papeles vinculados al consumo masivo y/o de durables, como IRSA o MIRGOR. Si estás parado en alguno de esos, te recomiendo salgas ASAP.
El agravante: como recién te comenté, la valuación de una empresa está determinada por su flujo de caja descontado. O sea, no solamente se ve afectada negativamente por la languidez de la economía real, sino también por las tasas de interés. A mayores tasas de interés, mayor es el costo de oportunidad del dinero, lo que implica que, en promedio, las empresas valen menos, ya que el descuento se aplica a una tasa mayor y desvaloriza más los cashflows futuros.Como se puede inferir de la nota, mis pronósticos no son buenos.
Este optimismo efímero, entonces, no lo veo más que como una oportunidad para salir menos lesionado de los activos argentinos, si es que todavía tenés algo en cartera.
Y con respecto a la primera parte de la nota, queda claro el Síndrome de Estocolmo y la fiesta populista nunca son gratis. Siempre hay resaca, y, generalmente, también recaídas.
Hasta la semana próxima,
Juani Fernández
Para CONTRAECONOMÍA