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LA SOJA, ENTRE LA GUERRA Y LA FIEBRE

Desde inicios del año pasado, el mercado global de soja se ha visto afectado por eventos disruptivos que generaron movimientos en la cotización de la oleaginosa. En los últimos 15 días volvieron a sonar las alarmas cuando el precio de referencia de Chicago perforó los 300 dólares, algo que no ocurría desde el año 2008. En el mercado de Rosario, por su parte, la caída de la cotización fue incluso mayor desde inicios de año. Mientras que en enero el precio promedio al que se llevaron a cabo las operaciones en el mercado por excelencia de Argentina fue de 343 dólares por tonelada (precio al que hay que descontarle retenciones de aproximadamente 28%), el precio promedio de abril fue de 294 dólares y continuó descendiendo durante los primeros días de mayo hasta los 288 dólares.
Este recorte de más de 50 dólares por tonelada tiene un impacto directo sobre el valor total de la cosecha récord que se ha logrado producir este año. Con casi 57 millones de toneladas cosechadas, se estiman pérdidas de entre 2.400 y 3.000 millones de dólares para el conjunto de los productores, al verse expuestos a una reducción en el precio de mercado de su producción. Esta pérdida para los privados implica también una pérdida para el Estado, vía una menor recaudación por retenciones que la que se esperaba. En un año donde cada peso cuenta en el ambicioso objetivo de llegar al equilibrio fiscal primario, el gobierno perdería entre 650 y 830 millones de dólares de recaudación solo por retenciones de soja, lo que equivale a valores de hoy a unos 30.000 o 40.000 millones de pesos.
El año pasado había ocurrido un fenómeno similar: la cotización en Chicago se desplomó unos 70 dólares por tonelada entre febrero y septiembre. Sin embargo, como puede observarse en el gráfico, el fenómeno había quedado reservado casi exclusivamente al mercado de Estados Unidos, lo que se verifica en la brecha que se abrió entre la evolución del precio para la soja de Brasil y Argentina respecto de la norteamericana. Este fenómeno de disociación en la cotización de la commodity, que por definición tiene un precio único a nivel internacional, fue consecuencia de la guerra comercial desatada entre las dos potencias mundiales: Estado Unidos y China.
Los conflictos comerciales comenzaron en el mes de marzo del año pasado. En primer lugar (1) Estados Unidos anunció que aplicaría aranceles del 10% y del 25% para las importaciones de aluminio y acero respectivamente provenientes de una gran cantidad de países, pero con particular impacto sobre China. A los pocos días, en abril del mismo año, (2) China respondió con un arancel del 25% sobre las importaciones de carne de cerdo provenientes de Estados Unidos y un arancel del 15% para una variedad de productos norteamericanos. La famosa guerra comercial se había desatado.
En julio (3) Estado Unidos volvió a atacar, esta vez con un arancel del 25% sobre una multiplicidad de productos electrónicos y tecnológicos provenientes de China, a lo cuál la respuesta fue la disminución de las compras de soja proveniente de Estados Unidos y la aplicación de un arancel del 25% sobre la oleaginosa de origen norteamericano.
Esta secuencia tuvo múltiples efectos en la economía global, pero particularmente afectó al mercado de la soja. Sin embargo, la reducción de la cotización se concentró en Estados Unidos mientras que los valores en los puertos de Rosario y Paranaguá (Brasil) se mantuvieron en niveles mayores, abriéndose la brecha de precios que se aprecia en el gráfico, que no existía antes. Más aún, la cotización en Brasil se mantuvo más alta que en Argentina durante algunos meses como consecuencia de que la demanda china por porotos de soja que se dejó de abastecer en los mercados de Estado Unidos fue canalizada a Brasil. Mientras que en 2017 China adquirió el 35% de la totalidad de su demanda por porotos de soja en Estados Unidos, solo le compró el 18% de su demanda total en 2018, y satisfizo el 75% de la misma en los mercados brasileros.
El mercado de porotos de soja es un mercado que tiene la demanda muy concentrada por parte de China. El gigante asiático es el responsable del 60% de todas las compras mundiales. Esta característica le permite tener poder de mercado a la hora de afectar precios e incluso de discriminar o partir mercados. La aplicación de la tarifa sobre la soja norteamericana, junto con la disminución de las compras, generó un efecto perjudicial para los productores norteamericanos que tuvieron que internalizar el costo arancelario sin tener mayor espacio para canalizar la oferta hacia otros compradores (todo el resto de los países del mundo se reparten el 40% de la demanda restante).
Durante el G-20 llevado a cabo en Buenos Aires Trump y Xi Jinping acordaron una tregua y el comienzo de conversaciones para poner fin a la guerra comercial, con lo cual se esperaba que volviera la normalidad al mercado global de soja. Sin embargo, durante los primeros días de agosto de 2018 (4) el gobierno chino declaró que se había registrado un brote de fiebre porcina africana, una enfermedad que es mortal para los porcinos. La gran demanda de soja china se debe justamente a la necesidad de alimentar a los porcinos, que son la fuente principal del consumo de proteína animal en aquel país. Como esta peste no tiene cura conocida hasta el momento, la única solución posible es sacrificar a todos aquellos cerdos que puedan estar contagiados para detener la difusión de la enfermedad a todas las granjas. Pero la crisis sanitaria continuó avanzando y a mediados de noviembre (5) el gobierno chino anunció que la situación era grave, que ya había 17 provincias en las que se había difundido la enfermedad y ya se habían sacrificado más de medio millón de animales sin lograr controlar el contagio.
Es justamente este nuevo evento el responsable de las últimas disminuciones del precio de la soja. Con una reducción que se estima entre el 20 y el 30% del rodeo de porcinos en China, la demanda de soja por parte del principal comprador mundial se verá disminuida a lo largo de todo el año y también durante el 2020. Si bien en las últimas semanas las negociaciones bilaterales parecieron naufragar y las amenazas de nuevos aranceles entre Estado Unidos y China volvieron a la mesa de discusión, actualmente este es un efecto secundario y el principal factor al que obedece la caída en le precio de la soja es la disminución real de la demanda de soja por parte de China como consecuencia de la crisis sanitaria que afecta a la producción de carne porcina.
Por una razón o por otra, todo parece indicar que los productores argentinos volverán a tener un año difícil.Luego de la inundación de 2016, tuvieron que enfrentar la sequía de 2018. Y en 2019, cuando todo indicaba que sería el año de la revancha, ven disminuido el precio de su producción como consecuencia de una fiebre porcina en la otra punta del mundo. Sin embargo, no todas son malas noticias. La contracara de la menor demanda de soja por parte de China es una mayor demanda de proteína animal que deberán cubrir con importaciones. De esta manera se abren enormes oportunidades para avanzar en la exportación de carne vacuna, porcina y aviar para alimentar al mercado más grande del mundo en un momento en que la seguridad alimentaria corre peligro. Los efectos ya se están haciendo notar. Hace poco menos de un mes se habilitaron 25 frigoríficos argentinos para exportar estos tres tipos de carne a China y hay muchos más en la lista de espera. Los precios pagados por la carne vacuna argentina en el mercado asiático ya muestran aumentos de entre 1.000 y 1.500 dólares por tonelada en relación al año pasado. A pesar de las pérdidas de corto plazo, ¿será esta crisis china una oportunidad argentina?


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