Mauricio Macri se pasó el día con reuniones urgentes en la sede del gobierno porteño de la calle Uspallata. Pero nada que ver con su trabajo de Jefe de Gobierno. Apretado por los tiempos y los mercados que empiezan a facturarle sus indefiniciones de política económica y la falta de nombres claves, apura la conformación de su gabinete, en un despliegue que rebota en los staff de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
Las piezas que caen de un tablero se suben al otro. El problema es simple: Macri tiene más casilleros que candidatos que reúnan los dos requisitos básicos, sólidez técnica y confianza del jefe.
El núcleo duro que debe definir en las próximas hora se reduce a tres posiciones: ministro de Hacienda y Finanzas, presidente del Banco Central y ministro del Interior. Son la clave de los primeros tres meses de su gobierno que se prevé, serán durísimos. Se entiende. Tiene que devaluar, liberar el cepo, encaminar la situación con los holdouts y recomponer las reservas.
Alfonso Prat Gay es hoy el candidato más firme para el Ministerio de Economía, rebautizado de Hacienda y Finanzas. Un intento de Macri por no quedar preso de un superministro con un ego que lo agobia. Pero da la impresión que no tiene otro. O si lo tiene: Carlos Melconian, pero aunque parezca mentira, la campaña de demolición del kirchnerismo penetró en las filas del PRO.
Melconian, con algo de razón está indignado: “Vengo remando hace diez años para este proyecto y justo antes de asumir, me corren porque me demoniza 678”, se queja. El ostracismo de Melconian exhibe una debilidad culposa en la primera línea del PRO, que no parece apropiada para un Gobierno que deberá tomar medidas fuertes. Pero además la situación de Melconian generó inquietud en el resto del equipo, que más allá de las internas, se pregunta que tan dispuesto estarán a respaldarlos cuando las cosas se pongan bravas. Y se van a poner.
La designación del presidente del Banco Central es acaso la decisión más difícil que tiene Macri. No se trata de un ministro que se puede remover por decreto. Y en la etapa que viene será el cargo crítico, para desatar el nudo económico que deja Axel Kicillof.
Federico Sturzenegger era un candidato cantado. Pero a Macri le molesta su ego –como le pasa con Prat Gay- y no le tiene confianza plena. Es un técnico súper sólido con ideas propias. “Federico es capaz de subir la tasa a las nubes y devaluar fuerte, si cree que es necesario para liquidar la inflación. Y es capaz de hacerlo sin pedir permiso”, explican en el PRO.
Por eso, se sumó al ruedo el nombre de Pedro Lacoste, socio en su momento de Prat Gay y uno de los mayores aportantes declarados a la campaña de Macri del 2009. Se supone que es mas “permeable” que Sturzenegger.
Rogelio Frigerio es la contracara de estos economistas estrellas. Su ductilidad política lo convirtió en el ministro comodín y suena para Hacienda y Finanzas, Planificación –que pasaría a llamarse de otra manera- e Interior.
Como sea, estos son los nombres que están discutiendo las medidas inmediatas y resisten con fastidio las opiniones de los “empresarios”. El ex Shell José Aranguren y el CEO de LAN Argentina, Carlos Lopetegui. “Son grandes empresarios pero ¿Qué saben de cómo desarmar el cepo?”, se quejan en el núcleo económico, anticipando una interna que empieza a cristalizarse.
No está claro si desde la vicejefatura de Gabinete, Lopetegui va a ser un ministro sin cartera de todas las empresas estatales o pretenderá meterse en la discusión económica global, o simplemente ocupara una de esas posiciones de “coordinación” que tanto le gustan al PRO y terminan gobernando el Power Point.
El tiempo se acabó
Macri se quedó sin margen. Su anuncio que el 11 de diciembre levantará el cepo, obliga a tomar decisiones ya. Hay que viajar a China a renegociar el swap, hay que entrevistarse con el special master Daniel Pollack para encarrilar la discusión con los holdouts y hay que bajarle el martillo a la negociación con las cerealeras que quieren definiciones sobre tipo de cambio y retenciones, antes de anticipar sus dólares.
Hasta hoy, Macri venía sopesando un menú que va del shock –al que es más proclive Prat Gay- al gradualismo –que impulsa Frigerio-, para enfrentar la coyuntura inmediata. Durante buena parte de este año, Macri canchearaba en las reuniones con sus asesores económicos, poniéndose en duro y reclamando mas “audacia”. “Si no puedo levantar el cepo, no soy presidente”, repetía.
Ganar lo convirtió en un alumno aplicado del teorema de Baglini y ahora sopesa con muchísimo cuidado las decisiones. “Mauricio sabe que si la pifia de entrada, podemos caer en una espiral de inflación, reclamos salariales y conflicto social que le fume en tres meses todo su capital político”, explicó a LPO una fuente al tanto de las discusiones.
Por eso la promesa de “levantar el cepo” se convertirá en un tema semántico. Es decir, si se libera para adelante “con franjas” la remisión de utilidades, los permisos de importación y la compra de dólar ahorro, podrá decir que lo liberó hasta donde se pudo, siendo responsable. Y en la medida que haya más reservas, más liberación. O sea, gradualismo.
Esa es una de las discusiones urgentes que no se definirán hasta que defina el ministro. Y ahí esta el nudo del problema.
Luego los otros cargos van cayendo, pero son el segundo círculo, casi un entretenimiento cuando se mira el desafío económico que tiene por delante.
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