Por
Jorge R. Enríquez
En
primer lugar, la forma. La forma no es algo menor. En definitiva, el
Estado de Derecho consiste en el cumplimiento de ciertas formas. El
discurso fue leído. Es lo que corresponde. Macri podría hablar sin
leer (lo hace habitualmente), pero quiso que su palabra en este acto
solemne no fuera improvisada. No dijo lo que se le pasaba por la
cabeza en el momento, sino lo que había preparado con esmero. Esa
preparación hace que el discurso se centre en lo esencial, que no se
disperse, que no contenga olvidos de los aspectos fundamentales, que
esté bien estructurado.
Al
leerlo, Macri respetó a los legisladores y a todos los ciudadanos.
También los respetó al hablar durante un tiempo razonable, de solo
27 minutos. Son los dictadores o los caudillos populistas megalómanos
los que hablan durante varias horas, porque se creen el centro del
universo.
En
cuanto al fondo, fue un ejemplo de moderación, de apertura, de
generosidad, de esa cultura del encuentro que predica Francisco. No
hubo enemigos. Mejor dicho, sí los hubo, pero no fueron argentinos
que pensaran distinto, sino la pobreza, el narcotráfico y la
corrupción, entre otros flagelos. Así, una de de las primeras
promesas de este supuesto "neoliberal" fue de carácter
decididamente social:
"Vamos
a universalizar la protección social, para que ningún chico quede
desprotegido. Vamos a trabajar para que todos puedan tener un techo
con agua corriente y cloacas, y vamos a urbanizar las villas para
transformar para siempre la vida de miles de familias".
Señaló
también que va a encarar de frente el problema del narcotráfico y
va a ser implacable con la corrupción.
Macri
enfatizó además la necesidad de un nuevo tipo de liderazgo, el del
líder de equipos. No es una abstracción lo que dice: ha demostrado
el ejercicio de ese liderazgo moderno en sus ocho años como Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Una
de las afirmaciones más notables de su exposición fue su compromiso
de decir la verdad siempre. Consideró que no hacerlo era ofender la
inteligencia de sus compatriotas.
Serenidad,
respeto, futuro, encuentro, desarrollo, inclusión, verdad,
honestidad, innovación: estos son algunos de los valores que se
desprenden de un discurso histórico, que conmovió las fibras
íntimas de la gran mayoría de los argentinos y que nos ofrece un
camino compartido para superar el estancamiento y la división, y
poder desplegar finalmente las enormes energías y talentos que malos
gobiernos nos impidieron hacer fructificar en trabajo y calidad de
vida para todos.