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Este es el año del centenario de la pandemia de influenza de 1918, el peor brote de esta enfermedad registrado en la historia.

Un nuevo estudio sobre los factores humanos, virales y sociales detrás de su gravedad proporciona lecciones valiosas que podrían salvar vidas en futuras pandemias. 

El trabajo advierte que, aunque el mundo está mejor preparado que hace 100 años, los nuevos desafíos afectarán al impacto de la próxima pandemia del virus de la influenza, incluidos los cambios demográficos de la población, la resistencia a los antibióticos y el cambio climático. 

Se han registrado tres pandemias de influenza adicionales desde 1918: la “gripe asiática” de 1957, la “gripe de Hong Kong” de 1968 y la “gripe porcina” de 2009. Aunque fueron más leves que la pandemia de 1918, destacan la amenaza constante que representa el virus de la influenza para la salud humana. 

Al igual que la pandemia de 1918, la gravedad de cualquier brote futuro será el resultado de una interacción compleja entre factores virales, de las personas susceptibles y sociales. Comprender estos factores es vital para la preparación para una pandemia de influenza. 

La pandemia de influenza de 1918 infectó a un tercio de la población mundial y mató a 50 millones de personas, pero muchas lograron sobrevivir a una infección grave y otras solo mostraron síntomas leves. Siempre quedó la duda de por qué algunas personas pudieron controlar eficazmente las infecciones virales, mientras que otras sucumbieron a la enfermedad. 

La cepa viral explica en parte la gravedad de la pandemia 

Para investigar esto, y por qué el brote de 1918 fue tan virulento, se revisaron una gran cantidad de estudios de influenza. Una explicación de la gravedad de la pandemia es la cepa viral en sí misma. Algunos estudios muestran que el virus de 1918 podría propagarse a otros tejidos más allá del tracto respiratorio, lo que resulta en un daño más generalizado, además de que el virus tenía mutaciones que permitían que se transmitiera más fácilmente entre humanos. 

A diferencia de 1918, cuando la causa de la influenza era desconocida, los científicos de hoy pueden evaluar el potencial pandémico de nuevos virus, tanto en animales como una vez que una cepa ha saltado a los humanos. 

Pero tales esfuerzos de vigilancia son necesarios en todo el mundo, un factor que será aún más importante con los continuos cambios climáticos, que afectan a los reservorios animales de los virus de la influenza y los patrones de migración de las aves. Esto podría propagar los virus a nuevas ubicaciones y en una amplia gama de especies de aves. 

La salud pública es otro factor importante. En 1918, las personas que sufrían de desnutrición y enfermedades subyacentes, como la tuberculosis, tenían más probabilidades de morir a causa de la infección. 

Esto sigue siendo relevante en la actualidad: el cambio climático podría dar lugar a pérdidas de cultivos y malnutrición, mientras que el aumento de la resistencia a los antibióticos podría hacer que las infecciones bacterianas sean cada vez más frecuentes. 

Las pandemias futuras también se enfrentarán al desafío de la obesidad, que aumenta el riesgo de morir a causa de la influenza. 

La demografía, otro elemento clave en la pandemia de influenza. 

La demografía de la población también juega un papel. Curiosamente, uno de los grupos más gravemente afectados en 1918 fue uno que suele ser resistente: los adultos jóvenes. 

Los investigadores creen que las personas mayores pueden haberse salvado debido a la exposición previa a otros virus, lo que les otorgó una mayor inmunidad a las cepas virales de 1918. 

Sin embargo, dado que la influenza estacional suele matar a personas muy ancianas, el envejecimiento de la población actual probablemente será otro desafío en cualquier pandemia futura. El suministro de vacunas de emergencia durante futuras pandemias debería tener en cuenta los diferentes grupos de edad, factores virales y la inmunidad 
de los susceptibles. 

Los métodos básicos para reducir la transmisión de la enfermedad, como prohibir las reuniones públicas y el lavado de manos, ayudaron a reducir los niveles de infección y muerte durante la pandemia de 1918, pero solo cuando se aplicaron temprano y durante toda la duración de la pandemia. 

Hasta que esté disponible una vacuna de protección general, los gobiernos deben informar al público sobre qué esperar y cómo actuar durante una pandemia. Una lección importante de la pandemia de influenza de 1918 es que una respuesta pública bien preparada puede salvar muchas vidas. 

Si hoy ocurriera una pandemia similar, se estima que el número de muertos podría llegar a 147 millones. Aunque es imposible saber cuándo o cómo se desarrollará la próxima pandemia de influenza, una cosa es cierta: las pandemias futuras no serán exactamente como la pandemia de 1918, pero aún tiene lecciones que enseñarnos.




Isidro Molfese