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Cuatro errores fatales para corredores e inversores por Nery Persichini

Hay una asombrosa cantidad de semejanzas entre elrunning y el mundo de la Bolsa. Por eso, de los traspiés que cometí al correr, podemos sacar valiosas lecciones que le serán de gran utilidad al momento de actuar en los mercados.

¿Me cree si le digo que corriendo se puede aprender a invertir?

Puede sonar inverosímil pero, desde mi punto de vista, ponerme las zapatillas y salir a correr me ha ayudado a tomar mejores decisiones financieras. Claro que primero tuve que aprender de los errores.

Primero, le voy a contar mi experiencia. Luego, le mostraré cuatro errores delrunning de los que usted puede tomar nota como inversor.

Día por medio, luego de la jornada laboral, salgo a correr. Es un hábito que tomé hace más de dos años. En aras de mantenerme en peso, comencé a trotar en un circuito que está cerca de mi casa.

Al principio, ejercitaba una vez por semana porque el desgaste físico me demandaba mucho descanso (no estaba acostumbrado a hacer actividad alguna).

Luego, fui aumentando paulatinamente la frecuencia y mejorando mi rendimiento. Con el tiempo, el objetivo inicial de control de peso fue mutando a uno más placentero y menos obligatorio. Simplemente seguí corriendo porque me hacía bien al cuerpo, la mente y el espíritu.

En el proceso, también fui conociéndome mejor. Básicamente, comencé a descifrar mis objetivos en función de mis capacidades físicas y condiciones técnicas.

Debido a mi altura (1,87 m), peso (90 kg) y estado muscular, me di cuenta de que no puedo correr carreras cortas y explosivas. Nunca podría entrar a una pista de atletismo a disputar un tramo de 100, 200 o 400 metros.

En cambio, sí me siento a gusto con las carreras de fondo. Es decir, me inclino por participar en eventos que implican recorrer 10 km (57 minutos, mi tiempo) o más. De hecho, ahora me estoy preparando para aumentar la distancia y llegar a los 21 km.

Ahora bien, que en mi persona conviva un economista apasionado por el mundo financiero y un corredor de media y larga distancia me hace imposible no trazar paralelismos entre estas facetas.

En este sentido, resulta asombrosa la gran cantidad de puntos de contacto que encuentro entre el hábito de correr y la práctica de invertir.

Nadie nació corriendo y nadie tampoco nació invirtiendo. El camino y la experiencia nos van dotando de más y mejores herramientas en ambas actividades.

Tampoco hay una edad mínima o máxima para volcarse a correr y a invertir. Yo arranqué con 26 años, pero conozco casos de personas que comenzaron con 18, 40 y 52 años. En cuanto a las inversiones, también se puede arrancar tanto siendo un adolescente (ahorrando) como un adulto.

En tanto, en las carreras que disputé me he cruzado con jubilados de más de 70 años con una vitalidad sorprendente. Paralelamente, esa edad es moneda corriente cuando hablamos de grandes inversores. No se retiran nunca de la actividad.

Otra similitud es que ambas prácticas están repletas de prejuicios. Afirmaciones como “correr es aburrido” o “no tengo tiempo para hacerlo” son muy parecidas a “la Bolsa es un casino” o “solo invierten los especialistas”.

Éstos y otros aspectos parecen reflejarse en espejo, por lo que veo posible, incluso saludable, extraer enseñanzas de las equivocaciones de una disciplina y llevarlas a la otra.

Cuatro errores de runner que todo inversor debe conocer

Comparto cuatro equivocaciones de corredor (en mi historial pesan algunas), con la esperanza de que el aprendizaje de las mismas lo ayude a decidir financieramente mejor.

1. Creer que se domina la práctica

La autocomplacencia es un error crítico en todas las disciplinas. Confiar en que sabemos completamente todo acerca del ámbito en el que nos movemos aumenta exponencialmente los riesgos.

Hay corredores que se confían luego de hacer una buena carrera, se relajan y dejan de entrenar. Pero al hacerlo están sentando las bases para un futuro fracaso.

De manera similar, muchos inversores pecan de soberbios cuando encadenan una buena racha de ganancias, no sólo atribuyéndose el éxito exclusivamente a ellos, sino redoblando sus apuestas.

En cualquier caso, creer que sabemos más de lo que efectivamente conocemos nos pone al borde del precipicio y es sumamente arriesgado. El dominio de cualquier actividad se alcanza sólo con el andar, la constancia, el entrenamiento y la capacitación.

El siguiente gráfico muestra cómo la experiencia (aspecto que engloba lo anterior) va moldeando nuestro saber efectivo y también va cambiando la propia percepción del conocimiento.
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2. Querer correr (invertir) más rápido de lo que efectivamente se debe

El ingreso a los mercados suele estar marcado por un entusiasmo inicial. Es la misma sensación que tiene un corredor novato que apresura su marcha para ser más veloz, pero lo único que hace aumentar las posibilidades de lesionarse.

Invertir es un proceso mucho más psicológico de lo que se cree y, por eso, requiere control y autocontrol por parte de la persona que quiera dar el salto de calidad de ahorrista a inversor.

Ir paso a paso es un mandato en la Bolsa porque, de lo contrario, las pérdidas pueden ser más dolorosas que las lesiones. Por eso es preferible ir despacio hasta encontrar el ritmo justo que nos permita elegir planes de acción a nuestra medida.

3. Mirar solo la línea de meta (los beneficios esperados)

Los mercados son algo mucho más complejo que “apostar y ganar plata”, de la misma manera que correr no sólo implica mover las piernas.

Conozco casos dramáticos de corredores que se embarcaron en carreras de 42 km (demandan, en promedio, 4 horas) pensando únicamente en la meta, pero que no estaban preparados para el esfuerzo físico. No solo no terminaron la competencia sino que tuvieron dolorosas consecuencias físicas.

De una manera parecida, un típico error al invertir es enfocarse excesivamente en la rentabilidad esperada (todo lo que podemos ganar). Al hacer esto, se omite su contraparte que es el riesgo, noción que aborda todo lo que efectivamente podemos perder.

Incorporar la dimensión del riesgo es un avance fundamental que le ahorrará muchos dolores de cabeza. Usted, al estar al tanto de todo lo que la inversión puede descapitalizarse, será más selectivo con sus activos y podrá dormir más tranquilo.

4. Elegir incorrectamente el calzado (el portafolio)

De este error, ni siquiera yo me salvé. Cuando empecé a correr, lo hice con zapatillas demasiado pesadas y que no se ajustaban a mi forma de pisar. Las consecuencias no tardaron en aparecer, con  mis tobillos y rodillas encabezando las quejas. Luego, me informé sobre mi tipo de pisada (soy neutro) y corregí el calzado para correr mejor.

Una equivocación similar es frecuente en el mercado de valores, en particular cuando elegimos activos que no se acomodan a nuestro perfil de riesgo. Apostar sin fundamentos ni metas o confiar sólo en una noticia o rumor son terreno fértil para que empiecen a brotar las pérdidas.

Toda inversión debe estar en sintonía con nuestros objetivos y perfil de riesgo. Un hombre de 30 años, que trabaja en relación de dependencia y que es arriesgado, tiene un panorama completamente distinto a una jubilada de 70 años y conservadora.

El “calzado” correcto para el primero se asemejaría a un portafolio con un porcentaje mayoritario de acciones, mientras que la señora retirada se sentirá más a gusto con una cartera compuesta por plazos fijos y títulos en dólares.

Que quede claro que estos errores no son barreras que nos detienen, sino más bien obstáculos que, al ser superados, enriquecen nuestro camino y nos hacen mejores.

Rescato una frase del muy recomendado libro del japonés Haruki Murakami llamado “De qué hablo cuando hablo de correr” que, obviamente, es muy adecuada para el inversor.

“El único oponente al que tiene que vencer es a usted mismo, a como solía ser (ayer)”.