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Solucionar las inquietudes de los inversores es una de las cosas que más disfruto en mi rol como economista jefe de Inversor Global. Es gratificante cuando el pequeño inversor puede sortear los obstáculos que le impone la coyuntura a diario.
Una de las piedras en el camino que más daño causó en los inversores surgió a partir de la crisis de 2008. Ese fue el comienzo del fin de la estrategia de inversiones en renta fija. Las bajísimas tasas de interés globales han generado insatisfacción en invertir en bonos. La consulta de Andrés, un suscriptor nuestro, sintetiza un sentimiento común entre muchos de nuestros clientes: “Hola Diego, cómo estás. Te cuento que hace más de 10 años que invierto. Mi primera aproximación al mercado fue a través de la inversión en bonos globales que pagaban tasas de interés altas con un riesgo acotado. Desde 2009 en adelante, estas opciones prácticamente desaparecieron. Los bonos rinden muy poco. ¿Cuál es tu recomendación al respecto? ¿Cómo puedo asegurarme una renta decente? Sin titubear, mi respuesta general para este tipo de casos es: “Acciones que pagan dividendos”. A nivel global, estos inversores que estaban acostumbrados a refugiarse en renta fija para tener un ingreso razonable y seguro, tuvieron que buscar nuevos rumbos. Encontraron refugio en las acciones que pagan dividendos atractivos. Ellas se convirtieron en la nueva vedette del mercado. Y sin dudas que fue una buena elección… Empresas muy reconocidas y sólidas ofrecían rendimientos de su dividendo (dividend yield) por encima del 3% anual, cuando un bono de alta calidad crediticia no pagaba más del 2%. Ni hablar de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años, que hoy rinden en torno al 1,9%. [El dividend yield se obtiene a través del cociente entre el dividendo anual pagado por una empresa y el precio de la acción de dicha firma.] Y si el inversor se animaba a tomar mayor riesgo, con empresas “menos conocidas”, la recompensa del dividendo podía estar en el orden del 5%, 6% o más… Por el lado de las firmas, el management entendió rápidamente esa mayor demanda de las acciones por parte de los inversores. La seducción de los altos dividendos era una herramienta importante de captación de la atención. Pero había algo más en el escenario que potenció los dividendos. Y ese es el secreto que te voy a mostrar a continuación… Se trata de la recompra de acciones propias. Las firmas comenzaron a destinar importantes montos de dinero para comprar en el mercado sus propias acciones. Esto era una gran señal para el inversor. En primer lugar, porque si la firma compra sus acciones es un elemento contundente para sostener el precio de las mismas en niveles elevados. Si se agrega una demanda adicional a las acciones (y la oferta no cambia), eso produce una especie de “piso” para el nivel de precio de las mismas. En segundo lugar, porque si la compañía compra sus propias acciones quiere decir que piensa que es un gran negocio hacerlo a los precios vigentes. Acaso, ¿quién podría tener más y mejor información sobre la evolución de los negocios de las firmas que su propio Directorio? Y en tercer lugar, y aquí el secreto más poderoso que potencia los dividendos, la recompra de acciones es una manera de aumentar el dividendo por acción que cobra el inversor. La clave acá está en entender que las acciones que compra la propia compañía no se contabilizan en la distribución de dividendos. Y esto disminuye la cantidad de acciones susceptibles de ser beneficiarias de dichos dividendos. Un ejemplo numérico nos ayudará a entender esto. Si una empresa tiene 100 acciones en circulación y un año destina US$ 100 al pago de dividendos, entonces a cada acción le corresponde un dividendo de US$ 1. Supongamos que la empresa recompra 10 acciones propias y al año siguiente dispone nuevamente de la distribución de US$ 100 en concepto de dividendos. Ahora, ese dinero se reparte entre 90 acciones, en vez de las 100 originales, lo que supone un dividendo por acción de US$ 1,11. El “truco” de recomprar acciones propias hizo subir el dividendo por acción que cobra el inversor en un 11,1%. Interesante, ¿no? Una política común en Wall Street Hace unos años, la recompra de acciones propias era una rareza entre las empresas que cotizan en Wall Street. Hoy es algo común, normal, recurrente. El incierto panorama económico hizo que una parte importante del cash corporativo se dirija a fines de recompra de acciones en vez de inversión en capacidad productiva. Las empresas se sienten más seguras recomprando sus propias acciones que invirtiendo en el desarrollo de su negocio. Para tener una idea de la envergadura de este proceso, hablemos de números. Durante el cuarto trimestre de 2015, las compañías nucleadas en el S&P 500 gastaron US$ 136,6 mil millones en la recompra de acciones propias, mostrando un avance de 5,2% respecto el monto gastado en el tercer trimestre de ese mismo año. De las 500 compañías que integran el índice, 378 están involucradas en el proceso de recompra de acciones propias. Y esto actuó de gran soporte para el índice S&P 500 (además de brindar satisfacciones a los accionistas): ¿Hasta cuándo seguirá este fenómeno? Creo que hay dos variables fundamentales a seguir por el inversor: 1. Mientras el clima económico global permanezca incierto, las empresas privilegiarán recomprar sus acciones antes que hundir capital en aumento de capacidad productiva. 2. Si la capacidad de liquidez de las compañías continúa alta, entonces habrá recursos disponibles para aplicar a la recompra de acciones propias. En este sentido, un dato alentador es que el nivel de “efectivo” entre las acciones del S&P 500 permanece en niveles más altos en 10 años: US$ 1.440 billones en el cuarto trimestre de 2015. Conclusión: Cuando tratas de incorporar una acción en la búsqueda de renta, no solamente mires el nivel de rentabilidad actual del dividendo, sino también si la empresa tiene en ejecución un programa de recompra de acciones propias y cuan saludable es su posición financiera para hacer sostenible el proceso en el tiempo. |