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El mercado de carbono: créditos contra el cambio climático

Para muchas industrias, la preocupación por el cambio climático tiene que ver con un riesgo tangible para sus operaciones. A las textiles, las temperaturas extremas afectan su cosecha de algodón; a las tecnológicas, les incrementa el costo de climatizar los inmensos data centers. A las aerolíneas, dado que las altas temperaturas bajan la densidad del aire, los obliga a tener que llevar menos peso y, por ende, perder rentabilidad. Y la lista podría continuar, industria por industria.
¿Cómo contribuyen las corporaciones a aminorar los efectos del cambio climático? En primer lugar, reduciendo las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de sus operaciones. Pero, cuando esta opción es limitada, aparece la de la compensación y tiene forma de créditos de carbono. Este sistema de comercialización de derechos de emisión fue una de las herramientas creadas para lograr la reducción de emisiones acordada por los países industrializados y las economías en transición en el Protocolo de Kioto en 1997. Los créditos son intercambiados por quienes producen un volumen de emisión de dióxido de carbono menor a las permitidas por el Protocolo. 
Existen dos tipos de mercado de carbono: los de cumplimiento regulado (MDL) y los voluntarios. El mercado regulado es utilizado por empresas y gobiernos que, por ley, tienen que rendir cuentas de sus emisiones de GEI, como en Europa. En el mercado voluntario, en cambio, el comercio de créditos se produce sobre una base facultativa. Se compran créditos de carbono proporcionales a las toneladas de CO2e emitidas a proyectos de países en vías de desarrollo que captan una cantidad de toneladas de CO2 equivalente a la generada por la actividad del comprador o que evitan la emisión por medio de un proyecto de ahorro o eficiencia energética, de sustitución de combustibles fósiles por energías renovables, de tratamiento de residuos o de deforestación evitada. El desafío de este mercado voluntario es el de establecer sistemas y políticas confiables de fijación de precios del carbono y de eso se ocupan, por ejemplo, la Carbon Pricing Leadership Coalition, impulsada por el Banco Mundial.
Para las compañías que tienen pocas opciones de reducir sus emisiones en las operaciones, como las aerolíneas, la compra voluntaria de créditos de carbono es la mejor alternativa de compensación y de prepararse, de paso, para un giro regulatorio.  De acuerdo a un informe deEcosystem Marketplace, de las 1896 corporaciones que compartieron información el último año en el CDP (Carbon Disclosure Project), 248 invirtieron en proyectos para reducir emisiones fuera de sus operaciones inmediatas durante 2014. En total, adquirieron el equivalente de 39,8 millones de toneladas de dióxido de carbono y las que compraron más créditos voluntarios fueron General Motors, Delta Air Lines, Barclays Africa, Microsoft y el Deutsch Bank.
Otras empresas usan la creatividad para desarrollar formas de compensar las emisiones dentro de su propia cadena de valor. Como L´Oréal, que distribuye estufas de combustión limpia a mujeres de Burkina Faso que hierven las nueces de karité utilizados en sus productos cosméticos. Y, algunas van más lejos, asignando un precio interno al precio del carbono y cargándole una tarifa a sus divisiones de negocio en función de las emisiones producidas. Así, se aseguran de incentivar la reducción de su huella de carbono mientras que utilizan estos fondos en eficiencia energética o compra de compensaciones.
Aunque para la Argentina, un país con bajas emisiones proporcionales, este mercado presenta grandes oportunidades, la oferta no está aun bien estructurada ya que son pocas las organizaciones que cuentan con las certificaciones necesarias para comercializar los créditos de carbono. 


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